Crédito democrático y central de riesgos

Rixi es agresiva haciendo propuestas estrafalarias. Tiene el carácter de la persona que, sin saber las cosas, quiere impresionar tomando la iniciativa.

Rixi es agresiva haciendo propuestas estrafalarias. Tiene el carácter de la persona que, sin saber las cosas, quiere impresionar tomando la iniciativa. Sus declaraciones sobre el acceso al crédito, el papel de los bancos y la oportunidad de la información para asegurar el pago de lo recibido muestra abismales ignorancias. Y es comprensible. Sus conocimientos de derecho giran en las orillas del derecho penal. No sabe mucho de derecho mercantil. No conoce el régimen de crédito; ni tampoco su naturaleza. Tiene pocas lecturas. No es su culpa. Quienes sí la tienen y estando cerca —sus asesores— no le orientan dándole las elecciones elementales necesarias.

Por ejemplo, ignora que el crédito en Honduras tiene en sus formas tres dimensiones: el crédito informal —el más costoso y de más riesgo—, el crédito cooperativo y el crédito bancario, que incluye a su vez el crédito de los prestamistas autorizados y las financieras. El crédito más voluminoso, con más movimiento, es el crédito informal, no regulado, basado en la relación personal y en el pago diario. Con elevados intereses y que se recibe y se paga el mismo día: capital e intereses.

Normalmente, hasta donde sabemos, la tasa de interés es del 20% diario. Es decir, la tasa más alta del mercado; pero que cumple una función inevitable sin la cual no es posible la operación de los mercados de las 15 principales ciudades.

En los ochentas estudiamos el fenómeno y llamamos a la operación “sector informal”. Los cubanos y los economistas locales lo llaman “cuenta propistas”. En Cuba —donde no hay un sistema bancario privado— el crédito es muy complicado y solo opera esta modalidad, reconocida a regañadientes por el régimen castrista. Hernando de Soto, estudioso peruano del “sector informal”, escribió “El otro sendero” e insinuó con mucho talento que había en el caso del Perú un germen de capitalismo competitivo que convenía apoyar, formalizando los bienes de capital que normalmente no están registrados por parte de los empresarios más exitosos. Para que sirviera de garantía.

Durante el gobierno de Maduro se amplió el régimen de propiedad privada que ha servido de garantía para que los “cuenta prosistas” puedan acceder al crédito bancario/cooperativo.

El crédito cooperativo es elevado. FACACH —Calle República de Chile, Boulevard Morazán—, de la que fui su presidente, tiene una red de cooperativas que operan como en Alemania, como una alternativa de la banca, y con la que cooperan en forma activa.

Miles de personas tienen acceso al crédito no capitalista en donde quienes más pagan intereses, más beneficios reciben. Esto Rixi no lo entiende porque no entra en la lógica del derecho penal y, además, es una manifestación del capitalismo privado, en que la iniciativa de los particulares está por encima de la falsa superioridad del Gobierno central.

El crédito bancario es el más vigilado y controlado. En realidad, es crédito de los ahorrantes, que dan los banqueros a los prestatarios, en la seguridad de que lo pagarán. En tiempo y forma.

Para el crédito en general, la información es como para los aviadores el informe del tiempo. Fundamental. Se da crédito al que paga. En los “mercados”, el que no paga —al día— está “muerto”. Nadie le da crédito. Y en las cooperativas, los morosos, excluidos. Los bancos solo dan crédito a los que conocen.

Si se les niega información —igual que a las cooperativas— se le obliga a volar con los ojos cerrados, comprometiendo los ahorros que manejan. Sin información, como ofrece Rixi, el crédito se reducirá. La democratización será otra promesa incumplida. Porque en vez de más crédito, se contraerá bruscamente. Como en Cuba.

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