Ante la avalancha de cuestionamientos que caen sobre el quepis del jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, general Roosvelth Hernández, por politizar la institución, resulta oportuno destacar hitos históricos que glorifican la consigna verde olivo: Honor, Lealtad y Sacrificio.
Comencemos por el golpe de Estado que dio una Junta Militar en 1956, contra el presidente de facto Julio Lozano Díaz, para restaurar el orden constitucional. La intervención pacífica liderada por el general Roque J. Rodríguez, el coronel Héctor Caraccioli y el mayor Roberto Gálvez Barnes dio como resultado que la junta gobernase hasta que se celebraron elecciones en 1957, las que fueron ganadas en forma legítima por el doctor Ramón Villeda Morales. Fue una acertada respuesta a la creciente inestabilidad política derivada de las pretensiones de Lozano Díaz por atornillarse en el poder después de que suspendió la legislatura y se autoproclamó presidente en 1954.
Una segunda Junta Militar de Gobierno, en 1978, allanó el camino para terminar con quince años de dictadura castrense e injustificables golpes de Estado. El populismo del general Juan Melgar Castro, sucesor en el poder de su homólogo Osvaldo López Arellano, y la incapacidad para realizar reformas que calmaran a la población provocó la impaciencia de la cúpula militar que decidió suspender al gobernante ilegal, nombrando una Junta Militar integrada por el general Policarpo Paz García, jefe de las Fuerzas Armadas; el teniente coronel Domingo Álvarez Cruz, y el teniente coronel Amílcar Zelaya Rodríguez. El triunvirato se propuso calmar el descontento campesino por problemas en el agro, así como apresurar el retorno a la democracia. De entrada disolvió el Consejo Asesor del defenestrado jefe de Estado bajo el argumento valedero de que las prioridades para el desarrollo estaban en los sectores de la salud y la educación pública. Una de las primeras decisiones de la Asamblea Nacional Constituyente que se instaló el 20 de julio de 1980 fue la de nombrar presidente provisional de la república a Paz García, mientras se aprobaba la nueva Constitución y se realizaban elecciones generales con una nueva Ley Electoral.
El poder militar se fue debilitando con la instauración de una débil democracia bajo un sistema bipartidista que luego se convirtió en tripartidista para terminar de amolar la cosa. Los militares han dejado de ser el poder en las sombras, pero oficiales silenciosos entienden que honor es dignidad; la lealtad es con la patria, no con un Gobierno, y que el sacrificio debe hacerse en bien del pueblo, no por satisfacer intereses particulares o partidarios.