Conducta autolesiva afecta a preadolescentes: "Mis papás me apoyaron tras enterarse"

El testimonio de una sampedrana nos da la pauta de la importancia de identificar señales de alerta y buscar ayuda temprana para prevenir contra las conductas autolesivas y proteger la salud mental

Conducta autolesiva afecta a  preadolescentes: Mis papás me apoyaron tras enterarse
  • 18 de septiembre de 2025 a las 22:39 /
San Pedro Sula, Honduras.

Durante los últimos años, las autolesiones y los pensamientos de quitarse la vida han dejado de ser temas ocultos para convertirse en un problema de salud pública que atraviesa sin distinción edades, géneros y clases sociales. Lo que antes se trataba como un tabú ahora exige políticas, recursos y una conversación abierta que permita prevención, atención y rehabilitación efectiva.

Cada número representa una persona con un historial de sufrimiento, rodeada por el estigma y con un acceso limitado a servicios psicológicos. Sin una acción articulada, el impacto de esta realidad podría aumentar.

Los registros oficiales y los organismos de derechos humanos reportaron miles de muertes por suicidio en Honduras durante los últimos años. Un informe del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (Conadeh) situó en 3,275 hechos acumulados durante nueve años, desde 2018 hasta 2024.

A nivel global, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió que el suicidio es una de las principales causas de muerte entre las personas jóvenes y que la tasa de mortalidad debería instar a los gobiernos a diseñar políticas públicas para la prevención.

Estos casos, de acuerdo con los expertos, inician con las autolesiones, que también ocurren con más frecuencia en personas de 15 a 30 años, de acuerdo con registros de la Secretaría de Salud. Solo entre 2023 y agosto de 2025, por cada 10 casos atendidos en los centros asistenciales, 7 estaban entre estas edades.

No existe una causa única que explique por qué un adolescente o un adulto llega a pensar en quitarse la vida, pero los especialistas hablan más bien de un entramado complejo donde se entrelazan factores individuales, sociales y estructurales.

En el plano personal, la depresión no tratada, los trastornos de ansiedad de la personalidad o el consumo de sustancias, suelen convertirse en detonantes silenciosos.

En lo social, la violencia, el abuso, el aislamiento, la pérdida de empleo o la falta de redes de apoyo abren grietas profundas en la vida cotidiana. A ello se suman los estigmas y las barreras de acceso, como el miedo a ser juzgado, la ausencia de servicios de salud mental accesibles o las demoras interminables para recibir atención especializada.

Y, como si fuera poco, están los eventos agudos que golpean de manera repentina, como una ruptura, una crisis económica y un conflicto familiar, que pueden actuar como la chispa final en un terreno ya frágil.

Hay que conocer las señales

Según manuales de prevención y guías clínicas, algunas señales que merecen atención urgente son: comentarios sobre sentirse una carga o querer quitarse la vida, búsqueda de medios para hacerse daño o “despedidas”, cambios drásticos en el estado de ánimo, aislamiento persistente, abandono de actividades que antes eran importantes, autolesiones visibles o excusas frecuentes para cubrirlas.

En un relato anónimo, una profesional originaria de San Pedro Sula compartió con LA PRENSA Premium su dura y dolorosa experiencia de cuando se autolesionaba.

La joven relató que sus primeros episodios ocurrieron en la secundaria, pero cuando sus padres descubrieron la situación le brindaron apoyo, motivándola a no continuar con estas conductas de daño propio. "Empezó en el colegio; mis papás se dieron cuenta y me apoyaron en todo".

Sin embargo, los retos de la vida adulta, la universidad y el ámbito laboral, provocaron una recaída. “Prometí no volverlo a hacer, pero diferentes situaciones que uno pasa en la universidad y luego en el ámbito laboral" la hicieron recaer, contó.

Actualmente, la profesional vive en otra ciudad y su familia desconoce su situación, lo que también intensifica la sensación de aislamiento y desesperanza.

Lo más importante es no minimizar lo que sienten, y actuar antes de que la soledad se vuelva crónica o derive en problemas más graves como depresión o autolesiones.

