Aún no tengo mi foto estilo Studio Ghibli, generada con inteligencia artificial (IA), para postear en mis redes sociales. Eso sí, coloqué “me gusta” a muchas que me parecieron bonitas.
La utilización de la IA aún me parece un tema delicado por explorar, aunque reconozco que ya está presente en muchas áreas de la vida.
Más allá de sorprenderme el hecho de que pueda reproducir estilos y técnicas de diseño, lo que verdaderamente me asombra es su capacidad de convertir temas como este en tendencias globales que suman adeptos por propia voluntad.
La combinación de despertar curiosidad, lo lúdico y la vanidad están presentes en tendencias como la de convertir las fotos en dibujos, una dinámica que puede ser no tan inofensiva, especialmente desde el punto de vista de la seguridad de los datos.
La utilización de la IA para copiar estilos pone de relieve que estamos ante un mundo de nuevos dilemas éticos, que nos llevarán invariablemente a reconfigurar la forma en la que interactuamos.
Para las personas que somos parte de la llamada generación X; es decir, aquellos nacidos entre 1965 y 1981, convivir con el uso cada vez más cotidiano de la IA representa una gran transición que se suma a las múltiples que hemos tenido que vivir.
Para las generaciones más recientes es la evolución hacia un mundo de facilidades y de soluciones casi inmediatas, con posibilidades que apenas comenzamos a descubrir y que, sin lugar a duda, son complejas y van mucho más allá de divertirnos.
El uso creciente de la IA difícilmente nos deja indiferentes. La capacidad de encontrar información, resumir, resolver problemas de ciencias exactas es impresionante. Desde esta perspectiva, permite ahorrar tiempo y contar con datos valiosos para la toma de decisiones.
Es la banalización en el uso de la IA la que despierta preocupación. Cuando la utilizamos no para complementar, sino para sustituir el pensamiento y la creatividad humana entonces sí hay mucho espacio para la reflexión.
Especialmente en las nuevas generaciones, el uso intensivo de la IA para temas que pueden resolverse con el ingenio humano puede provocar el escaso desarrollo del pensamiento crítico.
La comodidad y la facilidad parecen desplazar el gusto por analizar, por reflexionar, expresar pensamientos y emociones. El riesgo es convertirse en un grupo creciente de personas que solo copian y que siguen tendencias con enorme facilidad, sin pensar en riesgos, tampoco en impactos.
La IA es una herramienta valiosa, es la intención y la manera con la que la utilizamos la que hace la gran diferencia. ¿Para dejar de pensar o alimentar nuestra capacidad de pensamiento? ¿Para sustituir el talento humano o para acrecentarlo? ¿Para lograr un mundo de seguidores o para ser disruptivos ante una realidad desafiante? La respuesta estará siempre del lado humano.