Después de explicar el propósito del libro, el autor de Proverbios nos presenta una exhortación a adquirir sabiduría. ¿Se ha preguntado por qué? ¿Por qué se deben afinar los oídos a la sabiduría y concentrarse en su discernimiento? El autor nos presenta cinco razones. Primero, porque esa es la única manera de comprender lo que significa temer a Dios (2:5). Segundo, porque esa es, además, la forma de comprender lo que es correcto, justo e imparcial y de encontrar el camino que se debe seguir (2:9). Tercero, una vez que la sabiduría ha entrado en el corazón, esta llenará de alegría la vida (2:10). Cuarto, porque las decisiones sabias protegen y mantienen a la persona a salvo (2:11-19). Y quinto, porque la sabiduría está entrañablemente relacionada con la vida (2:20-22).
Cuando entendemos esto, incluso las tesituras prácticas del día a día adquieren un significado más profundo. Como lo llegara a expresar en una ocasión Abraham Lincoln, “no es la cantidad de años en tu vida lo que cuenta, sino la cantidad de vida en tus años”.
La exhortación del autor, por supuesto, contradice el mensaje que se pregona actualmente. Un mensaje que promueve la brutez, la falta de reflexión y el disparate. Con un diálogo opuesto a la razón o ajeno a ella, que además carece de sentido común y de temor a Dios, pero sí cuenta con un deseo ávido de hacer lo que plazca, aun siendo esto incorrecto, injusto y parcial. A la pérdida de todo ello es a lo que de verdad se teme.
Por eso, y debido a que esa irracionalidad es destructiva (2:22), mi consejo para usted es este, querido lector: cuando Salomón se dio cuenta de su propia insuficiencia, pidió a Dios sabiduría para hacer bien su labor (2 Crónicas 1:1-13).
Usted también puede hacer lo mismo. Pídale, entonces, a Dios que le dé un corazón sabio para no dejarse engañar y para hacer con excelsitud lo que es bueno, propicio y saludable.