Las encuestas la sitúan como amplia favorita con un 50% o más de la intención de voto, gracias al crecimiento económico, la mejora de las condiciones de vida de los sectores marginados y una oposición débil y desunida que no ha ofrecido alternativas creíbles a los argentinos.
Su triunfo la erigiría, a sus 58 años, en la primera Presidenta reelegida en Latinoamérica. Lo que no podrá hacer es dormirse en los laureles de la victoria porque encara varios desafíos, como el de contener el progresivo aumento de los precios, proteger al país de la crisis financiera internacional y reducir la pobreza estructural.
Fuera de los logros de su política de subsidios, la presidenta del peronista Frente para la Victoria, populista y de centroizquierda, es valorada por mostrarse partidaria del enjuiciamiento de los militares de la última dictadura (1976-1983), haber incluido a los jóvenes en su plataforma de gobierno y haber otorgado derechos civiles a la comunidad homosexual.
Credibilidad
Quienes van a votar por Fernández creen que ella puede continuar el crecimiento económico y la gobernabilidad en un país históricamente sacudido por ciclos de inestabilidad económica y política.
Fernández y su fallecido marido y antecesor Néstor Kirchner (2003-2007) iniciaron una etapa de crecimiento que hizo olvidar el aciago año 2001, cuando se desató una aguda crisis económica. Ayer, el Fondo Monetario Internacional dijo que el país está a la cabeza de los pronósticos de crecimiento en la región para este año con 8.0% y 4.6% en 2012.
Pero no todo es un jardín de rosas para la Presidenta y un para su gobierno que se autodenomina “de inclusión social”, pues tiene que hacerle frente a una pobreza avasallante, como es visible en ciertos sectores de la ciudad y de la populosa provincia de Buenos Aires.
Lorena Centurión, de 25 años, desempleada y con cuatro hijos, dice que votará por la mandataria, pero se queja de que la inflación consume sus ingresos. “Cristina es buena presidenta y las asignaciones me ayudan; pero a medida que ella nos aumenta (los ingresos), aumentan las cosas en el mercado”, dijo a The Associated Press la joven que recibe un subsidio de 63 dólares por cada hijo que tiene. “Cada vez alcanza menos la plata para terminar el mes”.
Ella vive en la Villa 21, un asentamiento de pequeñas casas de ladrillo, con techos de lámina de metal delgada y cloacas que se desbordan cuando la lluvia es excesiva. AP