María Isabel, al iniciar su Curso Dale Carnegie, marcó como su objetivo comprar un automóvil y aprender a manejarlo.Lo logró. Tomó el entrenamiento para conducirlo, sacó su licencia y, al ir al trabajo, pasaba por su hermano Roberto, con quien se sentía más segura en sus primeros días al frente de su flamante auto. Pero un día, al sacarlo del garaje, lo sintió muy lento y apenas llegó a la siguiente cuadra por su hermano. Cuando este subió, le contó lo trabado que lo sentía. Él sonrió y quitó el freno de mano. Todavía recuerdo su charla contándolo, sonriendo, frente a sus compañeros del Curso Carnegie.
¿Qué aprendió de esta sencilla experiencia? Su conclusión fue profunda: que en nuestra vida diaria hay hábitos que nos paralizan, y hay que quitar esos frenos de mano de nuestra vida.
¿Quiere ejemplos? Aquellos que están tan pegados a su celular que prácticamente llenan sus días en WhatsApp, Facebook o Instagram. Quizá no lo reconocen fácilmente, pero esto les absorbe tanto tiempo que literalmente les está impidiendo progresar. ¿Deben quitar ese freno de mano? ¿Y qué hay de los que han caído en el alcoholismo? Conozco casos muy dolorosos, que hacen sufrir a su familia, que incluso han perdido trabajos y oportunidades, y aun así no lo reconocen. ¡Conducen su diario vivir con un freno de mano puesto! Pero, afortunadamente, también he conocido casos que, acudiendo a organizaciones como Alcohólicos Anónimos, han logrado el control diario de esa enfermedad adquirida por su adicción. Han cambiado sus vidas en lo que ellos llaman bendita sobriedad. Estos quitan todos los días su freno.
Sí, hay hábitos en nuestras vidas que nos entorpecen el conseguir los logros que soñamos. No solo son las adicciones al celular o al alcohol, también el postergar nuestras mejores acciones, como educarnos más, adquirir las vitales habilidades en relaciones humanas, la habilidad de controlar el estrés diario, o aprender un nuevo idioma. No hacer esto puede constituir un verdadero freno.