San Pedro Sula, Honduras.
La escasez de frijoles, por lo menos su exhibición en los mercados para la venta, ha disparado los precios, ha hecho salir a los burócratas de las oficinas y ha multiplicado el malestar de los hondureños, pues han de pagar más por menos con dolorosa evidencia en los tres tiempos de comida.
Recordamos aquellos días en que en casa escuchábamos que “con la comida no se juega”, cuando los pequeños hacíamos con que contábamos los granos en el plato. Había además un complemento al dicho, muy ajustado a las precaria situación de la familia, “la comida no se tira”. Hoy, entregados al consumismo y los hábitos alimenticios impuestos, pueden sonar los consejos a épocas lejanas y a mentes aisladas en el jacal.
No es la primera vez que la escasez, acaparamiento o especulación con frijoles jalonea a los funcionarios pues la escalada de precios en productos de la canasta básica es sinónimo de incremento de la pobreza si no va acompañado el fenómeno con una mayor disponibilidad de recursos para recuperar el nivel adquisitivo de los ingresos familiares o personales.
De momento las iniciativas están enfocadas en el día a día, con amenazas y medidas coercitivas, a la espera de que comience a llegar al mercado la nueva cosecha, “si bien no será robusta como la anterior”, según el presidente Juan Orlando Hernández, quien anuncia un programa con semilla para el aumento y el mejoramiento del cultivo del grano.
El “do mayor”, en el ambiente gubernamental lo dio Alden Rivera, ministro de Desarrollo Económico, al anunciar una recompensa para quienes contribuyan a combatir el acaparamiento y la especulación con la denuncia de quienes atentan contra la economía nacional. El aliciente para la población puede dar resultados, pero hay que elevar la mirada y emplearse a fondo para que la seguridad alimentaria, prometida en todos los gobiernos, sea una realidad y no solo tema de campaña o del programa de gobierno de los candidatos.
Aquella invitación desgastada por su uso, de vuelta al campo se hace necesaria, pues si ni siquiera somos capaces de producir la comida, de dónde se obtendrán recursos para su importación si ya la balanza comercial presenta un déficit que se logra medio sostener con créditos, ayuda y cooperación internacionales.
Los riesgos en la producción agrícola, la inseguridad en la inversión, la escasez de crédito así como la falta de garantía en los precios al productor son asuntos de fondos, torales dicen los profesionales del Derecho, para la estabilidad de los precios con una oferta suficiente o superior a la demanda. Ello, sin embargo, no es cuestión de oficinas y declaraciones, sino de campo, de soleadas y mojadas trabajando la tierra. Duro el panorama, por ello habrá que rescatar aquello de que “con la comida no se juega”.