Hondureñas controlan y conducen rastras de hasta 18 velocidades

Madres solteras, amas de casa y jóvenes decididas se forman para conducir rastras, desafiando el machismo y buscando salir adelante

  • 20 de junio de 2025 a las 23:20 /

San Pedro Sula, Honduras.

Son las 11:30 de la mañana de un miércoles, en un terreno de dos manzanas ubicado en el barrio Camagüey de Puerto Cortés, el rugido constante de cabezales rompe el silencio y confirma la actividad de una escuela dedicada a formar conductores de vehículos pesados, un proyecto que busca responder a la creciente demanda del sector y generar oportunidades laborales, especialmente para las mujeres.

Madre soltera, con el corazón puesto en sus hijos, Nancy Paredes, de 32 años, camina con paso firme hacia un sueño que crece cada día, aprender a manejar una rastra.

“No cuento con empleo, pero la motivación son mis niños”, confiesa con voz pausada mientras conduce una rastra sobre el plantel. “El machismo ha prevalecido, pero la verdad es que nosotras podemos, se siente bien manejar, es una experiencia bonita”, expresa, mientras una mano sostiene el timón y la otra descansa con naturalidad sobre el borde de la compuerta, como quien ya se siente en control del volante.

Fotografía Franklin Muñoz / LA PRENSA

Asegura que los instructores son pacientes y enseñan desde cero, punto por punto, desmontando la idea que solo los hombres pueden hacerlo.

Aunque todavía no ha pisado la carretera, sabe que allí estará el mundo real y no siente miedo, sino respeto. “Muchos accidentes son por irresponsabilidad y por no tener cuidado al volante, no deben hacer caso a provocaciones”, dice, con la firmeza de quien ya sabe que la conducción es más que técnica, es actitud.

Dentro de un cabezal, que reposa momentáneamente con el motor encendido, Nancy ajusta el cinturón de seguridad mientras escucha las indicaciones de su instructor, don Héctor Fúnez.

"¿Lista?", pregunta él, con tono sereno pero firme, "lista", responde Nancy, con una sonrisa contenida y la vista fija al frente.

Fotografía Franklin Muñoz / LA PRENSA

Avanzamos lentamente, ella toma el volante con seguridad, don Héctor la observa con atención desde el asiento del copiloto mientras sostiene un pequeño ventilador, tiene más de una década formando pilotos de equipo pesado, y aunque ha entrenado a hombres y mujeres, admite que mirar a ellas avanzar tiene un impacto distinto.

“Vienen de todo tipo de contextos, muchas de bajos recursos, madres solteras, sin ninguna experiencia previa, pero aprenden más rápido que muchos hombres”, dice con orgullo.

Con los años ha notado un patrón, muchos aprenden empíricamente, sin formación técnica, por lo que cuando se enfrentan a una maniobra de emergencia, no saben qué hacer. "Por eso aquí les enseñamos desde cero, cómo inspeccionar el vehículo antes de conducir, cómo bajar una pendiente, cómo retroceder con visibilidad limitada y qué hacer si algo falla”, comenta.

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"A veces uno se quiebra, vienen muchas personas de bajos recursos para aprender y así superarse": Héctor Fúnez, instructor

La unidad avanza a través del patio, Nancy repite las maniobras que ha practicado durante semanas, como cambios de dirección, retrocesos y giros en espacios estrechos.

Don Héctor asiente: “Aquí no se puede fallar, esto es como pilotar un avión, un error puede ser fatal". Por eso insisten tanto en la disciplina, en el descanso y en la alimentación, todo influye en la conducción, y ellas lo entienden.

Además de conducir aprenden a revisar el estado mecánico de la rastra, parte esencial de su formación profesional.

El cabezal se detiene y Nancy exhala, como si soltara no solo el aire, sino semanas de tensión contenida. Ha terminado otra ronda de práctica, su jornada dura ocho horas y aún le faltan semanas para enfrentarse al asfalto rumbo a Corinto o Baracoa, Cortés, donde vivirá su prueba de fuego.

Con la frente perlada de sudor y el corazón lleno de metas, Nancy baja del camión, se limpia las manos y sonríe.

