Cultura antes que algoritmos

  • Actualizado: 25 de julio de 2025 a las 00:00 -

En el mundo de hoy, los problemas de la administración pública, como la corrupción, la burocracia o el rezago tecnológico, no son piezas aisladas. Son parte de un engranaje más grande donde todo está conectado. A eso se le llama pensamiento sistémico: ver el todo, no solo las partes.

Entender que, al mover una pieza del sistema, como digitalizar un trámite, se generan efectos en otras áreas, desde la cultura institucional hasta la confianza ciudadana. Por eso, transformar el Estado con inteligencia artificial exige algo más profundo: cambiar primero la forma en que pensamos y trabajamos en lo público.

En Honduras se habla cada vez más de digitalización del gobierno, automatización de trámites y uso de inteligencia artificial para mejorar la eficiencia estatal. Todo eso es deseable y necesario. Pero si no se transforma la cultura que opera dentro del aparato público, los esfuerzos serán limitados. La verdadera innovación no comienza con la tecnología, sino con las actitudes.

Capacitar en herramientas digitales es importante, pero insuficiente si no se acompaña de un cambio en la mentalidad de los funcionarios. En muchos casos, el problema no es técnico, es cultural: resistencias al cambio, desconfianza a lo nuevo, priorización del compadrazgo por encima del mérito. No hay inteligencia artificial que funcione bien en un sistema que se resiste a evolucionar.

Pensar sistémicamente nos permite entender que un trámite que tarda, una reforma que se frena o una tecnología que no despega, no son hechos aislados. Son síntomas de una estructura donde normas invisibles, prácticas heredadas y visiones cortoplacistas siguen dominando. Resolver un problema sin considerar su contexto completo es como tratar de mejorar el sabor del café solo cambiando la taza.

La administración pública hondureña necesita más que digitalización: necesita reenfocar su cultura de servicio, su ética institucional y su visión de país. Solo así, el uso de tecnologías emergentes podrá tener un impacto real y sostenido.

Porque, al final, ninguna máquina arregla lo que la cultura impide. La transformación comienza por las personas, con valentía para cuestionar hábitos y abrirse al cambio.

Solo así, tecnología y humanidad podrán caminar juntas hacia un gobierno que realmente sirva.

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