“Trato de mantenerme positiva aún cuando todos los días paso deprimida internamente para no asustar a mi familia”, confesó.

La joven trabajaba en el sector humanitario, pero las recientes regulaciones del Gobierno de Estados Unidos la dejaron sin empleo, al igual que muchos colegas. La búsqueda constante de nuevas oportunidades se han convertido en una fuente de frustración y desgaste emocional.

“He mandado ya 30 correos electrónicos buscando plazas de trabajo y nada, es cansado y deprimente estar en esta situación. Hace pensar que uno no tiene las competencias suficientes y a veces solo dan ganas de tirar la toalla”, compartió.

De acuerdo con análisis de datos proporcionados por la Secretaría de Salud sobre diagnósticos encontrados en personas que llegaron a centros asistenciales entre 2023 y agosto de 2025, el total de registros ascendió a 2,911 casos.

El año 2023 concentró la mayoría de los registros (más de seis de cada 10 casos), con un pico de incidencia de autolesiones o una combinación de ambos factores. Durante el 2024, los casos se redujeron en más de un tercio (668 casos menos que en 2023).

Hasta agosto de 2025, las autoridades solo registraban un incidente, lo que no significa que las cifras cayeron sino que puede que estén ocurriendo de forma silenciosa o que no se han terminado de procesar o consolidar.

Los datos mostraron que dos de cada tres casos correspondieron a hombres. Esto coincide con tendencias internacionales que apuntan a que los hombres suelen tener mayor incidencia en conductas autodestructivas graves, aunque las mujeres tienden a reportar más intentos no consumados y búsquedas de ayuda.

En el caso de las mujeres (un tercio del total), no significa que haya menor riesgo sino que, según expertos, tienen diferentes formas de manifestar la crisis emocional. También influyen los patrones culturales de socialización y el acceso a redes de apoyo.

La gran mayoría de los pacientes atendidos por autolesiones salieron “mejorados” (casi 85%), un 9% permaneció en “igual condición”, posiblemente por la gravedad del daño o la falta de seguimiento psicológico posterior, y solo un 2.7% recibió alta como “curado”, lo que indica que muy pocos logran una recuperación plena en el corto plazo tras el evento de autolesión.

Los 99 fallecidos (3.4%) evidenciaron el desenlace más trágico, mostrando que, aunque la proporción es menor, la letalidad de estas conductas no puede subestimarse.

Los datos mostraron que las conductas autolesivas afectaron de manera marcada a adolescentes y jóvenes entre 15 y 30 años, concentrando más del 70% de los casos reportados. Esto coincide con lo descrito en la literatura médica y psicológica, la cual detalla que la etapa adolescente y de adultez temprana es especialmente vulnerable por factores como cambios emocionales, presión social, crisis de identidad y problemas económicos o relacionales.

Aunque menos frecuentes, se registraron 121 casos en niños y preadolescentes (10–13 años). Si bien representaron apenas un 4.1% del total, su presencia es alarmante porque indica que las conductas autolesivas ya aparecen en edades muy tempranas, posiblemente asociadas a violencia intrafamiliar, bullying o carencia de redes de apoyo.

Después de los 30 años, las cifras disminuyeron progresivamente; esto puede explicarse por el desarrollo de mayores recursos de afrontamiento en la adultez media o por una menor propensión a buscar ayuda hospitalaria en estos grupos.

Las grandes ciudades concentran los casos

Las ciudades más grandes y con mayor densidad poblacional (Tegucigalpa, San Pedro Sula, Choluteca, Comayagua) presentaron los números más altos. Ciudades medianas, como Danlí, Santa Rosa de Copán, El Progreso y La Ceiba también presentan cifras destacadas.

Aunque los casos se concentraron en pocos municipios, la base mostró reportes en más de 200 localidades distintas, lo que confirma que se trata de un problema con alcance nacional y multisectorial.

