A menudo nos planteamos cuáles son las habilidades que se requerirán para el mundo futuro, en el que deberán desarrollarse nuestras nuevas generaciones. Nos inquietan los vertiginosos avances de la tecnología y la capacidad de los individuos y colectivos para hacer un uso eficiente y adecuado de ellas.
En países como el nuestro, en el que la educación enfrenta grandes desafíos de calidad y cobertura, la preocupación es mayor porque la falta de conocimientos para un mundo en el que la digitalización avanza a pasos gigantes, puede ser una verdadera ancla que no nos permita avanzar hacia nuevos niveles de desarrollo.
Aún y cuando la asignación presupuestaria en educación pública en 2025 fue un 5.8% más que en 2024, aún está por verse que se refleje en mejores resultados y que no se diluya en el aparato burocrático.
Los actuales desafíos de país van mucho más allá; en educación superior, por ejemplo, de acuerdo con datos difundidos en 2024, de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), en Honduras solo el 17% de los jóvenes entre 19 y 23 años asiste a las universidades.
Con estos datos y muchos más, hay que enfrentarnos a la era digital. ¿Cómo diferenciarnos ante tremendo escenario?
Sin lugar a duda, el conocimiento sobre las nuevas tecnologías y su mejor aprovechamiento para la vida actual es necesario hoy más que nunca, como también es fundamental la formación integral de la niñez y la juventud, es decir, sin dejar de lado la formación humanística.
Los grandes diferenciadores en un mundo altamente competitivo pueden ser el pensamiento crítico y la formación en valores, que son indispensables en la toma de decisiones.
Más allá del desarrollo de capacidades tecnológicas -como usuarios o como creadores- debe motivarnos de qué manera preparamos a nuestros niños y jóvenes para este mundo complejo y disruptivo.
Puede ser más difícil de lo que parece, porque en primera instancia hay que comprender la realidad de los jóvenes de ahora, expuestos a un mundo que se desenvuelve entre lo virtual y lo real; el primero de acuerdo con sus preferencias, el segundo, con poca posibilidad de elección.
Esa dicotomía entre ficción y realidad, que puede parecernos tan obvia, no es fácil de manejar para quienes nacieron en el mundo digital, aún en países como Honduras, en el que el uso de la tecnología es aún limitado; sin embargo, los teléfonos inteligentes lo van volviendo día a día más accesible.
La empatía, la tolerancia a la frustración, el respeto por la otredad, la responsabilidad por hacer, la voluntad como articulador del cambio, son ahora más indispensables que nunca. Es allí donde tenemos la posibilidad de marcar la diferencia. No es poca cosa.
Mantener el balance entre lo digital y la vida en la que estamos inmersos es indispensable, enseñar a observar el mundo con otros ojos, comenzando por sí mismos, seguramente ayudará a tener personas más resilientes y adaptables. Hacerlo realidad es un verdadero reto, que hay que asumir desde casa. Estoy en ello y somos muchos.