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Tras 28 de años de dominar la corriente lo mata un rayo

  • 27 julio 2015 /

El electricista Jesús Moreno Cruz murió cuando reparaba unas líneas en Santa Cruz de Yojoa

Santa Cruz de Yojoa, Honduras.

Con 28 años de experiencia como electricista, Jesús Moreno Cruz sabía que tenía que tomar todas las medidas de seguridad antes de subirse al poste a reparar una línea dañada por las tormentas en el desvío a Las Flores, Santa Cruz de Yojoa.

Se ajustó su casco de vinilo en la cabeza, metió las manos en los guantes de lona y se puso a brincar sobre el primer peldaño de la escalera para asegurarse de que estaba bien afianzada.

Su compañero de trabajo José Edgardo Regalado lo observaba sin asombro, pues ya estaba acostumbrado a verlo poniendo en práctica los conocimientos de seguridad que les enseñan en la Empresa Nacional de Energía Eléctrica.

Era un domingo escasamente soleado. La noche anterior había caído una tormenta torrencial que dejó sin electricidad las comunidades de Santa Cruz, El Balín, San Isidro y Los Chorros, alimentadas por la línea 389, que se disponían a reparar los experimentados electricistas.

A Jesús no le tocaba trabajar ese día, pero sus jefes lo llamaron de emergencia para que ayudara a reparar la falla, mientras disfrutaba de su día de descanso con su familia en Santa Cruz.

Tomó su carro y se fue con la promesa de que regresaría a tomar sopa de gallina preparada por su esposa Zunia, a quien conoció hace unos 20 años, cuando fue asignado a la división de Santa Cruz por la empresa estatal.

Como él vivía frente a la pulpería que tenía la familia de Zunia, tuvo la oportunidad de cortejarla cada vez que llegaba a comprar refrescos o cualquier otra chuchería, a veces por puro pretexto.

El electricista se desvelaba picoteando con dos dedos las teclas de una vieja máquina para escribirle las cartas de amor que le entregaba al día siguiente.

También la halagaba con galletas Ritz; por eso, ya estando juntos, cuando miraban el producto en algún negocio le preguntaba realizado: “¿Te acordás de que con estas galletas te conquisté?” .

Se casaron por la Iglesia Evangélica después de procrear a sus hijos, Lilí que ahora tiene 18 años, Génesis, de 10, y Jesús Daniel, de 8, que por ser el menor y el único varón, era el consentido.

Comprándole zapatos estaba cuando le cayó en el celular una llamada que no contestó, pero al devolverla se dio cuenta de que se trataba del mandato de sus superiores.

“El deber llama”, dijo. Ni se puso la camisa que le aplanchó su mujer, sino una kaki de trabajo que tenía en el carro porque siempre andaba preparado por cualquier emergencia. Nadie se imaginó que después vendría la tragedia, ya que él no era ningún novato.

Empezó trabajar en el oficio a los 16 años cuando vivía en la comunidad de La Sarroza, municipio de El Progreso, Yoro donde transcurrió su infancia en medio de la pobreza.

Le contaba a su esposa que eran tan pobres en su casa que cada año cuando iba a la escuela le agregaba un parcho a su camisa que al final terminó convertida en el mapa de Honduras.

Por eso cuando llegaron aquellos electricistas de una compañía privada a instalar la luz a su comunidad y le ofrecieron trabajo, no vaciló en irse con ellos.

Negrura

La mujer del electricista ya había cocinado la sopa de gallina en una estufa de gas cuando se formó una negrura en el cielo y después un relampagueo. En ese momento se escuchó el estruendo de un rayo que provenía del sector de Las Flores, cerca del Lago de Yojoa.

La descarga atmosférica había caído precisamente en la línea de conducción que estaba reparando Jesús. No había forma de que se salvara del fuerte impacto.

Edgardo, quien se encontraba abajo, subió para auxiliarlo cuando estaba colgado, pero a los pocos minutos Jesús expiró. Le tomó el pulso en la yugular y comprobó que ya estaba muerto. Entonces le hizo señas a Israel Figueroa, un compañero que acudió al llamado, y juntos bajaron el cuerpo.

Zunia no tuvo valor de ir a verlo. Prefirió quedarse con el recuerdo del hombre sonriente que enfrentaba la vida con entusiasmo sin pensar en la muerte.

En detalle

Nació hace 50 años en la colonia Gracias a Dios de Villanueva. El día de la tragedia levantó temprano a su mujer para que le hiciera café y le calentara un nacatamal.

Había tenido dos accidentes. Una vez se quemó la camisa y otra se cayó con todo y poste con un compañero.

Su gran sueño era ver a sus hijos graduándose, por eso los alentaba a que estudiaran.