El mundo observa con expectativa el inicio del cónclave, donde 133 cardenales se reúnen en el Vaticano para elegir al sucesor del fallecido Papa Francisco.
Aunque el proceso está cargado de simbolismo y secreto, también sigue un riguroso calendario que puede extenderse varios días.
Este primer día de deliberaciones está previsto que solo incluya una ronda de votación, pero en los días siguientes el ritmo se intensificará, hasta cuatro rondas diarias, dos por la mañana y dos por la tarde, durante los próximos cuatro días.
Si no se alcanza un consenso tras ese período, el cónclave se detiene temporalmente.
En el quinto día, se suspende la votación para dar espacio a la oración, la reflexión y los diálogos informales entre los cardenales. Luego, se reanuda el proceso con otras siete rondas de votación, antes de que pueda considerarse otro receso.
En caso de un bloqueo persistente, los cardenales tienen la opción de simplificar el proceso, votando solo entre los dos candidatos más apoyados en la última ronda. En ese caso, solo se requeriría una mayoría absoluta para definir al nuevo Pontífice.
A pesar de estas posibles extensiones, la historia reciente sugiere un desenlace más rápido: tanto Benedicto XVI como Francisco fueron elegidos en el segundo día, y Juan Pablo II en el tercero.

No siempre fue así. El cónclave más largo de la historia ocurrió en el siglo XIII, y duró casi tres años por fuertes divisiones internas. Hoy, con procedimientos más definidos y mayor presión mediática, es poco probable que el proceso se extienda tanto.
El humo blanco podría aparecer en cualquier momento de los próximos días. Mientras tanto, el Vaticano guarda silencio y el mundo espera.