07/12/2025
07:03 AM

Doña Queta cambia sus angustias por optimismo

Hasta las uñas de los pies se pinta de verde y rojo. En su casa, por cualquier lugar se ven motivos y pósteres de su querido Marathón.

San Pedro Sula, Honduras.

Doña Queta entró a la sede de su equipo Marathón regalando naranjas peladas, abrazos y besos a los jugadores que se estaban preparando para el encuentro de la gran final de este sábado contra el Matagua en el estadio Yankel Rosenthal.

Ha pasado muchas angustias en torneos anteriores, pero Enriqueta Sagastume se muestra feliz y segura que el equipo verdolaga será campeón. Es seguidora de los esmeraldas desde hace cincuenta años, cuando el estadio Morazán era de madera. Entonces venía de jalón en los camiones cementeros desde Bijao solo para ver jugar a sus muchachos.

“Hija, y de dónde te ha nacido eso”, le preguntaba su madre al verla entusiasmada con un equipo de fútbol cuando las muchachas de ese tiempo disfrutaban más de los bailes con marimba que se celebraban en la vecina comunidad de Blanquito.

Foto: La Prensa

Doña Queta llegó al estadio Yankel Rosenthal con dos nietos en un taxi. Foto Amílcar Izaguirre
En su casa verde del barrio Flor del Valle conserva las evidencias de su larga trayectoria como aficionada, entre estas, centenares de boletos de entrada a los estadios pegados en un cuaderno. En las excursiones que organizaba para acompañar al Monstruo en sus encuentros fuera de la ciudad le tocaba poner dinero, pero de todas maneras era feliz, asegura la señora.

Cierta vez, el propio bus que ella había contratado la dejó botada en Tegucigalpa porque el chofer creyó que se había venido en otro carro. Tuvo que venirse de jalón en un camión ferretero.

Foto: La Prensa

La mayor aficionada verdolaga vaticina un 2-1 a favor del Marathón.
Su vivienda es como un santuario dedicado al amor de sus amores. “Tengo un relajo de pichetes y a todos los adoro”, expresa. Allí vive con un nieto mayor y sus mascotas consentidas: Bolonco, Bolonquito y Cachita, tres loros a los que les enseñó a decir: “Urra, Marathón”.

Aunque a sus 80 años a veces no recuerda los nombres de todos los jugadores de su equipo, se siente saludable porque todavía puede subir las gradas del estadio sin cansarse gracias a que se baña con agua calentada por los rayos del sol, según dijo.

Los jugadores son como sus hijos y siempre les lleva naranjas del mercado, por eso ellos la llaman madre. “Lloro cuando los expulsan o los golpean”.

Si el árbitro no saca tarjeta a los que cometen esas faltas, ella grita desde las gradas: “Sacale aunque sea la lengua”.