25/07/2024
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Niño hondureño asesinado en Texas era amigo del hijo de Francisco Oropesa

Daniel Lazo, de 9 años, es una de las cinco víctimas hondureñas en San Jacinto, Texas

San Pedro Sula, Honduras.

La masacre de cinco hondureños en San Jacinto, Texas, continúa entregando detalles y sembrando dolor tras conocer más detalles. El niño hondureño Daniel Enrique Laso (9) fue una de las víctimas de Francisco Oropesa (38), el hombre de origen mexicano que con un rifle AR-15 apagó los sueños de los hondureños y enlutó a varias familias.

Ramiro Guzmán, tío de Daniel, relató a NBC News que su sobrino y el hijo de Oropesa solían ir juntos en bicicleta hasta la parada del autobús escolar. Aunque Guzmán nunca habló directamente con Oropesa, él sabía que su sobrino y el hijo del sospechoso eran amigos cercanos.

Guzmán describió la devastación que ha dejado el asesinato de su sobrino y de otras cuatro personas en la comunidad. La policía continúa buscando a Oropesa, quien supuestamente huyó al bosque después de la masacre. Según los informes, Oropesa ingresó a la propiedad de sus vecinos y ejecutó a cinco personas, incluido Daniel Enrique Laso, con un rifle AR-15.

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El crimen ocurrió en la pequeña ciudad de Cleveland, mayoritariamente rural.

La policía ha informado que Francisco Oropesa se enfureció después de que sus vecinos se quejaran de que los ruidos producidos por los disparos que hacía en su propiedad estaban despertando a su bebé. Oropesa, presunto autor de la masacre, entró en la propiedad de sus vecinos donde se encontraban 16 miembros de la familia Guzmán, entre ellos ocho adultos y ocho niños.

En medio del ataque, el hijo de Sonia Guzmán, Daniel Enrique Laso, de tan solo 9 años, perdió la vida mientras defendía a su madre. Su padre, Wilson García, ha afirmado que su hijo dio su vida tratando de proteger a su madre.

José Jonathan Casarez, de 18; Diana Velázquez Alvarado, de 21, y Julisa Molina Rivera, de 31, son las otras víctimas identificadas por la policía.

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Después de esconderse en un armario con su esposa y su hijo durante el tiroteo, Guzmán logró llamar al 911 varias veces desde su escondite, según informó. Su sobrino solo tenía tres años cuando sus padres lo trajeron a Texas en busca de un futuro mejor, dijo con tristeza.

“Era un niño maravilloso”. Después de que cesaron los disparos, Guzmán salió de su escondite y encontró a su sobrino herido de muerte. “A pesar de todo, pensé que mi sobrino sobreviviría”, recordó. “Se retorcía en el suelo y yo decía: ‘Dios mío, sigue vivo’”.

Guzmán relató con dolor cómo encontró el cuerpo de su hermana después del tiroteo. “Verla así, como la vi, es inimaginable”, dijo. “Todavía espero que me llame y que vuelva a estar con nosotros, fuerte y apoyándonos como siempre lo hizo”.

Él la describió como el pegamento que mantuvo a su familia unida. “Era la mejor hermana. Nos apoyó en todo, absolutamente en todo”, afirmó con nostalgia.

Guzmán dijo que su hermana sacrificó todo en busca de una vida mejor en Estados Unidos y que su madre, que aún vive en Honduras, no la había visto en 10 años.

“Todos vienen aquí con un plan, con una meta”, aseguró Guzmán. “Ahora mi madre va a ver a mi hermana, pero de la peor manera. Va a ver a mi sobrino de la peor manera”.

Su sobrino, dijo, era como un hijo para él. “Estuvimos muy unidos toda la vida, desde que nació”, afirmó. “Le llevaba a donde quería ir. Después del colegio, le gustaba venir a jugar con mi hijo. En cuanto llegaba a casa, venía a jugar con mi hijo. Siempre estaba allí esperando. Y ahora...”

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“Era muy cariñoso, con sus hermanos, con todo el mundo”, siguió. “Nunca buscó problemas. Siempre fue muy cariñoso”.

Casarez, otra de las víctimas mortales, “era como un hermano para mí”, añadió Guzmán.

En una entrevista con el diario The Houston Chronicle, Guzmán explicó que la familia era originaria de La Misión, en la región de Comayagua y que se sintieron atraídos por el este de Texas, en parte, porque la exuberancia verde de la zona les recordaba a su hogar.