Yuri Perdomo, ama de casa, tiene solo un mes en la escuela, vive en Puerto Cortés y llegó con dudas que se han ido disipando gracias a las horas en el simulador. “Este no es un oficio malo, al contrario, nos están enseñando a manejar, ahora a las mujeres también nos dan oportunidad. Si paso, me quedaré trabajando en una empresa local con una rastra”, comenta, con una sonrisa que aún contiene nervios, pero también ilusión.

Todas forman parte de un amplio grupo que se encuentra en proceso de formación teórica y práctica.

Wendy Garay tiene 32 años y viene de la misma ciudad, su pasión por lo fuerte y lo pesado la llevó a inscribirse con la esperanza de sacar adelante a sus hijas y conseguir un buen empleo.

“Puedo manejar vehículo liviano e incluso moto”, exclama la joven, orgullosa. “Aunque tengo nervios, siempre está la concentración puesta. Ya estoy aprendiendo maniobras en el patio y puntos para salir a manejar, llevo dos meses y después de eso quiero conseguir empleo”, agrega.

Micaela Bueso, de 21 años, llega desde Choloma, está embarazada y no ha dejado que eso sea un obstáculo. “Quiero estar aquí y aprendiendo en los últimos meses que me quedan de embarazo”, manifiesta esta madre soltera, con determinación; su padre es trailero y la anima a continuar.

“Me muevo en moto desde Choloma hasta aquí todos los días, nada es imposible. No tenía conocimiento de nada, pero me enteré por redes sociales, hoy quiero terminar y conseguir trabajo más adelante", indica, con optimismo.

Formación técnica y humana

La mayoría de estas mujeres son madres solteras, cargan sobre sus hombros la doble responsabilidad de alimentar a sus hijos y abrirse camino en un sector históricamente masculino. Vienen mujeres desde los 21 hasta los 50 años, con algunas excepciones, pero el rango es amplio y todas tienen en común el deseo urgente de cambiar su realidad.

LA PRENSA Premium visitó las instalaciones de la Escuela Profesional de Manejo, donde, además de un numeroso grupo de hombres, se encontraban cuatro mujeres que durante este día acudieron a realizar su práctica de conducción de rastra.

En los pasillos de la escuela se cruzan hombres y mujeres, algunos con experiencia previa, otros completamente novatos. Hay personas que vienen sin ningún tipo de conocimiento, algunos apenas terminaron el sexto grado, otros tienen nivel universitario, pero todos tienen algo en común, las ganas de superarse.

Aquí no hay distinciones, tanto hombres como mujeres aprenden en igualdad de condiciones, con el mismo nivel de exigencia y oportunidades.

Ya no son solo los hombres quienes conducen, cada vez más mujeres asumen el volante con fuerza y responsabilidad, abriéndose paso en espacios donde antes predominaba la presencia masculina.

Algunas mujeres que antes trabajaban como operarias de maquila pensaban que no podrían prosperar en otros sectores, pero al escuchar sobre esta escuela han decidido intentarlo, y es que la experiencia de quienes ya se han formado ha sido la mejor carta de recomendación. En la Escuela Profesional de Manejo no han invertido en publicidad porque el presupuesto es limitado, pero el método de difusión ha sido sencillo y efectivo, el boca a boca.

Este es un proyecto poderoso, respaldado por Cepudo Honduras, por una ong estadounidense y la Empresa Nacional Portuaria. Aquí, mujeres sin experiencia alguna, algunas incluso sin estudios formales, aprenden a conducir camiones de carga pesada.

En un país donde conducir una rastra ha sido tradicionalmente cosa de hombres, esta escuela está sembrando una revolución. El volante de un cabezal no distingue género, este proyecto nació para crear soluciones reales, reducir accidentes, formar pilotos de calidad y mejorar la economía de las familias.

Su pensum académico, dividido en cinco módulos y con un total de 770 horas, busca formar conductores responsables y completos, conscientes del gran reto que implica manejar vehículos de carga pesada. El estudiante pasa por 125 horas de teoría, 55 horas en simulador y más de 400 horas de práctica con camión en el patio y en carretera, así como 240 horas adicionales de práctica profesional en una empresa privada.

El primer módulo se centra en el desarrollo humano, aquí no solo enseñan técnicas para manejar, sino que abordan temas de ética y moral, claves en un rubro donde no es raro encontrar casos de robo de combustible o conductores que actúan de forma imprudente. La meta es prevenir esas conductas desde la formación.

