07/12/2025
06:21 AM

Sin cimientos, iglesia en aldea de Sensenti supera los 80 años

Un elocuente testimonio del fervor católico sobresale en la aldea San Francisco de Cones con sus torres de 25 metros de alto.

    Ocotepeque.

    Sin varillas ni cimientos, la iglesia San Francisco de Cones, en la aldea del mismo nombre, en el municipio de Sensenti, Ocotepeque, es un elocuente testimonio del fervor católico del siglo pasado.

    Su construcción inició en 1938 y demoró más de 25 años entre la inversión de “muchos miles de lempiras; muchas dificultades, grandes sinsabores, terribles aflicciones”, que relataba el párroco José Héctor Melara Molina (1893-1963) en el acta original de la edificación con el encabezado “datos históricos”.

    Con fecha 1962, el escrito detalla parte del proceso de construcción de la obra, los albañiles que ejecutaron el trabajo, el presupuesto para las campanas, muebles de madera, vasos sagrados y demás requerimientos.

    Fieles rezan el rosario en uno de los altares de la iglesia.
    “Tres terceras partes de los vecinos católicos de esta aldea prestaron su valiosa cooperación en el trabajo del edificio, acarreando los ladrillos de la tejera, las piedras, arena y haciendo mezcla para la obra. Los duros de corazón y faltos de fe no han querido prestarse a la fabricación de la santa obra, la cual es de su lugar”, alcanza a leerse del papel color sepia, huella inevitable de sus 57 años.

    Para la construcción de la obra hicieron mezclas de plantas, claras de huevo, arena y cal para unir los ladrillos. En ese proceso, que abarcó un cuarto de siglo, la comunidad gastó 126,000 lempiras (L1.5 millones al cambio actual, aproximadamente).

    “He sentido una gran amargura que es más fuerte que la misma hiel. Solo Dios sabe cuánto es lo que he sufrido con ocasión de este trabajo”, aseguraba el padre Melara, cuyos restos descansan afuera de la iglesia, bajo una plata donada en 1991 por el matrimonio amigo Carvajal Molina.

    El arte religioso de mediados del siglo pasado es visible en diferentes puntos de la obra.
    Para él, la ejecución era una obra de entera y buena voluntad, motivada por el espíritu, mejoramiento y civilización espiritual y material, y un templo para adorar a Dios en la comunidad de los fieles.

    La feligresía católica de la aldea ha trabajado en la restauración de la iglesia. Los trabajos de remodelación son visibles en la madera de las puertas, el suelo, los altares y las bancas. En la obra original, las paredes del edificio eran de maderas de abeto obsequiadas por los fieles.

    Una pintura hecha por el padre Melara.
    Recuerdos

    Dolores Fuentes, con 101 años cumplidos el 26 de marzo, recuerda que ella tendría unos 20 años cuando el sacerdote comenzó con la construcción de la iglesia. “La primera iglesia que tuvimos era grande y de adobe, pero unos temblores abrieron las paredes y se cayó. De ahí vino la construcción con calicanto y ladrillo, que es el templo que está ahorita”, cuenta la también madre de seis hijos y matriarca de cinco generaciones.

    Doña Lola, como la llaman sus allegados, rememora cuando el sacerdote llegó de Lempira, que para entonces ella rondaría los 12 años. “Ese padre sabía catorce oficios. Para hacer el templo fue a tomar las medidas a la iglesia de Esquipulas en Guatemala”.

    Los pobladores de la aldea esperan que la iglesia se convierta en un atractivo para el turismo religioso del occidente.

    Doña Dolores Fuentes (de 101 años) recuerda el proceso de construcción de la iglesia.