El mismo día que su cuerpo fue encontrado sin vida en un terreno boscoso, María José Alvarado debía estar viajando en un avión hacia Londres. Allá, en Inglaterra, representaría a Honduras en Miss Mundo, pero ese sueño nunca se cumpliría.
María José Alvarado era una reina de belleza con un futuro promisorio en el escenario nacional. Nació en la occidental ciudad de Santa Bárbara el 19 de julio de 1995 y desde que era una niña soñó con ser modelo y actriz. Incluso, ya a los 15 años se enfundaba el cetro de ganadora del Miss Teen Honduras.
Era una promesa en ascenso y su rostro, ojos café claro y cabello castaño ya se hacían conocidos entre los hondureños.
“¡Hola a todos! Mi nombre es María José Alvarado y represento orgullosa al corazón de Centroamérica: Honduras. Por esto y por mucho más, los animo a venir a Honduras de viaje. ¡Lo mejor está por venir!”, dijo, emocionada, María José, tras ser coronada como Miss Honduras Mundo.
La noche del terror
El 13 de noviembre de 2014, su hermana Sofía la invitó a la fiesta de cumpleaños de su novio, un hombre llamado Plutarco Ruiz (San Vicente Centenario, Santa Bárbara, 1982) .
Este hombre se movía en la región acompañado por guardaespaldas y por amigos que siempre andaban armados.

“Me vienen a traer”, le dijo María José a su madre, antes de salir de su casa en el barrio Galeras con rumbo a la celebración. Tres hombres armados en un carro la recogieron y la llevaron hasta el sitio.
María José, quien ya había cumplido los 19 años, llegó a eso de las 7:00 p.m. hasta el balneario Aguagua, a algunos kilómetros de la ciudad, en el municipio de San Vicente Centenario.
Todo parecía normal: los pocos invitados departían e incluso bailaban en una de las áreas abiertas del balneario. El ambiente, hasta ese momento, era de celebración.
Pero todo cambió cuando la ira y los celos se apoderaron de Plutarco, un hombre de baja estatura, fornido y con una mirada de desconcierto permanente, como si lo que pensara fuera incierto y que solía explotar cuando algo no le agradaba.

Y así fue cuando vio a Sofía, su novia, bailando con otro hombre. Según los testimonios, Plutarco desató su ira sobre Sofía apartándola del área de baile y discutiendo mientras alzaba la voz y la cuestionaba por la que consideraba una falta de respeto.
Fue entonces cuando Miss Honduras Mundo intercedió en defensa de su hermana, pero esto solo acrecentó el deseo de Plutarco de hacerles daño.
Plutarco desenfundó su arma, le disparó en la cabeza a Sofía, matándola al instante, y procedió a hacer lo mismo con María José. Ese era el fin. Así, Plutarco acababa a sangre fría con la vida de las jóvenes hermanas.
No le importó que hubiera testigos, ni que haya sido en un sitio público y concurrido. A esa altura, Plutarco (de 31 años en ese momento) ya no pensaba en el doble crimen que había cometido, sino en cómo lo ocultaría.
De hecho, el informe policial precisa que Plutarco amenazó a testigos y obligó a que incluso le ayudaran a limpiar la escena del doble crimen. Después, asistido por sus amigos y guardaespaldas, trasladó los cuerpos de las hermanas hacia un terreno boscoso a unos seis kilómetros del balneario en su vehículo, un Toyota Hilux blanco.
Cerca de la aldea Cablotales, en el municipio de Arada, Plutarco ordenó cavar una fosa a orilla del río Aguagua. El lugar le pareció idóneo para desaparecer a las hermanas y allí amenazó a los presentes si revelaban información.
De inmediato, la familia de las hermanas alertó a autoridades y fueron reportadas como desaparecidas. Santa Bárbara se paralizaba y solo había un sospechoso: P,lutarco, el peligroso hombre que se rumoreaba estaba involucrado en actividades criminales, como se confirmaría más adelante.
El macabro hallazgo
La policía emprendió una búsqueda de las jóvenes y capturó a Plutarco Ruiz en Santa Bárbara junto a Aris Maldonado, uno de sus cómplices.
Ruiz habría confesado el doble crimen y la ubicación de la fosa. Incluso, en su intento por ocultar los hechos, mandó a lijar y pintar su vehículo para hacer desaparecer posibles pruebas, pero autoridades lo decomisaron antes en un taller de San Nicolás, Santa Bárbara.