Se incluye un curso de ocho horas dedicado al sueño y la fatiga, factores que causan múltiples accidentes. Instruyen sobre cómo colocarse para evitar el cansancio, cómo preparar el cuerpo para trabajar de madrugada y cómo afecta la alimentación, ya que dormirse, aunque sea durante un par de segundos, puede acarrear consecuencias fatales.

El temario también contempla aspectos técnicos y prácticos fundamentales, como el manejo y transporte de mercancías peligrosas, los diferentes tipos de carga, procedimientos para cruzar puertos o aduanas y la documentación requerida para cada viaje. Se imparten conocimientos en seguridad industrial, primeros auxilios básicos, reglamentos de tránsito y mecánica básica para la inspección y cuidado del vehículo.

El último módulo está dedicado a maniobras complejas, como técnicas de reversa. No es fácil hacer una maniobra de 90 grados o estacionarse paralelo entre un contenedor y otro, donde hay puntos ciegos y dimensiones difíciles. Esto es un indicador de la dificultad y precisión que exigen estos ejercicios.

El curso dura 3.5 meses, tiempo suficiente para que sus vidas tomen un nuevo rumbo. Con esta formación intensiva, los estudiantes egresan con un nivel básico que les permite manejar cabezales, pues la experiencia la encuentran en la calle y en los entornos laborales.

La mayoría de quienes llegan son originarios de Puerto Cortés, pero alrededor del 35% vienen de más lejos... mucho más lejos: Choluteca, Intibucá, La Esperanza, Danlí, incluso Belice, Guatemala y El Salvador.

Superación y empoderamiento

En Honduras, se estima, según cifras proporcionadas por esta escuela, que entre 15,000 y 20,000 puestos para pilotos de equipo pesado están vacantes, pero solo un 3% del país tiene formación certificada para cubrir esa demanda. Según otros datos recopilados, el salario promedio de los graduados de esta escuela oscila entre 20,000 y 35,000 lempiras al mes; unos 10,000 dólares anuales, dependiendo del tipo de empresa y la licencia que tengan.

Hasta abril de este año, la escuela había graduado a 233 mujeres y 375 hombres. Hoy, más del 73% de los egresados cuentan con empleo, de ellos, 145 son mujeres que han encontrado trabajo en la zona, un dato que refleja mayor inclusión.

Durante este año, la escuela decidió abrir clases los fines de semana debido a la alta demanda, con una cuota de 300 dólares (7,800 lempiras aproximadamente), que cubre gastos relacionados con el uso de vehículos. Esta iniciativa responde también a la demanda de empresas que han enviado a vigilantes y personal de aseo, por decir algunos, para que se formen como conductores profesionales.

Hasta abril pasado, 21 mujeres esperaban un cupo para iniciar clases, mientras otras 20 estaban en lista de espera para las jornadas de fin de semana. En total sumaban 41 mujeres decididas a aprender a conducir camiones, pero la demanda va mucho más allá: desde abril se han acumulado 175 personas en lista de espera para los cursos entre semana y 134 para fines de semana, lo que da una pauta de la enorme expectativa y necesidad que ha despertado esta iniciativa.

El compromiso es serio, las clases se imparten de lunes a viernes, de 8:00 am a 5:00 pm, es un programa de tiempo completo.

La Escuela Profesional de Manejo sueña con replicar este modelo en otras regiones del país, pero el reto no es solo capacitar, es sostenerse.

Actualmente cuentan con dos cabezales que rentan para las prácticas, pero el anhelo es tener un taller propio y, por qué no, una flota de vehículos propios. La organización Cepudo cubre la planilla, aunque la escuela sigue en números rojos y en constante búsqueda de fondos adicionales.

Desde la incidencia de la pandemia hace más de cinco años, la escuela ha recibido financiamiento en forma de becas desde Estados Unidos, este apoyo ha sido clave para seguir operando y beneficiar a muchos estudiantes. A cada uno se les entrega un apoyo económico de hasta 500 dólares (unos 13,000 lempiras) con la condición de abrir una cuenta bancaria donde les depositan los fondos por partes, principalmente para ayudar con los gastos de transporte.

