Nos visitará a principios de la segunda quincena de este mes de noviembre la Dra. Francisca Noguerol Jiménez, docente e investigadora de la prestigiosa Universidad de Salamanca de España. Ella viene para pronunciar su discurso de ingreso como Académica Correspondiente en España de la Academia Hondureña de la Lengua, acto que ocurrirá el lunes 17 de noviembre en la sede de la noble institución nacional encargada de estudiar y fijar las normas del español de Honduras.
Noguerol Jiménez se ha hecho muy conocida en los círculos literarios del área hispanohablante porque, junto con Laura Zavala, profesor e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, Sección Xochimilco, y otros teóricos más, en referente sobre el más reciente género literario que ha causado sensación y que se cultiva profusamente: el cuento breve o minificción.
En Honduras se ha escrito narrativa breve desde Froylán Turcios (1874-1943), quien publicó a principios del siglo pasado un libro -Cuentos del amor y de la muerte- con textos narrativos que, muchos de ellos, no alcanzan las cincuenta palabras. Posteriormente escribió textos narrativos breves nuestro polígrafo Rafael Helidoro Valle en varios de sus libros.
Quien reinicia el cultivo de la narrativa breve, minificción o cuento súbito en Honduras es Óscar Acosta, quien durante su estadía en Lima, Perú, tuvo acceso al libro Cuentos breves y Maravillosos (1963). La idea de escribir cuento surge en Óscar tras la lectura de Cuentos Breves y Extraordinarios (1955), editado por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares y de otros de mayor cercanía: del salvadoreño Álvaro Menén Desleal, como él firmaba sus libros, y de Augusto Monterroso, quien había nacido en Tegucigalpa; pero que mientras era una adolescente migró a Guatemala, la patria de su padre, y luego a México tras abandonar Guatemala por la persecución del tirano Ubico.
Fue en México en donde escribió su famoso cuento súbito titulado El dinosaurio, texto que yo imprimí en forma de libro para la Universidad Pedagógica con motivo de que esa institución había aprobado una cátedra Augusto Monterroso. Se dice que antes de escapar escribió en uno de los muros de la antigua capital de la Capitanía General: “No me ubico”. Óscar Acosta publicó en Perú su libro El arca (1956).
El arca pasó desapercibido en Honduras y fue necesaria una nueva edición patrocinada por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras para que los escritores hondureños descubrieran que en sus páginas había una nueva forma de hacer cuentos con el uso mínimo de palabras.
Seguidamente, Víctor Manuel Ramos publicó dos libros con minificciones: Acuario, ganador del Premio del Centro Cultural Sampedrano El Zorzal de Oro para literatura infantil y juvenil, y más tarde Monsieur Herissón y otros cuentos.
Casi simultáneamente, Julio Escoto impulsó, mediante dos concursos, la producción de minificciones en su Revista Imaginación, concurso con el cual incentivó la producción de minificciones, sobre todo por parte de escritores jóvenes que iniciaban sus carreras productivas.
Fue el tiempo en que yo publiqué la primera antología de minificción nacional: La minificción en Honduras (2007), con el apoyo y el impulso de Lauro Zavala, quien había llegado a Tegucigalpa a dar un curso de minificción y a dirigir como invitado un número especial sobre narrativa breve de la Revista de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán, que yo dirigía con mucho éxito.
Actualmente, sobre todo Otoniel Guevara, en su editorial, ha publicado varios libros de minificcionistas hondureños, muchos de los cuales están reunidos en las antologías que ha editado José Zelaya.
Pues bien, ahora viene a Honduras uno de los pilares teóricos de la minificción: Francisca Noguerol Jiménez, para hablarnos de esa nueva modalidad narrativa y para intercambiar experiencias con los jóvenes escritores hondureños en el Centro Cultural de España en Tegucigalpa y en una de las aulas de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y en otra de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán para interactuar y compartir experiencias con los estudiantes de esas instituciones educativas y los autores de minificción.
Noguerol Jiménez ha mostrado, en su trabajo investigativo y crítico, especial interés por la literatura hispanoamericana. Ha publicado muchos textos sobre Darío y podría decirse que es una especialista en Augusto Monterroso -junto con Lauro Zavala y Wilfrido H. Corral- a quien le ha dedicado muchos trabajos, homenajes, libros y compilaciones.
Estaremos atentos a su discurso de ingreso en la Academia Hondureña de la Lengua porque en él se referirá, con orgullo para nosotros los hondureños, a la producción hondureña de minificción. Sea bienvenida a la patria de Juan Ramón Molina, Rafael Heliodoro Valle, Óscar Acosta y de los jóvenes minificcionistas.