En esa comunidad se cuentan muchas historias tenebrosas que iremos narrando poco a poco en esa sección dominical de Diario LA PRENSA.
Antes de llegar al restaurante, propiedad de uno de los hijos del general Tiburcio Carías Andino, hay un desvío de una calle de tierra que conduce a San José, el camino es malo y hay que viajar con mucho cuidado.
Cuentan los vecinos que en las noches de luna se ven cosas interesantes, luces que cruzan a gran velocidad y no se trata de meteoritos, señales brillantes que casi forman una cruz, bolas de fuego que van de un lado hacia otro.
Fenómenos a los que están acostumbrados, incluso, han llegado a hablar de la presencia de extraterrestres, esas historias las dejaremos para más adelante, estoy seguro que van a quedar fascinados.
Pues bien, entre los meses de noviembre y diciembre pasan por ahí bandadas de aves, entre ellas unas palomas que los campesinos llaman azulonas por el color de sus plumas, muchas se estacionan por un período en ese lugar y se refugian en las montañas cercanas a una gran planada, muy cerca de San José de Sonaguera.
Una tarde cuando había bajado el sol, dos cipotes que eran primos decidieron ir a buscar azulonas, era el momento propicio de agarrarlas en las ramas de los árboles y especialmente en unas plantas que daban un fruto morado de tamaño de los nances y que eran las favoritas de las palomas.
¿Vistes? Allá volaron unas, vámonos despacito para que no nos sientan. Sí primo, ya las vi, váyase usted rectecito que yo me voy por aquí como agarrando para aquellos ocotes.
Los muchachos se fueron agachados con las hondas listas para lanzar las piedras, Juancito, que así se llamaba el que iba hacia los ocotes, vio una bandada que voló cerca y se posó en un roble, se agachó más y comenzó a caminar despacio cuando lanzó la pedrada, la bandada no voló asustada, sino que se fue contra el muchacho que comenzó a correr gritando, corra primo que las palomas me están atacando... ¡corra...!
Celso, el otro muchacho comenzó a correr, a él también lo estaban atacando moviendo la honda hacia todos lados, trataba de evitar los ataques, su primo hacía lo mismo.
Al fin los animales volaron de nuevo hacia los árboles. Cuando llegaron a sus casas iban sangrando de los brazos y de la cabeza y contaron a sus familiares que las palomas se habían vuelto locas porque los atacaron.
Un señor, de nombre Mario, que revisó las heridas de los muchachos dijo... estas no son picadas de paloma, estas son como mordidas, fíjense bien que aquí se ven las marcas de unos dientes finos.
Por precaución llevaron a los primos a un centro de salud donde les curaron las heridas, los inyectaron y sus padres alejaron las preocupaciones.
Preguntó en qué lugar habían sido agredidos, los jóvenes dieron la dirección correcta a los adultos. Mañana, dijo Mario, vamos a llevar las escopetas para salir de dudas.
Al día siguiente los cuatro hombres que habían decidido ir en busca de las supuestas palomas azulonas, esperaron la llegada de la tarde y cuando comenzaba el sol a declinar detrás de las montañas emprendieron la marcha.
Una bandada salió asustada de la planada y se refugió en los robles, momento que aprovecharon dos hombres para disparar sus escopetas, y varios animales cayeron al suelo emitiendo extraños chillidos.
El resto de la bandada se abalanzó contra los tiradores pero estos eran experimentados y dispararon de nuevo matando a otros animales, los de la planada también dispararon, recogieron varias de las supuestas palomas, alguien dio la voz de abandonar el lugar y regresaron al pueblo.
Los vecinos estaban asustados, jamás en sus vidas habían visto pájaros con alas de murciélagos y con pequeños dientes afilados, aunque sus cuerpos estaban llenos de plumas, los metieron en una caja y le pusieron candado con el objeto de llevarlos a la capital para que los estudiaran.
Al día siguiente abrieron la caja y no había un tan solo pájaro, los vecinos oraron intensamente, una de las rezadoras comentó, esos eran pájaros del demonio..., ave María purísima; los pájaros del diablo nunca más volvieron a aparecer en San José de Sonaguera.
Como les dije, hay muchas historias que les iré contando poco a poco.