En el centro comunal, donde tantas veces se escucharon risas y se celebraron actividades familiares, hoy reina el silencio y el llanto. Ahí, en un ataúd de madera pintado de azul claro, yace el cuerpo del niño, Johnny Neptaly Gómez Vásquez, que fue encontrado sin vida en una bodega de una fábrica de plásticos de la zona.
Decenas de personas han llegado desde temprano para acompañar a la familia doliente. No hay hogar en El Tablón que no esté marcado por la noticia.
Hombres, mujeres, jóvenes y niños se acercan en silencio, muchos con lágrimas en los ojos, otros sin poder articular palabra. La consternación es total; nadie puede creer lo sucedido.
Dentro del salón comunal, el pequeño ataúd está rodeado de flores y velas encendidas. Los tres perros que siempre acompañaban al menor rondan el lugar, como si también entendieran que su amigo no volverá a jugar con ellos.
El ambiente es desgarrador, los vecinos se abrazan, se consuelan entre sollozos y recuerdan al pequeño como un niño alegre, inquieto, lleno de vida.
“Yo lo conocí desde que nació, se crió en la comunidad, siempre era muy activo y se llevaba con nosotros. Ayudaba a todas las personas que podía”, dice entre lágrimas un vecino que lo vio crecer.
En cada conversación, el nombre del niño se pronuncia con cariño y respeto. Todos lo recuerdan corriendo por las calles con una sonrisa traviesa, acompañado de sus inseparables perros.
Era estudiante de segundo grado en la escuela de la aldea.
Las madres de la comunidad no pueden ocultar el miedo y la indignación. Algunas abrazan con fuerza a sus hijos, temerosas de que algo así vuelva a ocurrir.
Afuera, la calle principal permanece llena de vecinos que llegan a dar el pésame. Nadie quiere irse. Los murmullos se mezclan con oraciones, y de vez en cuando se escuchan los lamentos de quienes aún no asimilan la tragedia. El aire es denso, pesado, cargado de dolor y rabia contenida.
En medio de ese ambiente de duelo, el abuelo del menor, don Calixto Gómez, toma la palabra con voz quebrada pero firme.
“Exigimos justicia. Que se investigue a fondo y que se aplique todo el peso de la ley. No podemos quedarnos callados ante algo tan terrible”, expresó.
La comunidad de El Tablón, acostumbrada a la paz y a la solidaridad, se aferra hoy al consuelo mutuo.
Entre lágrimas, promesas de justicia y abrazos interminables, despiden a un niño que era símbolo de alegría y unión.
La noche caerá pronto sobre la aldea, y con ella, el eco del dolor de un pueblo que clama por justicia y que difícilmente podrá olvidar esta tragedia.