Corea del Norte.
Más de 400 ciudadanos de las dos Coreas, en su mayoría ancianos en silla de ruedas o apoyados en bastones, se reunieron ayer martes con sus familiares por primera vez en seis décadas, desde que la guerra dividió las dos Coreas (1950-1953).
Los 389 surcoreanos elegidos cruzaron la frontera, fuertemente militarizada, a bordo de autobúses precedidos de cuatro autos de la Cruz Roja. Tras franquear el puesto fronterizo, el convoy continuó hacia el Monte Kumgang, donde esperaban 141 norcoreanos, para el encuentro de tres días, poco tiempo para familias que estuvieron separadas durante 60 años.
Pese a las restricciones impuestas por Seúl y Pyongyang para la celebración del reencuentro, recogidas en un documento que, por ejemplo, dice que no pueden hablar de política, es inevitable que la emoción se desborde. Solo son tres días. Mañana, los familiares se despedirán sin la certeza de poder volverse a ver en vida, debido a que la frontera entre las dos Coreas permanece herméticamente cerrada y ambos Gobiernos prohíben contactos no autorizados entre ciudadanos de las dos mitades de la península.
La Guerra de Corea, una de las más sangrientas de la historia con unos 3 millones de muertos, dejó a cientos de miles de coreanos separados por el paralelo 38, una inexpugnable frontera que cortó toda la comunicación entre ciudadanos de uno y otro país.
Renecuentros emotivos
El norcoreano Chae Hoon-sik y la surcoreana Lee Ok-yeon, ambos de 88 años, se reencontraron ayer desde que en agosto de 1950 él recibiera la orden de abandonar su hogar y prepararse para el combate. Tras la guerra, Lee nunca abandonó la casa familiar que Chae había construido en la Moongyeong (al sureste de Corea del Sur) y ha vivido allí hasta ahora con el hijo de ambos, aferrada a la esperanza de que su marido regresaría algún día. Ayer, los tres se mostraron emocionados en su reencuentro, pero cuando Chae tomó de la mano a su esposa, ella rehusó. “¿De qué sirve ahora?, ya somos muy viejos”, le dijo con profunda tristeza.
Lee Heung-jong, norcoreano de 88 años, recibió en silla de ruedas a su hermana Lee Heung-ok, de 80, que le llamó oppa (hermano mayor en coreano) y esto le conmovió hasta el punto de comenzar a temblar sus labios. El anciano estalló en lágrimas cuando la surcoreana Lee Jung-sok, de 68 años, se presentó como su hija a la que había perdido en plena confusión durante el conflicto armado. Ella había visto por última vez a su padre cuando tenía apenas dos años.
Las reuniones son de una brevedad desgarradora. Durante tres días, los surcoreanos verán a sus parientes del Norte en seis ocasiones, en privado y en público. Cada encuentro dura solo dos horas, lo que significa que dispondrán de 12 horas después de más de 60 años de separación.
Más de 400 ciudadanos de las dos Coreas, en su mayoría ancianos en silla de ruedas o apoyados en bastones, se reunieron ayer martes con sus familiares por primera vez en seis décadas, desde que la guerra dividió las dos Coreas (1950-1953).
Los 389 surcoreanos elegidos cruzaron la frontera, fuertemente militarizada, a bordo de autobúses precedidos de cuatro autos de la Cruz Roja. Tras franquear el puesto fronterizo, el convoy continuó hacia el Monte Kumgang, donde esperaban 141 norcoreanos, para el encuentro de tres días, poco tiempo para familias que estuvieron separadas durante 60 años.
En la imagen Min Ho-Sik de Corea del Sur (84) abraza a su familiar Min Eun-Sik de Corea del Sur (81).
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La Guerra de Corea, una de las más sangrientas de la historia con unos 3 millones de muertos, dejó a cientos de miles de coreanos separados por el paralelo 38, una inexpugnable frontera que cortó toda la comunicación entre ciudadanos de uno y otro país.
Gwon O-Hui (92) se funde en un abrazo con Ri Han-Sik ( 87).
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El norcoreano Chae Hoon-sik y la surcoreana Lee Ok-yeon, ambos de 88 años, se reencontraron ayer desde que en agosto de 1950 él recibiera la orden de abandonar su hogar y prepararse para el combate. Tras la guerra, Lee nunca abandonó la casa familiar que Chae había construido en la Moongyeong (al sureste de Corea del Sur) y ha vivido allí hasta ahora con el hijo de ambos, aferrada a la esperanza de que su marido regresaría algún día. Ayer, los tres se mostraron emocionados en su reencuentro, pero cuando Chae tomó de la mano a su esposa, ella rehusó. “¿De qué sirve ahora?, ya somos muy viejos”, le dijo con profunda tristeza.
El norcoreano Oh In-Se (83) se reencuentra con su hijo Oh Jang-Gyun.
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Las reuniones son de una brevedad desgarradora. Durante tres días, los surcoreanos verán a sus parientes del Norte en seis ocasiones, en privado y en público. Cada encuentro dura solo dos horas, lo que significa que dispondrán de 12 horas después de más de 60 años de separación.
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