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La esperanza

  • 01 julio 2020 /

    Con visión en el electorado y la ilusión puesta en la urna se proclama a los cuatro vientos aquello de volver al campo, pero pasaron los años y lo que creció fue la migración, que se encarrilaba hacia la ciudad. Hoy, las voces, no de políticos, sino de profesionales de la salud, sociólogos, economistas y más de un soñador reclaman el campo no solo como necesaria fuente productiva, sino para mejorar y proteger la calidad de vida.

    Entre nosotros es mucho pedir, pero uno de los mejores favores que pudiera hacernos la pandemia es la recuperación y uso de las tierras cultivables, de manera que, como sociedad, tengamos para comer, aunque los más “ultra” respondan dogmáticamente que eso es supervivencia, no calidad de vida.

    LA PRENSA presenta trabajos periodísticos bajo el eslogan “La esperanza está en el campo”.

    Agobiados por el avance de la pandemia, pesimistas por la extensión del encierro y por lo que vendrá en largos meses, el sector agrario se ha convertido en el centro de un diminuto optimismo hoy por las graves circunstancias, pero con grandes perspectivas como motor en el mercado nacional y con ruta abierta a consumidores en el exterior.

    Así como va el invierno, digamos las lluvias, hay garantías para los cultivos de granos y el abastecimiento del mercado nacional. El Gobierno debe respaldar con tino y efectividad el ciclo productivo, pero también controlando a los intermediarios, pues en la cadena productor-intermediario-comprador, el segundo arriesga poco y es el gran ganador.

    El Consejo Agropecuario Centroamericano recomendó: “Tenemos que generar nuevas estrategias. En medio y posterior a la pandemia reinventemos para activar la producción de alimentos, su fluidez del campo a las ciudades, evitar que se rompan las cadenas de valor… para que los alimentos lleguen a las mesas de los ciudadanos”.

    También el campo es generador de divisas con el café, una de las columnas de la economía nacional, el banano, la palma, el melón y los granos, sobre los que recaía la mirada de nuestros vecinos, pues en tiempos pasados nuestro país fue el granero de la región.

    La pandemia obliga a mirar a la agricultura, fundamental en la economía y en la vida de los hondureños. La dedicación a la tierra, honestidad en el manejo de los recursos y la transparencia en la asignación de la ayuda pueden revertir la dirección de bajada en la producción de granos, en productos para exportación y, sobre todo, fortalecer el mercado interno con abundancia y precios adecuados a la canasta básica.