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SAN PEDRO SULA.
Honduras tuvo su Billy Elliot, pero a diferencia de aquel exitoso baletista británico, el catracho no tuvo un final feliz como tanto anheló. La criminalidad le arrebató su futuro, sus sueños y el ideal de morir bailando en los escenarios.
Hace un año, desconocidos lo asesinaron y con ello acabaron con la carrera de Nino Ramos, un bailarín apasionado, maestro de danza y una promesa nuestra para el mundo.
Un día como hoy fue sepultado en El Progreso. Parece inverosímil y una pesadilla de las que los que lo amaban quieren despertar, pero no será así. Fotos y recuerdos es lo que ha dejado como legado. También algunos videos que en internet perpetúan su pasión por el baile.
Sus restos descansan de la crueldad con la que le arrebataron la vida y aunque de eso hace 365 días, aún no hay culpables ni mucho menos castigo para los que cometieron el abominable crimen.
| El inolvidable Nino Ramos.
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Su talento. Nino fue alumno del baletista Georgino Orellana, quien también tuvo un trágico final. Pulió su arte con grandes maestros de danza moderna en la capital pero aparte de eso, descubrió su amor por la danza árabe, logrando asombrar a quien presenciaba su solvencia para hacer temblar su abdomen y mover las caderas con magistral talento.
También viajó a otros países para certificarse en expresión corporal, técnicas de baile y nuevos géneros de danza hasta que llegó a Adagio Dance Studio para conformar su plana de educadores de baile.
Su consagración. El 15 de agosto de 2013, en el teatro José Francisco Saybe y con nervios a millón, Nino presentó un evento organizado con sus esfuerzos y desde Estados Unidos trajo a Sadie Marquardt, estrella de “belly dance” y finalista del reality show America’s Got Talent.
Aquella noche, este baletista asombró a todos. La velada fue un éxito y cuando le bailó a la estrella internacional, la deslumbró y provocó que ella le hiciera reverencia por la forma en que danzó.
Los que fueron sus amigos, lo siguen llorando. Su familia lo extraña y no encuentran resignación y los escenarios siguen de luto por el vacío que ha dejado este joven, recordado por su nobleza, calidez, alegría, sentido del humor y ante todo, un ser sin maldad ni rivalidades.
Los que lo aman, solo claman justicia, aunque no vuelvan a aplaudir al gran Nino, al joven que la maldad no tuvo piedad y le truncó su ser y su éxito.
Vivir en Rosa le rinde tributo con fotos inéditas que se habían captado para un reportaje sobre su carrera y talento, pero por su muerte, no habían sido publicadas y hoy ven la luz como homenaje póstumo.
Nino Ramos con su compañera de ballet Tiffany Martínez.
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