Por estar medio dormidos se nos escapan en la vida sucesos que pueden marcar la diferencia en la vida. No captamos su sentido profundo, el mensaje que Dios nos quiere dar. En aquel sencillo pero profundo episodio del templo donde Jesús invitó a los discípulos a que “miraran con atención” a la viejita que echó la limosna en la alcancía, una simple monedita que ni “sonaba” en la cesta, podemos ver lo que significa estar “despiertos o dormidos”. Él les hizo ver que ese gesto valía muchísimo más a los ojos de Dios que la gran suma de dinero que el ricachón había dado, porque este señor echó de lo que le sobraba y recibió además el reconocimiento humano, y aquella dio todo lo que tenía para vivir ese día y solo quería agradar a Dios. Lo importante es la actitud, lo que mueve a la persona y no simplemente los actos, que en apariencia pueden parecer buenos y no lo son.
Ver más allá de lo que aparece es señal de estar despiertos. Ver la presencia de Dios en todo y vivir sus mensajes iluminadores nos convierte en seres despiertos que asimilan la riqueza que nos da la vida en la que está siempre presente el Señor. Eso nos permite caminar con paso firme en medio de la tribulación y el caos de la vida. La ignorancia espiritual nos hace cometer torpezas. Detrás de cada asesinato, atentado contra la vida y dignidad humana, contra sus derechos, está la oscuridad en el corazón del agresor, que no capta que Dios está presente en cada persona y que todo lo que atente contra el ser humano ofende a Dios.
Ahondar en las motivaciones y razones profundas por las que se hacen las cosas, por las que se mueve el mundo, esto nos dará espíritu crítico. Eso se hace movido por el Espíritu y desde el prisma de la Palabra y el magisterio de la Iglesia. El Espíritu Santo da el don de discernimiento, por el que la persona queda iluminada para ver lo bueno y lo malo, tanto en los demás como en uno mismo y le ayuda a decidir lo que más convenga para el Reino de Dios. Desenmascarar los actos de los “lobos con piel de oveja”, que vienen a destruir lo bueno, honesto y puro; conocer cómo se mueve el mundo en sus dictaduras de pensamiento y economía; cómo la cultura de la muerte sigue engullendo vidas, arruinando todo lo que es familia, dignidad, solidaridad, respeto a la vida y va extendiendo su engañoso planteamiento, todo eso nos convierte en defensores y promotores de la cultura de la vida. Eso es estar despiertos, vigilantes, atentos a los signos de los tiempos.
La cultura de la muerte tiene pensamientos como estos: “todo es bueno mientras me convenga; no hay verdad absoluta, todo es relativo; el dinero es lo más importante y por él se sacrifica todo; el fin justifica los medios; conservaré la amistad con alguien mientras me sirva y cuando ya no, pues la desecho; la vida no vale nada y por lo tanto, se puede eliminar a un ser humano cuando sea un obstáculo; hay que imponer como sea nuestros criterios y no tolerar a los que no piensen como nosotros; mi religión, mi raza, mi partido político o nación son lo único importante, por lo tanto se justifica cualquier racismo o fanatismo religioso o político”. La cultura de la muerte destruye todo lo que no sirva, no convenga, estorbe, impida el crecimiento de poderes ocultos y malignos.
Mantenerse despierto significa ver de dónde vienen mis deseos, mis actitudes y por qué hago las cosas que hago. Implica buscar las razones poderosas que me mueven y ponerlas a la luz del Evangelio. Desde allí poder juzgar lo que viene del “espíritu bueno” y promover su desarrollo. Y lo que viene del “espíritu malo”, descubrirlo y purificarlo, para evitar que se transforme en un monstruo interior que me lleve a la destrucción personal y de otros.
Mantenerme dormido implica permitir que las fuerzas malignas del mundo me vayan doblegando, perturbando, cegando, hasta convertirme en un “peón de las tinieblas”, en un consumidor empedernido, en un adicto a cualquier realidad alienante que me saque de mi “centro” y sustituya a Dios por cualquier ídolo, en un ser superficial, fácilmente manipulable y por lo tanto esclavo de lo que desintegra y despersonaliza.
Despertar significa ser iluminado por el Espíritu, buscar orientación y consejo por quienes puedan ser mis guías, leer la Palabra, orar intensamente, congregarme en comunidad cristiana y estar centrado en Cristo Jesús con quien soy invencible a la ceguera espiritual.