El Hospital Escuela (Tegucigalpa) y el Mario Catarino Rivas (San Pedro Sula) son los dos principales centros de atención de emergencias en Honduras, lo que explica que acumularan juntos casi 30% de los casos.

Centros como el Hospital de Occidente (Santa Rosa de Copán), Juan Manuel Gálvez (Lempira), Gabriela Alvarado (Danlí) y el Hospital del Sur (Choluteca) recibieron un volumen considerable de pacientes.

El Santa Teresa (Comayagua) y el de La Esperanza (Intibucá) figuraron con cifras notables. Aunque en menor cantidad, hospitales como el Mario Mendoza (psiquiátrico, Tegucigalpa), Santa Rosita (psiquiátrico, Tegucigalpa) y el Cehniq (Hospital Nacional de Psiquiatría Infantil) registraron casos, lo que confirma la derivación hacia servicios especializados en salud mental.

En lo que va de 2025, un total de 26 niños y adolescentes de entre 12 y 18 años han perdido la vida por suicidio en Honduras, según datos del Observatorio de Casa Alianza. La cifra, que sigue en aumento, revela una crisis que golpea a la niñez y adolescencia, y que el Estado aún no ha sabido enfrentar con la urgencia requerida.

La Red Coordinadora de Instituciones Privadas Pro a la Niñez, Adolescencia y Juventud (Coiproden) monitorea de forma mensual los indicadores relacionados con violencia, educación, migración y salud. Desde esa plataforma, su coordinadora nacional, Ana Iris Calderón, advirtió que lo que ocurre con la salud mental infantil “es alarmante y debe reconocerse como un problema de salud pública”.

“Estamos viendo que las autolesiones y los suicidios aumentan entre los adolescentes. Se trata de un problema que no puede seguir abordándose con estigmas o mitos, hablamos de niños que, en edades muy tempranas, deciden terminar con su vida”, señaló Calderón.

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“Nuestro esfuerzo se concentra en visibilizar los problemas y mantener el interés superior del niño en la agenda de los tomadores de decisiones”: Ana Iris Calderón, representante Coiproden

Para la psicóloga, esta situación constituye una emergencia nacional: “La salud mental en Honduras está en crisis y debe atenderse de manera multidimensional, multinivel e intersectorial.”

Aunque el país ha dado pasos en materia normativa, su alcance es todavía limitado. En 2024 se aprobó una ley que establece la creación de un protocolo de atención y protección de casos de riesgo de suicidio en los centros educativos. Previamente, en 2020, la Secretaría de Educación había elaborado un documento para la prevención del suicidio con enfoque en resiliencia.

No obstante, ambas herramientas siguen siendo desconocidas por la mayoría de la población y carecen de aplicación práctica. “No hay campañas de divulgación ni procesos de formación que acerquen estos protocolos a las comunidades”, explicó Calderón.

Además, criticó la falta de articulación institucional: “No es un tema exclusivo de la Secretaría de Salud, debe involucrar también a Educación, a la sociedad civil, a la cooperación internacional y a las comunidades, se necesita una mesa intersectorial que coordine acciones y evite que los documentos queden archivados”.

Desde Coiproden, la labor se ha centrado en la incidencia política y el acompañamiento al Estado para el cumplimiento de estándares internacionales en materia de derechos de la niñez. La red, que aglutina a 30 organizaciones de sociedad civil, produce informes y realiza monitoreo constante. Sin embargo, Calderón lamentó que no hayan sido convocados por las instituciones estatales para acompañar la implementación de protocolos de prevención.

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“Si la persona siente que podría hacerse daño, mejor buscar ayuda inmediata, no esperar”: Alejandra Zepeda, psiquiatra

Buscar ayuda es el primer paso

La psiquiatra Alejandra Zepeda hizo una radiografía clara y práctica sobre los distintos grados de riesgo suicida y las acciones concretas que familiares, amigos y profesionales deben tomar cuando una persona expresa malestar intenso.

En una entrevista con LA PRENSA Premium, Zepeda distinguió entre pensamientos de muerte, ideación suicida y planificación, tres fases que, aunque forman un continuo, requieren respuestas distintas y urgentes.

