Thedy Oviedo, licenciada en Enfermería, labora en la sala covid (hospital móvil) del Mario Rivas.
Lleva dos años atendiendo pacientes con coronavirus, se le nota el agotamiento físico y el dolor que siente al ver morir a una persona a causa del virus, por la que se ha luchado.
El covid-19 le arrebató la vida al querido doctor Cándido Mejía
Héroe de primera línea
Uno de los médicos que se llevó la pandemia de covid-19 fue el querido y reconocido dermatólogo Cándido Mejía, quien fue jefe de Dermatología del hospital Mario Rivas. El doctor Cándido murió la noche del miércoles 3 de febrero de 2021 en el Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) de San Pedro Sula, tras varios días de luchar por su vida, luego de contagiarse de covid.El dermatólogo fue un héroe de primera línea, creó un protocolo ambulatorio para atender a los pacientes con covid, tratamiento que cruzó las fronteras hondureñas y curó a compatriotas afectados por el virus residentes en otros países que en ese momento estaban afectados por la enfermedad. Por también tener la especialidad de internista puso a disposición un número telefónico y mediante WhatsApp daba atención a los pacientes, quienes lograron curarse y vencieron la enfermedad.Su muerte le dolió a sus colegas, compañeros de trabajo, amigos, pacientes y más aún a su esposa e hijos, quienes lo recuerdan con nostalgia. Como él muchos médicos dieron sus vidas para salvar la de los hondureños.
En entrevista con LA PRENSA contó que durante las turnos que son de ocho y hasta 10 horas, no comen, no beben agua, no van al baño.
“Es para evitar contagiarnos al retirarnos el equipo de protección. Es agotador, estamos cansados físicamente de tener que usar el traje, las máscaras, el gorro y todo lo que usamos a diario. La sala es agotadora también emocionalmente porque son pacientes graves los que atendemos, hemos visto morir a muchas personas, no deseamos que fuera así, deseamos que todos se recuperen, pero hay casos que no pueden recuperarse y lastimosamente los perdemos”, relató.
Thedy al igual que varios médicos y enfermeras profesionales y auxiliares fueron llamados al Rivas para formar parte del personal de atención a pacientes con covid, ya que el recurso humano del centro asistencial se negó a cubrir esa área.En lo más álgido de la pandemia, morían hasta 10 personas por turno en el Mario Rivas, contó Oviedo.
“Sentimos impotencia, vemos pacientes que uno tiene la esperanza que sí se van a recuperar, que han estado un mes, mes y medio en la sala, luchan a diario y uno luchando junto a ellos, se les toma cariño y se crea una conexión con el paciente, cuando llegamos al turno y ya no está en la cama o fallecen en nuestro turno lloramos, lloramos por el paciente que hemos perdido”, lamentó.
A Oviedo la conmovió la muerte de un paciente de 53 años que tras varios días de lucha perdió la batalla, ese día quiso renunciar a su trabajo. Mientras atendía al enfermo “me agarró de la mano y me dijo ‘ya no mama, así déjeme, ya no puedo más, ya no me ayude, no quiero seguir más’.
Uno quiere tener una varita mágica para que se sanen y puedan recuperarse y regresar con su familia y tener esa impotencia de no poder hacer más es frustrante”, manifestó.A raíz de su trabajo se contagió de covid y pasó 21 días sola, alejada de sus hijos y el resto de su familia.
“Fue lo más difícil, tenía temor de ponerme grave, el estar con fiebre y con todos los síntomas sola encerrada en mi cuarto sin que nadie se acercara y me atendieran. Creo que con esta enfermedad lo afecta más la soledad y el aislamiento”, expresó.