Frente al simulador enfrentan los mismos retos, aprenden con las mismas herramientas y son evaluados bajo los mismos criterios.

El espacio donde está instalado el simulador parece una cabina de avión futurista, hay una cabina de rastra virtual, una carretera en 3D y una mujer sentada frente a un volante, lista para empezar un viaje.

La sala está iluminada por el resplandor de pantallas envolventes que simulan autopistas, lluvia, pendientes pronunciadas y frenazos de emergencia. Justo a la par, con ojos atentos y tono paciente, está Jair Cáceres, instructor del simulador de la Escuela Profesional de Manejo.

“Este es su primer contacto con el mundo del transporte pesado. Aquí comienzan a dar sus primeros pasos”, dice Jair, mientras observa cómo la plataforma vibra suavemente. La cabina se sacude cada vez que el simulador reproduce una curva cerrada o un bache inesperado.

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"Este simulador nos brinda una eyuda única, todo parece y se siente tan real": Jair Cáceres, instructor

Para muchas de las mujeres que llegan a la escuela sin haber tocado jamás el timón de un vehículo, esta se convierte en una verdadera experiencia, aquí no hay temor a dañar nada, pueden equivocarse y volver a intentarlo.

El simulador, construido sobre una plataforma móvil, detecta cada giro del volante y cada uso incorrecto del freno, incluso si la alumna olvida colocar las luces direccionales. “Tiene retroalimentación visual, sonora y sensorial. Si hay lluvia, lo sentirán por el sonido; si hay un accidente, lo mirarán; y si se equivocan, lo sabrán al instante; la plataforma se sacude, el asiento se mueve y se genera un reporte, es tan real.

Hoy, una de sus alumnas practica con un cabezal simulado de transmisión de 10 velocidades completamente cargado y en un entorno urbano recreado con precisión. “Primero les damos nociones de espacio, frenado seguro, maniobras básicas, luego avanzamos a pistas más complejas como ascensos, descensos, autopistas y curvas", explica.

Todos deben dominar las maniobras, cambios y técnicas. La igualdad de condiciones es parte fundamental del proceso.

Cada estudiante atraviesa por etapas: principiante, intermedia y experta. La plataforma mide el progreso y genera una calificación detallada. Muchos llegan sin conocer siquiera las partes del vehículo, y aquí salen sabiendo cómo responder ante una emergencia, lo que más valoran es que el simulador rompe el miedo, les da el conocimiento antes de tocar el vehículo real.

Desde la cabina, la alumna termina su recorrido y suelta el volante, no ha cometido errores, Jair se acerca, revisa los datos y comenta con ella que no hay juicio, solo guía.

Entramos a la oficina de Geovanny Guerrero, director ejecutivo de la escuela, es modesta, con documentos apilados, anotaciones y pantallas sobre la pared. Nos recibe con una sonrisa que refleja orgullo y compromiso, mientras el murmullo de motores a lo lejos nos recuerda que estamos en una escuela diferente, que no solo enseña a conducir.

“Este es un proyecto sin fines de lucro”, nos dice Guerrero, mientras acomoda unos papeles sobre su escritorio. “Lo desarrollamos con Cepudo, con el valioso apoyo de una ong en Estados Unidos y también de la Empresa Nacional Portuaria, que nos facilitó este terreno en el que operamos. Gracias a eso hemos podido crecer y seguir funcionando de manera continua para beneficiar a esta población", expone.

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"Hemos graduado y certificado a muchas personas desde el año 2018": Geovanny Guerrero, director ejecutivo

La conversación fluye con entusiasmo, Guerrero detalla los beneficios de la escuela, que van mucho más allá de aprender a manejar: “Reducimos la tasa de accidentes viales, mejoramos la preparación de los conductores, ayudamos al desarrollo económico de las familias y contribuimos a cubrir una demanda creciente de pilotos de equipo pesado".

Nos habla del impacto social de jóvenes que llegan sin saber siquiera andar en bicicleta y que en pocos meses salen listos para enfrentarse a una vida laboral más digna. “Ofrecemos una certificación interna”, explica, “no estamos vinculados a dependencias gubernamentales, pero nuestro programa fue desarrollado con base a una malla curricular seria y completa, con el acompañamiento de expertos en formación", añade.

