Quizá por ser nieto de músico –Camilo Rivera Guevara- y sobrino de tíos músicos, yo siempre he tenido una pasión por la música. Las clases en el Instituto Departamental de Occidente, en La Esperanza, ayudaron indudablemente a descubrir esa vocación, pero no fue hasta que un día, mientras sintonizaba el aparato radiorreceptor de ondas cortas, me topé con una música que me agradó y que invitó a sentarme en un sillón a disfrutarla. La obra duró casi una hora y al final pude escuchar la identificación de la BBC de Londres y anunciar el nombre de la obra, la Primera Sinfonía de Piotr Chaikovski, compositor de quien tenía referencias en el aula de Educación Musical. Antes de cerrar el programa, la emisora invitó a sintonizar la emisora la semana siguiente, el mismo día, a la misma hora.
En esa ocasión podría decir comenzó todo porque yo, de ahí en adelante, no me perdía ningún programa de la BBC dedicado a la música clásica. Yo tenía acceso al dueño de la librería del profesor Jesús Mejía Paz y fui allí para buscar en los catálogos un libro que me ilustrara sobre los grandes compositores y sus obras. Apareció un título: “Historia gráfica universal de la música”, escrito por un austríaco, que huyó del nazismo, refugiado en Argentina, llamado Kurt Pahlen.
El libro por fin llegó y regresé con él a casa. Es un libro voluminoso lleno de ilustraciones y redactado con una maravillosa simpleza. De esa manera, luego de cada concierto en la radio iba al libro de Pahlen. Por casualidad me hice amigo del cura Roque Jacinto Gutiérrez.
Él tenía también un receptor y mientras escuchábamos música me invitaba a tomar una pequeña copa de vino de consagrar. Con él, además, podía discutir sobre las obras y la calidad de la interpretación que aprendí a distinguir.
Unos chicos norteamericanos vecinos -su padre era ganadero y minero- tenían discos Long Play y un tocadiscos y me invitaban a escucharlos, todos de música sinfónica. Esa experiencia me llevó a encargar a algún amigo que viajaba a Tegucigalpa dos discos, y él me trajo uno con conciertos para piano y orquesta de Mozart y otro con sinfonías de Brahms. En casa había un tocadiscos, pero no funcionaba porque estaba estropeado, así que no pude escuchar mis discos hasta que llegué a La Lima a trabajar como maestro en la escuela Esteban Guardiola de la United Fruit Co., al mando de don Ibrahim Gamero Idiáquez.
Entonces me hice de mi tocadiscos y visitaba con frecuencia la tienda de discos y compraba algunos, caros para mi economía.
En La Lima introduje a mis alumnos escolares en el mundo de la música clásica y pude comprobar, a mi edad de 17 años, que aquellos muchachos habían progresado en su capacidad interpretativa en el aprendizaje y, repitentes consuetudinarios, por fin aprobaron su primaria con muy buenas calificaciones.
Era tal mi entusiasmo que me matriculé en la Victoriano López en los cursos nocturnos. El director, don Tutto Diffent, se interesó por mí al verme entusiasmado y así comencé a estudiar violín. El maestro murió luego de una huelga que realizaron los profesores para sacarlo y asaltar la Dirección, y por esa razón abandoné los estudios musicales.
Pero, además, yo tenía fijo en mi cabeza que sería médico y, tras cuatro años de docencia, renuncié y me vine a Tegucigalpa, y tuve que abandonar el aprendizaje musical porque los recursos no ajustaban y la facultad exigía una total dedicación.
En la capital tuve la oportunidad de asistir al Teatro Nacional y cuando ejercí como docente universitario incentivé a mis alumnos de Medicina a interesarse por la música como elemento para elevar su capacidad interpretativa. Aprendí a tocar, por iniciativa propia, un poco la mandolina, y mi tío Camilo Rivera me obsequió una mandolina napolitana que tiene ya muchos años.
La afición a la música cambió mi vida y quise lo mismo para mis alumnos.
Ahora, cuando veo a los estudiantes dedicados a escuchar la música vulgar y sin contenido artístico llamada reguetón, me acongojo cuando me pregunto por qué los futuros profesionales no pueden entender que esa no es su música, sino la de Mozart, Vivaldi, Beethoven y muchísimos compositores que nos han brindado obras maravillosas.
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