No solo de política vive el hombre. Es la política una de las pasiones más relevantes en la vida del hombre, y en eso acertó Aristóteles al definir al humano como el animal político. En otras palabras, todos somos políticos, aunque muchos alegan ser apolíticos, pero realmente, al tener una postura sobre los asuntos de la política y no manifestarse dejan que los demás decidan por ellos.
La música es una de mis pasiones. Mi abuelo Camilo Rivera Guevara era profesor de música y compositor, mis tíos fueron mis maestros de música en el colegio y mi tío Carlos Rivera Girón surgió en nuestras vidas, la mía y la de mis hermanos como el héroe que ganaba batallas con su concertina. Recuerdo cuando venía a visitarnos en Jesús de Otoro, desde que bajaba de la baronesa ejecutaba magistralmente su concertina. Al escuchar las notas de aquel instrumento, nosotros salíamos a su encuentro porque él llegaba con la suprema alegría.
En La Esperanza, mamá tenía una gran radio con muchas bandas de onda corta. Con ese aparato me solazaba en la búsqueda de los noticieros en las emisoras internacionales: la BBC, Radio Paris Internacional, Radio Varsovia Internacional, Radio Habana Cuba, Radio Moscú y La Voz de América. En una ocasión, mientras sintonizaba la BBC, escuché una música orquestal impresionante y me dispuse a escuchar hasta su final. Cuando el programa terminó, el locutor anunció el nombre de la obra y de la orquesta. Se trataba de la Sinfonía 1ª de Piotr Chaikovski, interpretada por la Orquesta Sinfónica de Londres. Para cerrar el programa, el locutor lanzó la invitación para que en la semana próxima, a la misma hora y el mismo día volviéramos a sintonizar el programa de los conciertos. Yo había aprendido en el colegio qué es una sinfonía, una sonata, un concierto para solista y orquesta o una ópera, pero nunca había escuchado un concierto. El entusiasmo que despertó esa audición fue tal que me hice metódico para estar junto al radio receptor a la hora en punto. Cada audición era para mí una delicia, un tiempo de inexplicable sublimidad. También de esa manera conocí a los autores y los intérpretes, a los más afamados directores de orquesta y los solistas aclamados, tanto instrumentales como del bell canto. Tardé mas tiempo en disfrutar la majestuosidad de las óperas y la grandiosidad de sus intérpretes vocalistas. Pero cuando realmente descubrí la ópera comprendí por qué oí decir que la ópera es el género máximo de las artes.
No tenía tocadiscos, pero comencé a comprar discos long play. Mi primer disco fue un concierto para piano y orquesta de Mozart que es uno de mis favoritos. No los podía escuchar, pero anduve con ellos en mi maleta y cada vez que los tenía en mis manos sentía la sensación de escuchar su música con todo el esplendor. Con ellos llegué a la escuela Esteban Guardiola a impartir clases y entre otras actividades puse a mis alumnos a escuchar mis discos en el aparato que tenía la escuela y, en verdad, quien más disfrutaba esos conciertos era yo, pero miraba en mis niños alumnos una emoción que se traducía en sus gestos y en la devoción para escuchar. Lo mismo hice cuando fui catedrático de Neuroanatomía en la Facultad de Medicina de la Unah. Muchas de mis horas de clase las usé para oír óperas o a los alumnos que sabían ejecutar un instrumento. Sabía que la música de Mozart, Vivaldi, Beethoven y todos los clásicos fortalecen la capacidad mental.
Instalado en Tegucigalpa, a donde vine para estudiar la carrera de Medicina, no falté a casi ninguno de los conciertos que se escenificaban en el teatro Nacional y me convertí en cronista y crítico. Mis artículos sobre música trataré de publicarlos en un libro.
Fue el tiempo en que mi tío Camilo Rivera Girón me mostró sus habilidades con la guitarra y la mandolina. Tiempos grandiosos esos en que escuchaba su pasión por las canciones napolitanas. Me regaló su mandolina napolitana preciosa e incrustada con nácar que conservo con devoción. Nos intercambiamos CD y me llamaba a San Pedro o La Esperanza para escucharlo tocar su mandolina.
Pude haber llegado a tocar un instrumento con maestría, pues inicié estudios en la Victoriano López con don Tutó Diffent. Pero al venir a Tegucigalpa a emprender la carrera de Medicina ya no había tiempo ni recursos para la música. Cómo lo lamento.