Zepeda explicó que existen pensamientos de muerte, que son deseos difusos, como “ojalá no despertara” o “preferiría estar muerto”, y que suelen asociarse a desesperanza, pero no incluyen un plan concreto.

En cambio, la ideación suicida es “un pensamiento activo de querer quitarse la vida”, la persona no solo desea no existir, sino que imagina el acto. Finalmente, la planeación suicida ocurre cuando ya hay detalles claros de dónde, cuándo, cómo y con qué.

“La planeación suicida es una de las urgencias en psiquiatría”, advirtió Zepeda, aunque aclara que las otras dos también son de importancia.

La especialista subrayó que cuando existe un trastorno psiquiátrico que puede detonar la ideación suicida, es necesario iniciar o ajustar medicación a la brevedad, pero la receta no termina en las pastillas, debe ir acompañada de un plan de seguridad y de supervisión.

Entre los componentes esenciales que menciona están: evaluación por un psiquiatra, plan de seguridad documentado con evidencia de efectividad, eliminar el acceso a medios peligrosos (objetos cortantes, armas, medicamentos en grandes cantidades), coordinación con terapia dialéctica conductual y tratamientos de apoyo como la ketamina.

“Los tratamientos psicofarmacológicos pueden reducir los síntomas y la terapia ayuda al paciente a tener mejores habilidades para la regulación emocional y la tolerancia al malestar”, resumió.

Zepeda ofreció instrucciones claras y simples, ejemplo, si hay riesgo inmediato acudir a un servicio de emergencia lo más cercano, además, evitar el acceso a medios con los que la persona pueda hacerse daño, involucrar la red de apoyo, y si no hay peligro físico inmediato, pero el malestar es alto, consultar con un psiquiatra o terapeuta y pedir a alguien de confianza que acompañe a un centro de salud.

Zepeda recomendó buscar atención profesional cuando los pensamientos son recurrentes, cuando afectan el funcionamiento diario o cuando las rutinas de autocuidado y la terapia ya no funcionan.

“Preguntarle a la persona si ha tenido ideas de querer hacerse daño o morir, hay que hacerlo. Es una puerta de entrada más efectiva para que la persona pueda buscar ayuda, no hay que tener miedo”, resaltó.

La docente y orientadora del Instituto Tecnológico de Administración de Empresa (Intae), Karla Cano, manifestó que su centro educativo aborda con mucha seriedad los problemas de salud mental y las conductas de riesgo entre sus estudiantes.

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“La educación es un trinomio donde están la escuela, familia y comunidad. Todos son necesarios para lograr los objetivos y metas de cada joven”: Karla Cano, orientadora educativa

Cano detalló que los jóvenes suelen manifestar conductas visibles e invisibles que alertan sobre un posible malestar emocional, como bajo rendimiento académico, timidez o retraimiento, actitudes de ocio que afectan la participación en clase.

“Cada caso es completamente diferente, lo primero es acercarse al joven mediante una entrevista, dar seguimiento y, si es necesario, notificar a los padres que algo no es normal para buscar ayuda psicológica de emergencia y así evitar una tragedia”, afirmó Cano.

El instituto cuenta con atención psicológica personalizada y seguimiento constante de los casos, en coordinación con ONGs locales. Cano mencionó que organizaciones como Caritas de Honduras colaboran proporcionando asistencia profesional, asegurando que los estudiantes puedan continuar su proceso de recuperación hasta lograr resultados positivos.

Para la maestra, la clave está en trabajar desde niveles educativos tempranos, incluso desde la prebásica. La idea es fomentar la confianza y la seguridad en los niños, de manera que al llegar a niveles superiores puedan enfrentar los desafíos sociales y académicos con expectativas amplias y deseos de superación.

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Ariel Trigueros
Ariel Trigueros
jerson.trigueros@laprensa.hn

Reportero multimedia e investigador en LA PRENSA. Más de 10 años en medios. Licenciado en Periodismo (UNAH), máster en Comunicación (UEA) y docente universitario.