"El feriado Morazánico no cabía un alma en el campo de hortensias"
Una finca en El Merendón pasó de producir flores para venderlas a convertirse en un atractivo turístico para sampedranos. Los visitantes llegan sorprendidos: muchos confiesan haber nacido en San Pedro y no imaginarse toda esa bellezas tan cerquita
- Actualizado: 31 de octubre de 2025 a las 22:48 /
El campo de hortensias de la familia Funez es bello, frondoso y lleno de colores, y ha pasado de abastecer mercados a convertirse en un destino inolvidable.
Está en lo alto de la aldea El Gallito, en la cumbre de El Merendón, allí donde se ve cómo la neblina se abraza con los cerros y el viento trae un respiro distinto.
En ese lugar la familia Funez ha hecho de la montaña su casa y su oficio. Don Carmelo cuenta que su vínculo con El Merendón no nació para el turismo: nació del trabajo de la tierra, del gusto por reproducir una flor que encontró su lugar en la altura y, sin buscarlo, se convirtió en ventana para que los sampedranos descubran “el otro lado” de la ciudad.
Oriundo de Trinidad, Santa Bárbara, don Carmelo llegó a la montaña para comprar verduras y luego venderlas en los mercados, y de ahí no se fue nunca más. Vivía en La Lima, donde como en San Pedro Sula el calor aprieta, y la humedad que emana del Chamelecón, sofoca y hasta desespera.
En la cumbre no solo encontró todo lo que ocupaba para su negocio, también halló el amor. Fue así como al igual que la montaña, Adela Mejía también se enraizó en su corazón.
Tráfico vehicular e invasión turista en el Feriado Morazánico
Y sí, aunque plantaron para vender, no para recibir visitantes, fueron las redes sociales y la curiosidad de la gente las que hicieron que el sitio se llenara de turistas los fines de semana.
Lo que era producción familiar se transformó en hospitalidad: ofrecer ramos, explicar el cultivo, abrir el terreno para que la ciudad vea lo que siempre estuvo tan cerca.
"Agradecemos a las personas que hacen el tour y a las personas que nos visitan en nuestro campo de hortencia. Estamos tratando de mejorar para darle al turista una mejor comodidad. El feriado Morazánico no cabía un alma en el campo, nos agarraron sin logística, pero ya nos estamos preparando", afirmó Funez.
Esa apertura les ha permitido dejar entrar a su hogar a muchos visitantes. Incluso, jamás olvidarán aquella noche que llegó un joven desesperado, buscando un ramo de hortensias para pedirle a su novia que se convirtiera en su esposa.
"Fue un 'sí, acepto'. No nos espérabamos eso, pero le ayudamos. Le armamos el ramo y ahí fuimos testigos de la pedida de mano", recuerda con emoción.
Pese a la cercanía con la Capital Industrial del país, y a que también son comunidades que forman parte del municipio más pujante de Honduras, don Carmelo se sorprende al contar cómo es la reacción y la sorpresa que muchos se llevan con la montaña.
"Me dijo una señora: 'Yo nací en San Pedro. Crecí, tengo 50 años y no me imaginaba las bellezas de este lugar'. Bueno, de hecho la gente se va sorprendida, porque muchos se dan cuenta de que todo el tiempo estuvo este lugar tan cerquita. San Pedro a media hora", afirmó.
Esa cercanía —esa sensación de que, en poco tiempo, la ciudad queda abajo y la montaña ofrece otro clima y otra calma— se siente en cada respuesta de don Carmelo.
Para llamar
9699-9671
es el número de teléfono de Carmelo Funez y su campo de hortensias Funez. Puede llamar si necesita más información. En la actualidad ya tiene un mirador, y de momento no vende comida, pero la ofrecen por encargo.
El Merendón no es solo un paisaje; es un territorio productor: hortalizas, flores, café, ganado y plátano que alimentan la ciudad, y ahora también una experiencia para quien quiere subir y respirar altura.
La familia atiende la afluencia con humildad y esfuerzo. Han tenido que apurarse para mejorar la logística y la atención; transformaron la venta tradicional en un trato directo con el visitante: los ramos se van por 50 lempiras y quien compra se lleva, además de flores, la sensación de haber descubierto un secreto que estaba a media hora de la ciudad.
El turismo llegó con fuerza: los domingos la zona se llena, circula la gente y hay momentos que hay tráfico vehicular, y los anfitriones trabajan para ofrecer comodidad sin dañar la montaña.
A pesar del boom, la conversación con don Carmelo muestra una preocupación clara por la sostenibilidad.
"Como emprendedores del turismo, estamos tratando de evitar toda la contaminación, la desforestación. La idea de hacer turismo es para generar fondos de alguna otra manera, sin tener que dañar el medio ambiente", reflexionó.
La idea es que el turismo complemente, no sustituya, la producción: generar ingresos que permitan cuidar el bosque, evitar la contaminación y mantener la tierra viva. Para ellos, el turismo puede ser una forma de proteger lo que tienen —siempre y cuando se haga con cautela y respeto por el entorno.
Subir a la cima es también ver la montaña desde la familia: la Funez ha convertido su afición en oficio y en invitación. Entre la neblina y las flores, quien visita encuentra un día fresco, una vista amplia y la calidez de quienes trabajaron la tierra durante años.
Don Carmelo y su familia abren la finca con la sencillez de quien ofrece lo suyo: flores, paisaje y la certeza de que a solo un corto trecho de la ciudad existe un día hermoso en la montaña.
Según explicó el propietario, las plantas de hortensia tardan alrededor de un año en florecer después de sembradas, y la finca cuenta actualmente con una manzana y media de extensión, sembradas hace más de una década. Aunque en un inicio las flores se destinaban únicamente a la venta en mercados como el Guamilito y a floristerías de la ciudad, el auge de visitantes ha transformado el negocio.
“Nos ha beneficiado el turismo porque ahora le vendemos directamente al turista los ramos de hortensias”, comentó el productor. Cada ramo se comercializa a un precio de 50 lempiras, y los visitantes suelen llevarlos como recuerdo. En la finca, los arreglos se conservan frescos hasta por ocho días, gracias al clima de la montaña y al cuidado constante de los cultivadores.
Además de las hortensias, en la zona se cultivan hortalizas, cilantro y tomate, lo que mantiene activa la economía local durante todo el año. Los Funez han señalado que el acceso a la comunidad se encuentra en buen estado, lo que facilita la llegada de turistas nacionales y extranjeros.
Aunque actualmente hay abundancia de flores, las ventas disminuyen durante esta temporada, y vuelven a repuntar en diciembre y enero, cuando aumentan los eventos como bodas y graduaciones. Comprar directamente en el campo representa un ahorro importante, ya que en la ciudad un ramo similar puede llegar a costar entre 200 y 300 lempiras.
El productor extendió una invitación a los sampedranos a visitar el lugar y disfrutar del clima, las vistas y la hospitalidad de las familias que viven entre las montañas.