19/04/2024
12:32 AM

Reforma universitaria

Juan Ramón Martínez

Como le hemos quitado a los historiadores los cuentos y las quejas tradicionales, hemos aprovechado el Bicentenario para evaluar los resultados alcanzados. Y como no hemos podido cambiar el sistema colonial disfrazado de muchas maneras nos preguntamos qué es lo que hay que hacer para rectificar. No hemos consolidado el Estado democrático.

Las mismas familias, herederas de las que inventaron la independencia para que el pueblo no se liberara, siguen gobernando. La soberanía popular se ha expresado en pocas oportunidades, superada por el caudillismo autoritario y la violencia, que han silenciado la voz de las urnas. La economía no ha pasado de un mercantilismo atrasado que ha engendrado un “capitalismo de compadres” que permite la corrupción y produce el atraso.

Tampoco hemos podido desarrollar una cultura propia de naciones nuevas porque las universidades no han podido formar los recursos humanos calificados para identificar la realidad, construir las respuestas efectivas y la desarrollar una élite empresarial enamorada del éxito y los resultados.

El sistema universitario ha conspirado con el pasado. Ramón Rosa lo entendió; pero no tuvo en los universitarios los seguidores para reformar el sistema que antes obedecía a la Iglesia; pero ahora está al servicio del Gobierno, produciendo la empleomanía inútil que paraliza la iniciativa privada. No es accidental que los empresarios exitosos no hayan estudiado en Honduras, que los peores gobernantes los haya formado la Unah.

En 1956, los militares contando con la simpatía de los universitarios, haciendo eco al grito de Córdova, otorgaron la autonomía universitaria. Ahora, no solo los burócratas se la han arrebatado a los jóvenes –en interinato que solo favorece a un rector inútil–, mientras los profesores los entrenan para el pasado, en vez de capacitarlos para el futuro, que solo es suyo. Porque en vez de prepararlos para el éxito los están empujando hacia el fracaso y la amargura, pero la Unah, además de hacerle daño a la juventud, cuyo mejor ejemplo es el abandono de los conceptos del padre Reyes –búsqueda de lo mejor y uso del genio para crear nuevos resultados– se ha instalado cómodamente a dirigir la acción privada de los que sabiendo los daños que sufren organizan universidades que, como los estudiantes, están sometidas a los caprichos de sus burócratas. De forma que en el colmo de la desfachatez, la Unah establece reglas para que cumplan los demás, mientras ella las pasa por alto, enviando un mensaje de irrespeto a la ley que los políticos usan como justificación para sus repetidas ilegalidades.

Ante este panorama, no cabe duda de que para cambiar al país no basta exigirles a políticos lo que tienen que hacer –por lo demás fácil y cómodo–, sino que reformar el sistema universitario devolviéndole la legalidad a la Unah, secuestrada por un grupo de irresponsables, liberando a las universidades privadas de los caprichos de su máximo dirigente de la educación superior, bien por la operación del Consejo de Educación Superior o creando un ministerio de Educación Superior. Igual que la falta de libertad económica, intervención del Gobierno en las decisiones económicas privadas más allá del sentido común ha impedido el desarrollo económico. Necesitamos devolver a las universidades privadas e incluso a tres públicas su autonomía y libertad, evitando depender de la Unah, que es incompetente, incluso para manejarse a sí misma.

Entre las actividades del próximo mes queremos hacer un foro para discutir este tema y producir un documento que oriente sobre qué hacer. Porque si no hacemos un esfuerzo para entender los retos del futuro, resolviendo los problemas del presente, enfatizando en el cambio de la educación universitaria, el futuro se verá severamente comprometido.