El día que triunfó la revolución sandinista emprendimos el viaje a Nicaragua, por nuestra propia cuenta y riesgo, junto con mi hermano Juan Antonio Martínez (QEPD) y el fotógrafo Gerardo Mazariegos, para estar presentes en la entrada gloriosa, a Managua, de los héroes de aquella gesta histórica que sacó a la dictadura de Anastasio Somoza.
Llegamos al anochecer a Corinto, Chinandega, que se encontraba a oscuras, en donde fuimos requeridos por los rebeldes sandinistas quienes habían convertido en cuartel, un hotel de esa comarca.
Tras que nos identificamos plenamente nos ordenaron no continuar nuestra marcha esa noche porque podría haber ex guardias somocistas, sin rendirse, a la vera de la carretera y podrían confundirnos con guerrilleros. Así que nos quedamos a pernoctar en el destartalado hotel-cuartel.
Muy de mañana, al día siguiente 20 de Julio de 1979, llegamos a Managua llevando de aventón, en el Volvo conducido por mi hermano, a un rebelde que encontramos caminando en el trayecto. El sandinista no se inmutó cuando fuimos recibidos por una escaramuza a tiros protagonizada entre los mismos militantes del frente sandinista. Más bien nos calmó con un “no pasa nada” al notar que estábamos nerviosos.
En efecto, se trataba de una confusión pues uno de los vehículos que conducían sandinistas por las calles de Managua, conservaba el rótulo de Guardia Nacional de Nicaragua por eso sus camaradas creyeron que eran del bando derrotado.
Tras el susto llegó el momento feliz cuando, entre aclamaciones, hicieron su entrada triunfal los héroes de la revolución a quienes habíamos admirado desde territorio hondureño cuando la lucha armada estaba en su apogeo. El aire fresco de la mañana agitaba la melena del sacerdote y poeta Ernesto Cardenal subido en un carro militar, mientras la comandante Dos, Dora María Téllez, sacaba la mano por la ventanilla de un autobús lleno de revolucionarios para saludar a los simpatizantes.
Ella y el comandante Cero, Eden Pastora, formaron parte del comando armado que un año antes había tomado el Palacio Nacional para negociar la liberación de combatientes presos por la dictadura. Aunque Daniel Ortega, no era de los comandantes que puso el pecho en el frente de batalla, estaba entre los aclamados.
Fue él, más bien, quien desde que regresó al poder en 2007 fue purgando a los otros comandantes que ejercieron el mando del frente sandinista, entre ellos su propio hermano, Humberto Ortega y, recientemente a su asesor en materia de economía, Bayardo Arce Castaño, hasta quedar gobernando solo con su mujer Rosario Murillo.
Otros artífices de la revolución, como el escritor, Sergio Ramírez, la poetisa Gioconda Belli y el cantautor Carlos Mejía Godoy que combatieron con su talento, tampoco sirven a la nueva dictadura que resultó más recalcitrante que la de Somoza.