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Los ataques a oleoductos golpean a Colombia

  • 09 noviembre 2014 /

Los atentados han desacelerado una de las economías más dinámicas de América Latina.

Cedeño, Colombia.

La explo­sión era rutina: la guerrilla detonó remotamente dinamita en un pun­to del oleoducto Caño Limón-Co­veñas, quemando parte de la selva en el ataque.

Una vez más, una fuente vital para la economía de Colombia, un oleoducto de 770 kilómetros de longitud que puede transpor­tar unos 220.000 barriles de crudo al puerto de Coveñas en el Caribe colombiano, tuvo que ser cerrada mientras era reparada.
“La guerrilla nos avisó antes, así que mandé a la casa a los ni­ños”, señaló Mélida Wilches, una profesora en una escuela adyacen­te al kilómetro 126 del oleoducto, donde ocurrió la explosión.

Durante los últimos dos años, los ataques de los subversivos contra los oleoductos en Colom­bia han socavado el progreso y la confianza de una de las economías más dinámicas de América Latina y ha planteado dudas sobre el pa­norama del país andino como una fuente confiable de crudo para Es­tados Unidos.

Luego de un auge en una in­dustria que el presidente Juan Manuel Santos ha llamado una locomotora económica, cuando la producción se duplicó a un millón de barriles al día, el sector se con­trajo 2,2% en el segundo trimes­tre, pese a que el PIB de Colombia se expandió 4,3%.

La inversión petrolera, que a junio de este año se ubicó en US$2.800 millones, fue la más baja en un primer semestre desde 2011. Una licitación en julio atra­jo ofertas por US$1.400 millones, apenas más de la mitad de lo que el gobierno esperaba.

Cabe aclarar que parte de los problemas de Colombia tienen que ver con precios internacio­nales del petróleo más bajos, y el auge de la exploración de hi­drocarburos en formaciones de esquisto en EE.UU., lo cual ha de­primido la inversión en el sector energético de toda América Lati­na, y retrasos burocráticos en Co­lombia para aprobar derechos de perforación, dicen ejecutivos pe­troleros y funcionarios del gobier­no. De todas formas, el aumento de los atentados de la guerrilla ha sido un factor determinante en la reducción de la producción y en la renuencia de las compañías ener­géticas a invertir en el país, dicen las mismas fuentes.

“Hay un pesimismo que no es­taba ahí antes entre las empresas en Colombia, una percepción de aumento del riesgo”, dijo Lisa Vis­cidi, analista del sector de ener­gía de Inter-American Dialogue, un grupo de análisis de políticas con sede en Washington.

La situación se ha vuelto tan sensible para el gobierno que el presidente Juan Manuel Santos dijo públicamente a fines de julio que los continuos ataques de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) podrían po­ner en riesgo las conversaciones de paz, que buscan poner fin a me­dio siglo de conflicto armado con ese grupo rebelde.

“Están jugando con fuego y este proceso puede terminar”, dijo el mandatario durante una rueda de prensa.
Jaime Bocanegra, quien su­pervisa la red de oleoductos de la petrolera estatal Ecopetrol, dijo que los ataques eran un duro gol­pe para la economía del país, que depende del petróleo para la mi­tad de los ingresos por exportacio­nes. Los atentados han hecho que Ecopetrol produzca 30.000 barri­les menos al día hasta agosto, el equivalente a US$3 millones al día. “Todo esto significa un menor giro de regalías a la nación”, dijo.

Se creía que ese tipo de ataques eran cosa del pasado luego de que el ejército colombiano lograra de­bilitar a la guerrilla durante años de presión militar.

Acá, en la región de los llanos orientales, donde empieza el oleo­ducto Caño Limón, tropas antigue­rrilla entrenadas por las Fuerzas Especiales de EE.UU. de Fort Bragg, Carolina del Norte, fueron capaces de reducir el número de atentados desde 170 en 2001 hasta apenas 37 al año entre 2007 y 2010.

El mejoramiento de la situa­ción, sin embargo, resultó tem­poral, ya que los ataques au­mentaron durante los tres años siguientes. Ni las FARC ni el otro grupo guerrillero, el Ejército de Liberación Nacional, ELN, pudie­ron ser contactados para que co­mentaran sobre la motivación de sus ataques.

Pero el comandante Germán Eudoro Velasco, quien dirige la unidad que protege uno de los tramos más peligrosos del oleo­ducto, dijo que los dirigentes de las FARC quieren fortalecer su po­der de negociación en la mesa de diálogo.

Jorge Enrique Bedoya, vicemi­nistro de Defensa, dijo que 90% del país estaba libre de la guerri­lla. De todos modos, cientos de ki­lómetros de oleoductos son blan­cos fáciles.

“Podríamos estar así, hombro con hombro (con los guerrilleros), y aun así sería casi imposible evi­tar muchos atentados”, dijo hace poco un solado mientras patrulla­ba el oleoducto con un rifle auto­mático a su lado.

En 2013, los ataques a oleoduc­tos sumaron 259. Este año, la fre­cuencia ha disminuido pero aún promediaron uno cada tres días hasta agosto, según el Ministerio de Defensa.

Francisco Lloreda, presidente de la Asociación Colombiana del Petróleo, un grupo de la industria que representa a Exxon Mobil Corp. y otras empresas extranje­ras, sostuvo que los atentados gue­rrilleros este año le han costado al sector US$522 millones en pro­ducción perdida comparado con US$350 millones en todo 2013.

Un nuevo oleoducto, el Bicen­tenario, que costó US$1.600 mi­llones y se completó el año pasado con el fin de transportar 110.000 barriles al día a través de lo que funcionarios dijeron sería cemen­to prácticamente impenetrable, no se ha salvado. Se mantuvo cerrado por 174 días durante los primeros ocho meses de este año, principal­mente debido a la violencia de los subversivos, dijo Ecopetrol.

Los ataques les han dado argu­mentos a los críticos del gobierno que dicen que el presidente Santos ha ablandado la estrategia de se­guridad para avanzar con las con­versaciones de paz.

“Mientras el proceso de paz se dilata, las fuerzas armadas ya no están atacando a la guerrilla como antes”, dijo Alfredo Rangel, un se­nador de la oposición.

El gobierno niega que haya suavizado la seguridad. Ecope­trol indica que miles de soldados han sido desplegados y que se han frustrado al menos 100 ataques rebeldes este año.

“No nos hemos quedado con los brazos cruzados”, dijo hace poco a la prensa el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas.