¡Feliz Navidad!

Mientras haya un niño por nacer, una familia que proteger, una conciencia que no se venda, Honduras no está perdida.

  • Actualizado: 25 de diciembre de 2025 a las 11:23 -

Cuando nace un niño en una familia, algo se detiene. La rutina se rompe, las agendas se suspenden, las diferencias se callan. Todos se reúnen alrededor de una vida que empieza. El mundo, por un instante, parece nuevo. Eso es la Navidad: la celebración de que la vida merece ser acogida (cf. Sal 127,3). Hace más de dos mil años, en Belén, nació un niño esperado durante siglos. No llegó rodeado de poder ni de certezas, sino de fragilidad (cf. Lc 2,7). Y, sin embargo, nada ha sido tan nuevo como aquel nacimiento. La Navidad tiene esa fuerza: nos devuelve a la infancia, a ese tiempo en que mirar el mundo era confiar, y vivir era esperar. Los Evangelios dicen poco, pero dicen lo esencial. Hablan de alegría, de buena noticia, de salvación, de júbilo (cf. Lc 2,10-11). Dios no entró en la historia con amenazas, sino con esperanza. Y por eso el mensaje a los pastores sigue siendo actual: no tengan miedo (cf. Lc 2,10). No tengan miedo de la vida, no tengan miedo del futuro, no tengan miedo de empezar de nuevo. Honduras necesita escuchar esas palabras. Vivimos tiempos marcados por la violencia cotidiana, por una política que muchas veces decepciona, por una corrupción que erosiona la confianza y cansa el alma colectiva. Hemos aprendido a desconfiar, a endurecernos, a sobrevivir. Pero la Navidad no viene a anestesiar la realidad, viene a recordarnos que no todo está perdido (cf. Is 9,1). El cristianismo, ha moldeado nuestra manera de entender la dignidad humana, la libertad, el perdón y las segundas oportunidades. Incluso quienes no creen viven en una cultura heredera de esa mirada: creer que una persona puede cambiar, que el mal no tiene la última palabra, que la reconciliación es posible (cf. 2 Co 5,17). Por eso, para un cristiano, el pesimismo absoluto es imposible. José y María no son figuras decorativas de un nacimiento de cartón. Son una propuesta social. José, un hombre joven, trabajador, silencioso, fiel a la ley, que protege la vida cuando todo parece adverso (cf. Mt 1,19; 2,13-15). María, una muchacha que acepta una responsabilidad inmensa con una sola frase: hágase (cf. Lc 1,38). Ellos enseñan que el futuro se construye con responsabilidad, con obediencia a la conciencia, con valentía humilde, con Fe en Dios. Jesús no nació en un palacio. Nació en un pesebre, sin casa, visitado por pastores (cf. Lc 2,12.16). Desde el inicio se rodeó de los sencillos. Y cuando más tarde lloró ante la muerte de un amigo, mostró que la vida importa, que cada día es un don (cf. Jn 11,35). Esa sensibilidad es profundamente cristiana y profundamente humana. La Navidad nos pide algo sencillo y exigente: cuidarnos unos a otros. No dejarnos solos. Ser responsables del país que entregaremos a nuestros niños (cf. Ga 6,2). En su mensaje de Navidad a la Curia, el Papa León XIV recordó que la fe cristiana no es refugio ni evasión, sino una llamada a la comunión, a la responsabilidad compartida y al cuidado concreto del otro, especialmente en tiempos de división y desgaste moral. Todavía es posible. Todavía hay luz (cf. Jn 1,5). Mientras haya un niño por nacer, una familia que proteger, una conciencia que no se venda, Honduras no está perdida. La Navidad no promete caminos fáciles, pero sí una dirección: hacia la vida, hacia la responsabilidad, hacia el otro. Por eso, sin miedo y sin complejos, digámoslo: Feliz Navidad, Honduras. No como consigna, sino como compromiso. Porque el país que entreguemos mañana dependerá del cuidado que sepamos dar hoy.

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