Nueva York, Estados Unidos.
Los conocedores del mundo de las artes apuestan a que la restauración de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba podría convertir a la isla en el nuevo lugar de moda.
Durante años, coleccionistas de EE.UU. han estado rondando el arte cubano y comprándolo, gracias en parte a una excepción al embargo comercial en vigor desde hace más de medio siglo. Washington clasifica el arte como activos culturales.
Ahora, coleccionistas como Howard Farber, de Miami, dicen que espera una “estampida” hacia los estudios y galerías de Cuba tan pronto como se torne más fácil para viajar y comprar allí. “Creo que el arte cubano ha sido uno de los secretos mejor guardados entre unos pocos coleccionistas”, dice Farber, “y ahora que Cuba se abre para nosotros creo que más gente va a descubrir un género que es fresco y estupendo”.
Los precios del arte cubano empezaron a subir durante la última recesión, impulsados por coleccionistas como Farber y la filántropa de Miami Ella Cisneros, además de grandes museos como el Tate de Londres. Hoy, los precios de obras de estrellas vivientes del arte cubano como Yoan Capote, Carlos Garaicoia y el dúo de arte conceptual Los Carpinteros oscilan entre US$ 5.000 y US$400.000.
La plástica cubana encarna una mezcla de influencias y temáticas españolas, africanas y caribeñas. Wifredo Lam, quien murió en 1982, es considerado el Picasso de Cuba; hace dos años Sotheby’s vendió Ídolo (Oya / divinité de l’air et de la mort), de 1944, por US$4,6 millones, un precio récord para el artista.
Los artistas cubanos tienden a favorecer el uso de objetos tales como pedazos de madera gastados y chatarra. El arte cubano también ha abordado temas de la isla como el aislamiento y el mar: balsas, torres y remos son símbolos frecuentes. La crítica política ha tendido a la representación en imágenes codificadas para eludir la censura; últimamente, una mayor parte de la producción ha tratado de responder a preocupaciones globales como la inmigración y la economía.
El coleccionista Steven Eber, también de Miami, dice que planea mantener un ojo en el arte cubano para ver si la experimentación de los artistas con diferentes motivos estrecha los lazos con EE.UU. y les da un mayor acceso a Internet y permisos para viajar más. “¿Cuántas pinturas de barcos realmente necesitamos?”, dice, medio en broma.
El marchante George Adams dice que la escena del arte también tendrá que sostenerse por sus propios méritos luego de que pase su atractivo inicial de “fruto prohibido”.
Actualmente, las obras de artistas cubanos no son necesariamente más baratas en La Habana que en Nueva York o Londres. Pero coleccionistas que visitan la isla pueden establecer relaciones con los artistas que pueden dar lugar a descuentos o prioridad sobre las nuevas piezas antes de que lleguen a Europa o Nueva York. Este tipo de acceso es valioso para los estadounidenses que compiten con coleccionistas europeos y latinoamericanos que llevan años viajando a Cuba. Distribuidores cubanos dicen que los estadounidenses representan más de un tercio de sus compradores.
El marchante neoyorquino Sean Kelly, que representa a Los Carpinteros, dice que espera que los coleccionistas estadounidenses se concentren en encontrar y visitar artistas jóvenes y vanguardistas en Cuba que aún no han sido ampliamente exhibidos en el extranjero. Agrega que también es probable que los coleccionistas se agolpen en la próxima bienal de La Habana, en mayo. “Si usted fuera el Jean-Michel Basquiat de Cuba de 24 años, nadie en EE.UU. habría sido capaz de descubrir su trabajo. Ahora, lo haremos”, dice.
Kelly también piensa que podría ser más fácil para los artistas cubanos obtener permisos para viajar a EE.UU. y vender su trabajo a los estadounidenses.
Ir de compras a Cuba ha sido un asunto complicado. Durante décadas tras la revolución de 1959, los coleccionistas de EE.UU. que deseaban viajar a Cuba necesitaban una licencia de viaje de la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro, que repartía un puñado de licencias al año para los estadounidenses que buscaban explorar Cuba por “materiales informativos” tales como arte. Otros coleccionistas aprovecharon resquicios legales para entrar a Cuba y comprar arte. Por ejemplo, con permisos de viaje otorgados por el Departamento del Tesoro a estadounidenses que se comprometieran a hacer trabajos humanitarios, académicos o religiosos en Cuba.
Farber ve paralelismos con el arte rebelde hecho en China tras las protestas de la Plaza de Tiananmen. Para acceder a los estudios de artistas en Cuba, estableció hace cinco años una fundación benéfica y creó un premio para artistas de la isla. Ahora, es dueño de más de 200 obras y planea volver el mes próximo.
Kelly aprovechará su licencia educacional para volar a La Habana para asistir el 28 de diciembre a la boda de Dagoberto Rodríguez Sánchez, de Los Carpinteros. “Para Cuba, esto es equivalente a la caída del Muro de Berlín”, dice Kelly. “Todos estamos listos para la fiesta”.
