“Hay más cosas que nos asustan que cosas que nos hieran verdaderamente, y sufrimos más en la imaginación que en la realidad. Importa más lo que tú piensas de ti mismo que lo que otros opinen de usted”: Séneca.
Un “presagio” significa un anuncio, señal o indicio de que algo va a suceder en el futuro, sobre todo si es importante o negativo. Es evidente que la humanidad vive tiempos donde se es más sensible a las angustias emocionales, decepciones, pérdidas y cambios; toda la humanidad espera enfrentar un futuro incierto, inhóspito, para muchos quizá tranquilo y reservado; pero la realidad es que hay una demanda de experimentar la plenitud.
El presagio, llamado también señal, anuncio, pronóstico o presentimiento, si se enfoca en algo personal, siempre invita a crecer y a un despertar, o sentir la necesidad de cerrar ciclos, una intensa necesidad de búsqueda del propósito y mayor sensibilidad.
Vemos estos presagios desde una perspectiva mundial, y nos hacen meditar en cuidar la Tierra por las crisis climáticas; la necesidad de una nueva medida de conciencia y adaptación por los rápidos cambios tecnológicos; la mayor búsqueda de justicia y relación por los movimientos espirituales y de transición. Las naciones urgen hombres y mujeres que aprendan del pasado, ordenen el presente y, con mucha prudencia, puedan proveer para el futuro.
Los presagios bíblicos han ayudado a mantener a la humanidad una esperanza en la presencia divina. El profeta Jonás fue un “presagio” para Nínive; su advertencia llevó a toda una ciudad a cambiar de actitud para no ver destrucción.
“Porque no hará nada el Señor sin que revele su secreto a sus siervos los profetas”: Amós 3:7 (RVR60).
Somos llamados a ser portadores de buenas noticias y declaramos: “Pues yo te sostengo de la mano derecha; yo, el Señor tu Dios, y te digo: ‘No tengas miedo, aquí estoy para ayudarte’”, Isaías 41:13 (NTV).
El Señor le ayudará; ¡todos, hagamos el bien!
