Una familia hondureña vive un calvario en Bowie, Maryland, después de que el 10 de octubre agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) detuvieran a Edgar, un inmigrante de 32 años que conducía a sus tres hijos a la escuela.
Su esposa, Dania Bautista, enfermera de 30 años, se preparaba para descansar después de un turno nocturno cuando oyó las sirenas. Al recibir la llamada de su marido, salió corriendo descalza y se encontró con una escena de caos: el vehículo de Edgar rodeado por agentes armados y sus hijos llorando en el asiento trasero, contó al medio The Baltimore Banner.
Bautista grabó con su celular mientras cuatro oficiales sacaban a su esposo del automóvil y lo inmovilizaban en el suelo, mientras otro apuntaba con una pistola taser. “¡Mis hijos están en el auto, no hay necesidad de tanta fuerza!”, gritó ella. “¡Dejen a mi papá en paz!”, gritó uno de los menores.
El video, que muestra a los niños aterrorizados y una ventana del carro rota, se ha convertido en un reflejo de la tensión que viven muchas familias inmigrantes en Estados Unidos.
Desde enero, las detenciones de inmigrantes en Maryland se han incrementado drásticamente, superando incluso las cifras de todo el año anterior, en medio del endurecimiento de las políticas de deportación. Edgar, quien pidió no divulgar su apellido por temor a represalias, llevaba 11 años viviendo en el país, con una solicitud de asilo y permiso de trabajo vigente, además de presentarse regularmente ante el ICE como parte de su proceso.
Desde su detención, ha sido trasladado por distintos centros de detención en Baltimore, Luisiana, Arizona y California, mientras su esposa intenta sostener sola el hogar y los gastos. Bautista, ciudadana estadounidense, trabaja en turnos nocturnos en el Virginia Hospital Center, cuida a sus tres hijos menores y enfrenta una montaña de facturas que antes compartía con su marido, quien tenía una pequeña empresa de excavaciones.
“Me siento sola y abrumada; no sé cómo seguiré pagando todo”, confesó. Edgar tiene antecedentes menores de 2018 y 2019, y en febrero la pareja solicitó su residencia permanente, un trámite que postergaron por falta de dinero. Hoy, Bautista lamenta esa demora y teme que el proceso llegue demasiado tarde.
“Nos costó mucho construir esta vida. Solo quiero que vuelva a casa”, dice, mientras espera noticias desde el centro de detención de McFarland, California.