Mientras la entrevista avanza se escucha un camión maniobrando en la pista de prácticas, afuera, el calor arrecia, pero adentro se siente un aire de optimismo. “Estamos buscando soluciones reales, sostenibles”, enfatiza Guerrero, al tiempo que indica: “Queremos seguir beneficiando a las personas y a las empresas que necesitan mano de obra calificada”.

El ruido de los motores se mezcla con las voces de los instructores que, con paciencia, guían a los futuros conductores en la pista de prácticas. Adentro, en su oficina, Geovanny Guerrero continúa compartiendo con la misma pasión del inicio, la misión que guía a la Escuela Profesional de Manejo.

“Queremos formar pilotos de calidad, conductores responsables, pero también hacer del transporte una profesión digna”, afirma, con convicción. Su objetivo es que estas personas se sientan orgullosas de lo que hacen y que miren su trabajo como algo valioso y que cambia vidas.

“La experiencia real se gana en el campo, en la calle y en el ambiente laboral”, reconoce, “pero aquí les damos la base, la formación conceptual, el entendimiento del vehículo y la responsabilidad que implica estar frente al volante”, puntualiza.

Han sido acreditados durante años anteriores por el Instituto Hondureño de Transporte Terrestre (Ihtt), con pequeños atascos en los últimos meses. Tienen cuatro instructores certificados y dedicados a tiempo completo, manejando alrededor de cinco grupos distintos, cada uno con entre 12 y 20 alumnos.

La expansión no se detiene, ahora han incorporaron de clases de conducción de vehículo liviano. Desde mayo a la fecha se han matriculado más de 100 personas de varios lados: Omoa, Choloma, San Pedro Sula, Puerto Cortés y otros.

Mientras los camiones se alinean nuevamente sobre la pista, el eco de los frenos retumba con fuerza, cada estudiante que se sube a la cabina lo hace con la esperanza de un empleo y de un futuro mejor. Guerrero lo sabe, y por eso habla con la certeza de quien ha visto cómo un volante también puede ser un timón de vida.

La Escuela Profesional de Manejo ha atraído a personas de toda la región, la razón es sencilla, pero realista, es la única institución de este tipo dedicada exclusivamente a formar pilotos de vehículo pesado, y aunque parezca sorprendente, en un país con tan alta demanda, esa oferta formativa sigue siendo escasa.

“Se estima que entre 15,000 y 20,000 personas es lo que necesitan contratar las empresas actualmente, solo para cubrir la demanda de operadores de equipo pesado”, señala Guerrero, mientras consulta su computadora llena de cifras en Excel.

El Ihtt, a través de la Escuela Nacional de Transporte Terrestre, sí realiza procesos de certificación, pero desde la óptica de Guerrero y su equipo, el enfoque debe ir más allá. Sorprende que habiendo tantas oportunidades en esta área no se esté capacitando lo suficiente.

El simulador, que parece un juego de realidad virtual, se convierte en una poderosa herramienta pedagógica. “Les quita ese miedo inicial, ese bloqueo mental y cuando por fin suben al camión real ya tienen una idea, un control básico”, detalla.

Pero no todo es mecánica ni cilindros, esta escuela también busca romper estigmas. “Queremos que las mujeres se sientan cómodas, que miren en esta profesión una base para salir adelante, promovemos el respeto y la equidad de género",asegura Guerrero, quien sonríe con orgullo al hablar del impacto que han tenido las conductoras formadas en sus aulas.

“Las empresas que las han contratado nos dicen que son más cuidadosas, más detallistas, siguen las instrucciones mejor que los varones”, recuerda, con entusiasmo.

El director ejecutivo dice con la tranquilidad de quien ha escuchado decenas de historias transformadas: “Nuestro objetivo aquí es que las personas consigan un empleo y muchas lo han hecho, algunas manejando camiones de agua, otras halando combustible, ese es el verdadero éxito de este proyecto”.

La mayoría de los estudiantes que ingresan al programa no tienen trabajo, están en una pausa forzada y esperando una oportunidad para insertarse al mundo laboral, por eso la formación es a tiempo completo. “Si tuvieran otro empleo, simplemente no podrían estar aquí”, pormenoriza Guerrero, “Esto no se aprende por ratos ni en medio de otras obligaciones, se necesita entrega total”, acota.

