Ya no es posible el aspirar a llegar al poder y, una vez alcanzado tal objetivo, el gobernar bajo las mismas practicas y procedimientos del viejo orden político caracterizado por los arreglos cupulares bajo la mesa, imponiendo intereses y conveniencias reciprocas, de espaldas a las bases, su sentir y pensar, concentrando la toma de decisiones en una o unas pocas personas privilegiadas, con un liderazgo renuente a tomar en cuenta a los mandos intermedios locales y departamentales, sin el debido rendimiento de cuentas.
La privatización ha llegado a los partidos políticos y con ello su o sus propietarios instrumentalizan a sus integrantes en provecho propio y beneficio particular y familiar, forjando alianzas con el gobierno de turno, aun si las mismas están en abierta contradicción con los estatutos partidarios.
Se requiere de la democratización interna, de la renovación y actualización ideológica y generacional que implemente cambios de forma y fondo, permitiendo el diálogo, las consultas, la retroalimentación con quienes, con su voto, hicieron posible el triunfo electoral.
Deben formarse cuadros de jóvenes líderes de ambos sexos, imbuidos de la historia del país y del partido, de sus estatutos, postulados, filosofía, para que ellas y ellos, a su vez, recorran Honduras compartiendo y difundiendo lo aprendido con las bases.
Prácticas nocivas tales como el clientelismo, la corrupción y el nepotismo han dañado la imagen de los distintos partidos, tradicionales y emergentes, grandes y pequeños por igual: así mismo, el incumplimiento de promesas al electorado en su momento pasa factura al no ser puestas en practica, perdiendo credibilidad y rechazos.
También la empleomanía, inflando la burocracia -con el consiguiente impacto negativo en las finanzas, reclutando personal en base a la lealtad incondicional y no en la competencia -debidamente comprobada-.
Una vez ganada la elección se ignora a la militancia y a la ciudadanía, fuente de resentimientos y distanciamientos, cuando no de deserciones, todo lo cual debilita y dificulta cada vez más el presentarse como la alternativa política ideal para el bienestar colectivo.
La evidente crisis actual de los distintos partidos políticos puede y debe ser superada cuando aun hay tiempo de defender, consolidar y ampliar nuestro frágil sistema democrático, siempre expuesto a ser saboteado tanto desde adentro como desde afuera por fuerzas e ideologías totalitarias.