Agentes de la extinta Dirección Nacional de Investigación Criminal (DNIC) y policías locales dieron con los cuerpos y finalmente fue confirmado por Medicina Forense que eran María José y Sofía.
La estrategia de Plutarco
Plutarco estaba acorralado. Las pruebas lo implicaban y los testigos estaban listos para declarar su participación en las muertes de las jóvenes.
El rostro del violento y enigmático Plutarco acaparaba las portadas nacionales y el caso había trascendido la escena internacional por tratarse de la muerte con saña de una miss.
Plutarco aparecía constantemente en la televisión, los portales y el caso había acaparado toda la atención de los reporteros, pero ahora aquel hombre que caminaba con un porte reacio y confrontativo ahora aparecía con un traje naranja de presidiario y con una expresión desconocida.
Con una barba descuidada y un aspecto deplorable, Plutarco apareció en los juzgados encorvado, desaliñado y con saliva en su boca. Sí. Plutarco quería fingir demencia u otro problema mental, como estrategia para librarse de su prontuario de acusaciones.
La estrategia de Plutarco, quien se había convertido en uno de los reos más custodiados por autoridades penitenciarias, por el alto riesgo de que otros reclusos lo asesinaran, no fue efectiva. Se le hicieron exámenes y se comprobó que estaba cuerdo.
Aquel ataque mortal contra las hermanas no había sido producto del azar o un episodio aislado. Plutarco era un hombre violento, machista e impredecible.
Ejercía poder a través del dinero y las armas, pero nadie tenía claro con quién trabajaba o qué hacía, pero sí era evidente que Plutarco era un hombre peligroso.
Hasta que ingresó en prisión, a la deriva, quedándose cada día con menos recursos y con una defensa débil. En mayo de 2017 fue declarado culpable de feminicidio de Sofía Trinidad y de asesinato de María José, con una condena de entre 45 y 60 años.
El terror que vivió en la cárcel y su final
A finales de 2016, Plutarco ya había sido trasladado a la cárcel de máxima seguridad hondureña El Pozo, en Ilama, Santa Bárbara, cerca de la zona de operaciones criminales en la que operaba, pero ahora atado de manos, sin poder ejercer su violencia y a la deriva, en peligro permanente de ser atacado por presos incluso más violentos y sanguinarios que él.
Plutarco vivió en alerta en la cárcel. Sus días eran grises y el peligro de ser atacado por otros reos le hacían estar preocupado todo el tiempo. Delgado, con el pelo enmarañado y con un semblante alicaído, Plutarco había pasado de ser un hombre poderoso a un reo que tenía aún deudas por saldar a sus antiguos socios.
Pero fue antes que cometiera aquel doble crimen cuando un cártel de la droga había ordenado matar a Plutarco.
Ruiz era, junto a su hermano David, asesinado meses antes de los crímenes de las hermanas Alvarado, miembro de un grupo criminal que tenía un narcolaboratorio en la zona de El Bálsamo, también en Santa Bárbara.
El nexo de esa célula era con el poderoso Cártel de Sinaloa. La organización de Ruiz se habría quedado sin permiso con un dinero de un cargamento de droga, lo que habría desatado las muertes de al menos ocho miembros en Honduras de ese clan.
Plutarco se salvó de la muerte justamente por ser encarcelado. Era el siguiente en la lista, pero gozó de aislamiento en prisión, hasta que el 2 de febrero de 2023 fue atacado mortalmente a balazos por dos reos miembros de pandillas en la cárcel de El Pozo.
Los perpetradores del crimen contra Plutarco Ruiz no confesaron más detalles sobre el crimen y aún libran un juicio, pero la hipótesis más importante es que fueron pagados por alguien externo, presuntamente narcos que buscaban quitarle la vida desde que ingresó a prisión.