El proyecto no es sostenido por fondos estatales ni por matrículas costosas, la escuela sobrevive gracias a los servicios que presta a empresas, como evaluaciones en simulador, certificaciones para pilotos de equipo pesado y operadores de montacargas, entre otros. A cambio, algunas de estas conpanías hacen donaciones o contratan los servicios como forma de apoyo indirecto.

El director lanza una advertencia disfrazada de súplica: “Las clases de lunes a viernes son totalmente gratis y queremos que sigan siendo así, pero necesitamos más apoyo. Las empresas se están beneficiando con este semillero, pero son pocas las que aportan”.

El llamado es claro, la escuela busca establecer vínculos más estrechos con el sector privado, no solo para sostener su operación, sino también para garantizar oportunidades laborales a los egresados. Necesitan crear puentes entre los que se forman aquí y quienes los necesitan allá afuera, esto no se trata solo de conducir un camión, se trata de dignificar un oficio y de darle un rumbo distinto a una vida.

“Es común que se matriculen hombres que ya tienen experiencia con otro tipo de vehículos, pero tanto ellos como las mujeres aprenden con la misma capacidad y dedicación”, comenta Geovanny, mientras observa unas imágenes en su computadora.

El proceso para ingresar a la escuela es riguroso. Los aspirantes llegan usualmente a través de redes sociales, donde realizan un registro en línea, después pasan por un proceso de selección que incluye filtros y entrevistas presenciales para evaluar la actitud y la motivación de cada uno. “Si una persona ya tiene un puesto aquí debe aprovecharlo porque ocuparía un cupo que alguien más podría estar usando para practicar”, reflexiona Guerrero.

Además, para garantizar la seguridad se les exige pasar exámenes médicos, pruebas de drogas, evaluaciones físicas y exámenes de vista, no es una casualidad. “Una persona que conduce un camión, por ejemplo en la cuesta de la Virgen en Tegucigalpa, con 35,000 kilos, es como manejar un arma de fuego sin seguro, con el gatillo casi presionado, es peligrosísimo, y en dos minutos puede ocurrir una tragedia", menciona.

La formación que reciben los estudiantes comienza con clases teóricas rigurosas, solo hasta seis semanas después empiezan las prácticas en camión, y durante las últimas dos semanas realizan prácticas en carretera, recorriendo rutas como Corinto, siempre acompañados por un instructor.

Para concluir, realizan una práctica profesional en empresas privadas y al finalizar celebran un acto de graduación que simboliza un nuevo comienzo.

Estudiantes acompañados por sus instructores y autoridades de la Escuela Profesional de Manejo durante una jornada de formación.

Esta escuela no se limita a formar y graduar. “Tratamos de mantener comunicación con los alumnos hasta que consiguen empleo”, afirma Guerrero, porque para ellos el éxito no es solo completar el curso.

El proyecto no puede crecer más debido a la falta de fondos, aunque está diseñado para replicarse en cualquier parte del país. Según sus responsables, se necesita un presupuesto anual de 5 millones de lempiras para sostener este tipo de iniciativas con calidad.

Más allá de las fronteras ya hay estudiantes que han hecho camino solos, algunos se encuentran legalmente en México, Estados Unidos y Canadá con visas de trabajo. Honduras produce muchos pilotos certificados, pero solo se llega a cubrir un 3% o 4% de la demanda real que existe en el sector.

Actualmente, la escuela cuenta con una cafetería que es atendida por los mismos estudiantes, quienes colaboran en el aseo de las instalaciones, en un esfuerzo conjunto para mantener el espacio en condiciones óptimas.

La municipalidad aporta guardias de seguridad y algunas empresas han contribuido con donaciones valiosas, como el servicio gratuito de Internet, que ayuda a reducir costos operativos. La institución sueña ahora con contar con dormitorios para estudiantes que vienen de zonas lejanas, para lo cual están buscando financiamiento.

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Ariel Trigueros
Ariel Trigueros
jerson.trigueros@laprensa.hn

Reportero multimedia e investigador en LA PRENSA. Más de 10 años en medios. Licenciado en Periodismo (UNAH), máster en Comunicación (UEA) y docente universitario.