Introspección

  • Actualizado: 25 de julio de 2025 a las 00:00 -

Todas y todos los hondureños debemos preguntarnos de que manera hemos contribuido, por acción o por omisión, a la creciente polarización, violencia, inseguridad, incertidumbre, que golpea y debilita cada vez mas nuestras vidas y la existencia y salud de la patria.

Hemos tolerado que el diálogo franco y sincero haya sido reemplazado por la confrontación, a tal punto que pareciera ya es imposible encontrar puntos de convergencia en que el centro, equidistante entre los dos extremos, ha sido rebasado por estos.

Sea que hemos participado activamente en el actual orden de cosas, o bien, hemos permitido con nuestra pasividad tal condición, compartimos una cuota de culpa y responsabilidad de la que no podemos sustraernos.

En el proceso, hemos capitulado y permitido que se impongan personas inescrupulosas, corruptas, codiciosas, manipuladoras, cuyo objetivo central es el enriquecimiento instantáneo sin importar los medios para lograrlo, carentes de principios éticos y morales, cuyo mérito, si así puede llamársele, es el empleo de la mascara y el disfraz, la mentira y el engaño, para fingir actuar en pro del bienestar colectivo mediante el discurso, a la vez demagógico y confrontativo, que divide a las y los hondureños en amigos y enemigos, saboteando cualquier iniciativa de unidad y reencuentro de la familia hondureña.

Utilizan la política como trampolín para acceder al poder y una vez alcanzado, castigar a quienes perciben como enemigos y recompensar a las y los incondicionales que, por diversos medios, contribuyeron a alcanzar el objetivo central.

El disfrute del erario y el Presupuesto de Egresos e Ingresos para propósitos particulares, constituye un estímulo y aliciente para buscar, por todos los medios disponibles, el continuismo, vale decir perpetuarse en el control del aparato estatal, para ello utilizando una combinación de fuerza con procedimientos pseudo legales.

El fin justifica los medios, tal es su razonamiento y justificación. Deforman el concepto y significado de la palabra democracia, distorsionándolo.

Y nosotros, meros espectadores, hemos contribuido a tal desenlace que heredaremos a las generaciones venideras, sin habernos atrevido a la participación cívica para impedir lo que está lejos de ser inevitable. Dejamos de ser ciudadanos activos, poseedores de derechos y deberes, renunciando a ser constructores de nuestro destino personal y colectivo.

Se requiere de un examen de conciencia de todas y todos, para retomar el camino hoy extraviado y volver a transitar por las rutas del honor y la dignidad, la decencia y la virtud.

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