Cultura del despilfarro

Pensamos, erróneamente, que los años de las vacas gordas duran indefinidamente, sin percatarnos de que el mundo vive crisis económicas y sociales

  • Actualizado: 25 de agosto de 2025 a las 23:55 -

Resulta paradójico que un país como Honduras, clasificado entre los más pobres del mundo -el segundo en América- y, además, severamente endeudado, esquilmado y saqueado, por parte de políticos y empresarios deshonestos, cuyo propósito ha sido y es el rápido enriquecimiento a costa de fondos estatales, adquiera en el exterior manufacturas y equipos industriales con el objetivo de modernizar y hacer crecer la economía.

El latrocinio y la ausencia de capacidades técnicas y planificación generan que el equipo al no recibir el adecuado mantenimiento, además de estar abandonado y expuesto a las inclemencias de la intemperie, la humedad y el excesivo calor, se deteriore rápidamente hasta quedar inservible y transformado en chatarra.

Desde el fallido proyecto de construcción del Ferrocarril Interoceánico en la década de los ochocientos sesenta al presente, esa criminal negligencia ha sido una constante, se trate de aserraderos en Bonito Oriental, medicamentos en centros de salud públicos que al alcanzar la fecha de vencimiento sin haber sido utilizados deben ser incinerados, hospitales móviles adquiridos de manera irregular e incompletos, equipos quirúrgicos, vivienda social en Ciudad Mateo y Germania, Centro Penal La Acequia, Campamento Patuca III, Trans 450, puentes Bailey, bordos, equipos de navegación aérea, incluyendo radares, tanto para la seguridad de tripulantes y pasajeros como para interceptar avionetas y lanchas que trasladan drogas procedentes de Sudamérica.

La única respuesta de los distintos gobiernos ha sido el solicitar nuevos préstamos con acreedores locales y extranjeros, con ello incrementando los inaceptables y dramáticos niveles de miseria y desigualdad social que deterioran aún más la endeble calidad de vida de nuestros compatriotas, facilitando la corrupción institucionalizada, exenta de controles, auditorías, transparencia y rendimiento de cuentas.

Actuamos cual si nos sobrara el dinero, dilapidando los bienes públicos; carecemos de una cultura del ahorro

y la frugalidad, que nos permita preservar lo poco que tenemos, pagado con los impuestos de los contribuyentes y con préstamos contraídos dentro y fuera del país.

Pensamos, erróneamente, que los años de las vacas gordas duran indefinidamente, sin percatarnos de que el mundo vive crisis económicas y sociales que se profundizan y ahondan la brecha entre los que poseen mucho -que son los menos- y los que carecen de bienes, que meramente subsisten día a día.

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