Berrinche

Estas elecciones dejaron en evidencia algo que muchos ya sospechaban: Libre no solo gobierna mal, también pierde mal.

  • 08 de diciembre de 2025 a las 23:45 -

Estas elecciones dejaron en evidencia algo que muchos ya sospechaban: Libre no solo gobierna mal, también pierde mal. El CNE no ha concluido el escrutinio, y ellos ya gritaron fraude, ignorando que el país observaba con claridad un patrón: cuando ganan es democracia; cuando pierden exigen anulación del proceso. Ese reflejo automático de desconfiar del voto solo porque no les favorece revela más sobre ellos que sobre el sistema. La narrativa del fraude se volvió su comodín preferido.

Lo lanzan a la mesa sin evidencia, como si bastara repetirlo para convertirlo en verdad; pero un partido que llevó cuatro años en el poder, con control directo de instituciones claves, no puede presentarse ahora como víctima de un aparato que nunca fortaleció. El victimismo, además de desgastado, es incoherente. Es difícil creerse la historia del “pueblo traicionado” cuando son ellos quienes administraron el proceso.

A esto se suma la irresponsabilidad de convocar a las calles antes de conocer los resultados oficiales. Un liderazgo maduro enfría los ánimos; uno inmaduro los enciende para ocultar su incapacidad política. Llamar a protestas en un país que vive con nervios tan delgados no es valentía: es temeridad.

Y, por si fuera poco, exigen transparencia mientras ocultan su propio fracaso en modernizar el Trep, un sistema que ahora señalan como sospechoso... sin asumir que su administración tuvo en sus manos la posibilidad de mejorarlo.

La acusación de “injerencia extranjera” completa el guion. Cuando la intención de voto no acompaña siempre aparece el señalamiento a poderes externos. Es una estrategia sencilla: desviar la conversación para evitar la autocrítica.

Libre quedó en tercer lugar porque la gente votó con memoria: recordó las promesas incumplidas, el desgaste del Gobierno, la improvisación permanente y la ausencia de una visión clara. El voto de castigo no necesita teorías conspirativas para explicarse.

Honduras necesita partidos capaces de competir sin incendiar el país, y de perder sin arrastrar a todos en su caída. La democracia no solo se mide en urnas, también se mide en la capacidad de aceptar la voluntad del pueblo, incluso cuando duele.

Libre tuvo la oportunidad de demostrar grandeza política, pero eligió la ruta del berrinche. Gobernaron mal y ahora tampoco saben perder.

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