Sergio Suazo Lang tomó sus primeras clases privadas bajo la tutela de la pianista Norma Erazo, tuvo un paso fugaz por la Escuela de Música Victoriano López, luego el destino lo llevó a Guatemala y finalmente a Canadá, donde cursó estudios en el Conservatorio de Música de Quebec y en la Universidad de Montreal.
Desde hace 18 años es maestro en la Escuela Primaria de Aplicación Musical y varias generaciones de músicos han aprendido bajo su tutela. Y aunque disfruta su ocupación pedagógica, hay una parte de su inquieto espíritu que lo impulsa a cometer “locuras” (porque algunos proyectos son locura en este país) como Del barroco al jazz.
En diciembre de nuevo compartirá escenario con otros músicos en el teatro José Francisco Saybe. Conversamos con este pianista, compositor, maestro y promotor cultural.
¿Cree que se pierde el músico o el compositor en la rutina de las clases?
Sí. La docencia es bonita pero en nuestro país no es bien remunerada. En otros países con una sola jornada de trabajo tiene lo suficiente para vivir y puede dedicarse sin problemas a crear o investigar.
¿Del barroco al jazz le ayuda a liberarse de la carga docente y recordar el propósito por el cual salió a estudiar al extranjero?
Es la oportunidad para sentir eso, de lo contrario la vida de uno se limita a dar clases. Además es ideal para mostrar composiciones que jamás han sido presentadas.
¿Por qué mantener un proyecto que demanda tanto trabajo y no deja grande ganancia económica? Podría quedarse tranquilo en su casa.
Pero me mueve la necesidad de compartir la música con el público. Desde la primera edición Del barroco al jazz mi deseo era presentar un evento que no había en la ciudad.
Fue el primer concierto realizado en el teatro Saybe, luego vinieron exposiciones de pintura y otros conciertos.
¿Considera que no hay apoyo suficiente para este tipo de eventos?
Las fundaciones son las únicas, pero tienen sus parámetros definidos. Más les interesa espectáculos populares y nuestra música no es de consumo. En otros países la gente está pendiente de cuándo hay conciertos, mientras aquí uno debe luchar para que la gente asista.
En esta edición Del barroco al jazz, Sergio Suazo, presentará la Orquesta Juvenil Sampedrana, un proyecto personal formado por músicos recién egresados y otros que se habían alejado de la música.
¿De qué se trata este proyecto de la orquesta juvenil?
La idea es formar una orquesta juvenil con pretensiones serias. Actualmente son 35 jóvenes que practican en la Escuela Primaria de Aplicación Musical. Algunos acaban de egresar, otros ya salieron y otro porcentaje sigue clases en la Victoriano López. Es un proyecto a largo plazo que además ofrecerá conciertos didácticos porque es una experiencia interesante que los jóvenes vean a otros jóvenes tocando.
En 2008 Suazo comentó sentirse frustrado de haber vuelto al país. En aquel momento no despejamos la duda y ahora aprovechamos para hacerlo.
¿En qué sentido interpretamos esa frustración?
En el sentido de que uno regresa al país y piensa que por haber estudiado fuera habrá alguien con algo de visión que le va a ofrecer un trabajo que permita contribuir, pero con la posibilidad de desarrollarse ya sea como compositor o instrumentista. Uno va al extranjero y al volver debe ingeniárselas para sobrevivir y lo que estudió no tiene méritos.
El primer tropiezo es la Universidad Autónoma, donde le presentan una y mil excusas para no reconocer su título. Estudiar en una universidad extranjera es un conflicto, retorna al país y le hacen sentir que no vale. Eso es frustrante. Tenemos compositores de alto nivel como Walterio Galdámez y Norma Erazo, pero se pierden en el sistema o en trabajos menores.
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