04/12/2025
11:02 PM

El futuro de la casa inteligente y funcional aún está distante

¿Han llegado acaso las personas al punto de que les molesta apagar ellas mismas las luces o ajustar el termostato cuando se van a dormir o salen de casa?

Nueva York, Estados Unidos.

Así se siente despertarse en la casa más inteligente de Estados Unidos. Mejor dicho: así se siente Alex Hawkinson, presidente ejecu­tivo de SmartThings, que constru­ye viviendas llenas de tecnología. En su inmueble en un suburbio de Maryland, todas las luces y tomaco­rrientes, además de una decena de aparatos, están co­nectados a Internet y son controlables desde allí.

Al despertar, Hawkinson se es­tira y el acelerómetro dentro de su pulsera UP, de Jawbone, registra el movimiento y de forma inalámbrica lo comunica a su iPhone, que envía la señal al software que controla la casa desde la nube. Las luces de la primera planta se encienden. La ca­fetera empieza a filtrar café. El ter­mostato eleva la temperatura de ambiente del hogar y el sistema de seguridad se apaga.

Para cuando Hawkinson entra a la cocina, su café está listo. Cuando abre el gabinete donde guarda las ta­zas, un sensor enciende un parlan­te conectado a Internet al lado de la mesa del comedor. Una voz de mujer ligeramente robótica le informa so­bre el estado del tiempo.

Los sistemas de automatización del hogar no son nuevos. Lo que es diferente en 2014, señalan Hawkin­son y otros impulsores de estos sis­temas y dispositivos “inteligentes”, entre ellos el gigante tecnológico Apple Inc., es que ahora es fácil y relativamente asequible hacer que cualquier casa sea inteligente.

La pregunta más importante es: ¿por qué alguien querría tener una vivienda así? Hawkinson cree que la aplicación más importante de las tecnologías de casas inteligentes, al menos por ahora, es la seguridad.

Google aparentemente concuer­da con Hawkinson, ya que su subsi­diaria Nest, que empezó fabricando termostatos inteligentes, anunció recientemente la adquisición de Dropcam, una startup de cámaras de videos conectadas a Internet.

De todos modos, salvo las per­sonas que tienen razones específi­cas para automatizar sus hogares, pocas optan por hacerlo, aunque los equipos son gratuitos. Como han indicado varias reseñas, inclu­so cuando la tecnología funciona de la forma publicitada, la complejidad que añade a la vida cotidiana supe­ra cualquier conveniencia que pueda proporcionar.

¿Han llegado acaso las personas al punto de que les molesta apagar ellas mismas las luces o ajustar el termostato cuando se van a dormir o salen de casa?

Además, realizar cualquier ac­ción con un sistema automatizado requiere que uno piense como un in­geniero. Si bien se puede hacer todo a través de una interfaz de teléfono inteligente, al igual que todos los paquetes de automatización de la casa, aún se siente como el Google Glass de los aparatos para el hogar: inmensamente atractivo para unos pocos fanáticos de la tecnología, pero un dolor de cabeza para todos los demás.

Eso no quiere decir que las casas inteligentes no tengan po­tencial. Se trata de una tecnología en ciernes.
¿Será que el problema de las vi­viendas inteligentes modernas y los aparatos conectados es que carecen de un factor verdaderamente impre­sionante? ¿Ese es el maravilloso fu­turo que prometieron?

Las funciones más emocionantes de la casa de Hawkinson son tam­bién las más novedosas: una luz en una biblioteca cambia de color para indicar que el cartero ha dejado co­rrespondencia.

Por ahora, pareciera que a los fa­bricantes de tecnología para casas inteligentes les cuesta encontrar esa aplicación arrolladora que impulse una amplia adopción. Para algunas personas, podría ser la seguridad. Para otras podría ser la gestión de energía o la vigilancia de niños y mascotas. Pero sea lo que fuere, ten­drá que lograr algo que las casas de hoy no pueden hacer.

Hawkinson cuenta que un desa­rrollador creó un sistema que lan­za un dron que puede captar video de alguien que entra a una casa sin autorización.

Sí, suena a una antiu­topía, pero muestra lo que muchos esperan que suceda con las casas in­teligentes: que se conviertan en un centro de experimentación con ele­mentos que transformen la forma de vivir, en lugar de sólo añadir comple­jidad donde menos se desea.