14/11/2024
10:02 PM

La locura de Trump invita al motín

Cuando la gente se porta como si tuviera algo que ocultar, a menudo es porque así es. Para mí, se trata de una ley básica del comportamiento humano.

Es el por qué del comportamiento incomprensible, indignante, ininteligible y simplemente extraño del presidente Donald Trump la semana pasada, reforzó mí ya firme suspicacia de que hay algo que Trump sabe sobre las investigaciones de los contactos de su equipo de campaña con Rusia que no quiere que sepamos.

Esa es la única forma en la que le encuentro sentido a lo que pasó: o se trata de las maquinaciones del encubrimiento, las expresiones de una locura creciente o ambas cosas.

Los detalles del incidente más reciente en la locura de Trump son bien conocidos ahora y, con todo, cada nuevo detalle que ayuda a añadirle textura a la historia también la vuelve más horriblemente indignante.

Según artículos periodísticos (con algunos de los cuales difiere la Casa Blanca, yo me apresuro a añadir), después de que el ex director de la FBI, James Comey, se negó a prometerle lealtad a Trump, increpó públicamente algunas de las mentiras de Trump, y buscó intensificar la investigación de las conexiones de Rusia que realiza la Oficina, Trump lo despidió sin cortesías. Luego, dejó que sus sustitutos salieran - o, posiblemente, los mandó – a mentir sobre por qué se despidió a Comey. Y, luego, Trump tuiteó una amenaza a Comey que pareció un intento por intimidarlo para estarse tranquilo.

¿Quién hace eso?

Abundan las cuestiones legales y éticas sobre lo impropio y hasta sobre la legalidad de intentar intimidar, y luego destituir y amenazar al funcionario de seguridad que coordina una investigación de tu círculo de asociados.

Muchas de esas interrogantes surgen no de fuentes clandestinas, sino, más bien, del propio Trump. El solo se está poniendo en un riesgo legal con lo que está hablando y tuiteando. Parece no poder detenerse. Algo está roto en ese hombre.

Es inseguro, paranoide e irritable, da empujones entre la egomanía y el narcisismo; está intoxicado con un poder más allá de su exigua comprensión, y se da gusto más de allá del punto del abuso.

Algunas personas están pletóricamente optimistas de que la abominación se pueda revertir y pueda terminar pronto.

Sin embargo, yo advertiría que éste se trata de un momento lleno de calamidades.

El hombre que vemos evolucionar frente a nuestros ojos sigue teniendo el poder de la presidencia hasta el momento en que no lo tenga, y, por ningún motivo, está asegurado ese tiempo de terminación.

Trump es ahora un animal herido, desesperado y peligroso. La sobrevivencia es un impulso abrumador e instintivo, y nadie debería poner nada más allá de un ser que está inclinado a asegurarlo.

Cifrar las esperanzas en un proceso de destitución fácil o una renuncia o un brillante par de mancuernillas, es increíblemente tentador para quienes están agotados y deprimidos por las ridiculeces sin cesar, las perversiones de la verdad y los hechos, y los asaltos contra las costumbres, la normalidad y la civilidad.

Sin embargo, cifrar las esperanzas en eso es, en este momento, prematuro. Comparto el anhelo. Con toda seguridad que es posible armar una causa para la remoción y tiene mérito. Sin embargo, existen pasos incalculables entre la plausibilidad y la probabilidad. Las expectativas deben manejarse de tal forma que las esperanzas no se frustren, si no se alcanza el objetivo inmediatamente.

Hay signos increíblemente alentadores de que la debacle de Comey ha cristalizado el sentimiento sobre la gravedad de la anormalidad de Trump y de la urgente necesidad de una investigación independiente de la conexión rusa.

Después del despido de Comey, 20 fiscales generales enviaron una carta al Departamento de Justicia en la que lo exhortan a nombrar, inmediatamente, a un consejo especial independiente que supervise la investigación. En una parte, dice:

“Como principales funcionarios del orden en nuestros respectivos estados, vemos que el presidente haya despedido al director de la FBI, James Comey, en medio de su investigación de la interferencia rusa en las elecciones presidenciales, como una violación de la confianza pública. Como fiscales comprometidos con el Estado de derecho, exhortamos a considerar el daño a nuestro sistema democrático de cualquier intento del gobierno por descarrilar y deslegitimizar la investigación.

Más aún, según una encuesta de opinión dada a conocer el jueves: ‘una mayoría de estadounidenses – 54 por ciento – piensa que el abrupto despido que hizo el presidente Donald Trump del director de la FBI, James Comey, no fue apropiado, en tanto que 46 por ciento piensa que a Comey lo despidieron por la investigación rusa, según los resultados de una nueva encuesta de NBC News/SurveyMonkey’”.

Ellas siguieron a una de Quinnipiac, levantada antes del despido: “Los electores estadounidenses, que le dieron un ligero empujón de aprobación al presidente Donald Trump después del ataque en Siria, hoy le dieron un porcentaje negativo, casi un índice récord, de 36 a 58, en la aprobación de su labor”.

Continúa el reporte: “Son críticas las pérdidas entre los votantes blancos sin título universitario, los hombres blancos y los electores independientes”.

Se está reuniendo el ejército de rectos buscadores de la verdad; están vacilantes las hordas de psicópatas. El reto ahora es mantener el microscopio de los medios concentrado en este tema y seguir aplicando la presión suficiente sobre los funcionarios elegidos.

Es posible que hayamos alcanzado un punto de inflexión en el que hasta los militantes partidistas se cansan de la sarta de mentiras y comportamiento indefendible, y los representantes republicanos finalmente se dan cuenta de que son funcionarios constitucionales, que deben defender al país aun si ello daña a su partido.

Algo está pasando. Está en el aire. Es un despertar, es un ajuste, es estar madurando.