17/07/2025
10:17 PM

El mercenario del amor

¿Recuerda al escribiente? ¡Claro que sí! Era aquel calígrafo vejete, calvo, moro bigote nicotínico, camisa de cuello mugre, liga en la manga que una vez fuera blanca, cinturón de hebilla ladeada, panza etílica y pantalón a la pechera. A veces solía presentarse, famélico, esmirriado, aerodinámico, cual cochero de Drácula.

    ¿Recuerda al escribiente? ¡Claro que sí! Era aquel calígrafo vejete, calvo, moro bigote nicotínico, camisa de cuello mugre, liga en la manga que una vez fuera blanca, cinturón de hebilla ladeada, panza etílica y pantalón a la pechera. A veces solía presentarse, famélico, esmirriado, aerodinámico, cual cochero de Drácula.

    Sí hombre, era aquel desaparecido amanuense infaltable en el mercado, con sus bancos más flojos que un catre de burdel, mesa quisneta y su vapuleada máquina de escribir, por lo regular, una negrita Smith-Corona o Royal. Los viandantes lo nombraban secretario, escriba, copista, chupatintas, mecanógrafo, pasante o pendolista.

    Era el mercenario del amor. Hacedor de cartas por una módica paga. ¿Lo recuerda, no? Toda una institución. Tenía bajo la manga un arsenal del sentimiento, una biblia del arte de amar. Un libro mágico que hacía suspirar al más pintado doncel urgido de fémina y, moquear, a la más empingorotada damisela contaminada de varón. Su nombre “Correspondencia de amor” de Sánchez & de Guise. Contenía, como en timbiriche de chino:

    Correspondencia amorosa. Pedida de mano. Respuesta negativa o afirmativa de enamorados. Aceptación de pretendiente. Súplica de varón y contestación de varona decidida. Y, por ahí se iba este polígrafo rupestre, sin descuidar las cartas sobre diferentes temas: citas, esquela, dedicatorias de retratos, silencios, desdenes, celos, perdón, reconciliación, decepciones, despedidas, felicitaciones, pésames, agradecimientos, descachimbes, rejuntamientos y despelotes.

    Tenía un surtido de: participación, invitaciones, contestaciones, compromiso, nombramiento de padrinos, participación de nacimientos, recuerdo de bautizo, obituarios y tarjetas postales.

    Tal traficante del amor dominaba el lenguaje: del abanico, del pañuelo, de las flores, del bastón, de las piedras preciosas y metales. Interpretaba los sueños, dictaba las reglas acerca del uso del papel en las cartas, sabía de la dirección del viento; del arte de la cabalística, la quiromancia, la cartomancia, el horóscopo, la buenaventura y de la sibilina tartamudez de los dados.

    Ese sí era un genio del arte amatorio en la era de las chaperonas. Urge clonarlo para soliviantarle el sobrado lenguaje del maridaje al que ladra, online, a su virtual amada: ¿Qué pedo, laca?