Los conocedores del mundo de las artes apuestan a que la restauración de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba podría convertir a la isla en el nuevo lugar de moda.
Durante años, coleccionistas de EE.UU. han estado rondando el arte cubano y comprándolo, gracias en parte a una excepción al embargo comercial en vigor desde hace más de medio siglo. Washington clasifica el arte como activos culturales.
Ahora, coleccionistas como Howard Farber, de Miami, dicen que espera una “estampida” hacia los estudios y galerías de Cuba tan pronto como se torne más fácil para viajar y comprar allí. “Creo que el arte cubano ha sido uno de los secretos mejor guardados entre unos pocos coleccionistas”, dice Farber, “y ahora que Cuba se abre para nosotros creo que más gente va a descubrir un género que es fresco y estupendo”.
Los precios del arte cubano empezaron a subir durante la última recesión, impulsados por coleccionistas como Farber y la filántropa de Miami Ella Cisneros, además de grandes museos como el Tate de Londres. Hoy, los precios de obras de estrellas vivientes del arte cubano como Yoan Capote, Carlos Garaicoia y el dúo de arte conceptual Los Carpinteros oscilan entre US$ 5.000 y US$400.000.
La plástica cubana encarna una mezcla de influencias y temáticas españolas, africanas y caribeñas. Wifredo Lam, quien murió en 1982, es considerado el Picasso de Cuba; hace dos años Sotheby’s vendió Ídolo (Oya / divinité de l’air et de la mort), de 1944, por US$4,6 millones, un precio récord para el artista.
Los artistas cubanos tienden a favorecer el uso de objetos tales como pedazos de madera gastados y chatarra. El arte cubano también ha abordado temas de la isla como el aislamiento y el mar: balsas, torres y remos son símbolos frecuentes. La crítica política ha tendido a la representación en imágenes codificadas para eludir la censura; últimamente, una mayor parte de la producción ha tratado de responder a preocupaciones globales como la inmigración y la economía.
El coleccionista Steven Eber, también de Miami, dice que planea mantener un ojo en el arte cubano para ver si la experimentación de los artistas con diferentes motivos estrecha los lazos con EE.UU. y les da un mayor acceso a Internet y permisos para viajar más. “¿Cuántas pinturas de barcos realmente necesitamos?”, dice, medio en broma.
El marchante George Adams dice que la escena del arte también tendrá que sostenerse por sus propios méritos luego de que pase su atractivo inicial de “fruto prohibido”.
Actualmente, las obras de artistas cubanos no son necesariamente más baratas en La Habana que en Nueva York o Londres. Pero coleccionistas que visitan la isla pueden establecer relaciones con los artistas que pueden dar lugar a descuentos o prioridad sobre las nuevas piezas antes de que lleguen a Europa o Nueva York. Este tipo de acceso es valioso para los estadounidenses que compiten con coleccionistas europeos y latinoamericanos que llevan años viajando a Cuba. Distribuidores cubanos dicen que los estadounidenses representan más de un tercio de sus compradores.
El marchante neoyorquino Sean Kelly, que representa a Los Carpinteros, dice que espera que los coleccionistas estadounidenses se concentren en encontrar y visitar artistas jóvenes y vanguardistas en Cuba que aún no han sido ampliamente exhibidos en el extranjero. Agrega que también es probable que los coleccionistas se agolpen en la próxima bienal de La Habana, en mayo. “Si usted fuera el Jean-Michel Basquiat de Cuba de 24 años, nadie en EE.UU. habría sido capaz de descubrir su trabajo. Ahora, lo haremos”, dice.
Kelly también piensa que podría ser más fácil para los artistas cubanos obtener permisos para viajar a EE.UU. y vender su trabajo a los estadounidenses.
Ir de compras a Cuba ha sido un asunto complicado. Durante décadas tras la revolución de 1959, los coleccionistas de EE.UU. que deseaban viajar a Cuba necesitaban una licencia de viaje de la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro, que repartía un puñado de licencias al año para los estadounidenses que buscaban explorar Cuba por “materiales informativos” tales como arte. Otros coleccionistas aprovecharon resquicios legales para entrar a Cuba y comprar arte. Por ejemplo, con permisos de viaje otorgados por el Departamento del Tesoro a estadounidenses que se comprometieran a hacer trabajos humanitarios, académicos o religiosos en Cuba.
Farber ve paralelismos con el arte rebelde hecho en China tras las protestas de la Plaza de Tiananmen. Para acceder a los estudios de artistas en Cuba, estableció hace cinco años una fundación benéfica y creó un premio para artistas de la isla. Ahora, es dueño de más de 200 obras y planea volver el mes próximo.
Kelly aprovechará su licencia educacional para volar a La Habana para asistir el 28 de diciembre a la boda de Dagoberto Rodríguez Sánchez, de Los Carpinteros. “Para Cuba, esto es equivalente a la caída del Muro de Berlín”, dice Kelly. “Todos estamos listos para la fiesta”.