“Es mejor acostarse sin cenar que levantarse con deudas”: Benjamín Franklin (1706-1790. Estadista y científico estadounidense.
En Honduras, el peso de las deudas es tan real que la advertencia de Franklin sigue vigente más de dos siglos después. El tema no es menor: afecta tanto a la economía nacional como al bolsillo familiar.
Artículo 19. Honduras participó activamente en la elaboración del Reglamento de las Centrales de Riesgo del país. Una de sus contribuciones más relevantes fue reducir la permanencia de la información crediticia en las bases de datos de 10 a 5 años. Pedíamos 3 años. Al final, logramos reducirlo a la mitad de lo que se pretendía inicialmente. También impulsamos que cada persona pueda solicitar gratuitamente, una vez al año, una copia del Reporte Crediticio para revisión y/o corrección. Este beneficio sigue vigente.
Todo hondureño mayor de edad que haya solicitado un crédito, un préstamo o pague algún servicio público, automáticamente pasa a formar parte de las bases de datos de cualquiera de las 3 Centrales de Riesgo del país: Una pública y 2 privadas. Esto ocurre en casi todos los sistemas financieros organizados y puede convertirse en un arma de doble filo: para unos, abre puertas; para otros, las cierra de golpe.
Recientemente, la candidata del PLR, Rixi Moncada, sentenció: “Una de mis propuestas estructurales, a partir del 27 de enero de 2026, es que todos deben salir de la central de riesgo”. La frase suena atractiva para los inexpertos en economía, pero es un golpe mortal para el sistema financiero. Si se aplicara, los bancos y las cooperativas endurecerían los requisitos para nuevos préstamos, limitando la inversión, el crédito comercial y el crecimiento económico. El resultado es previsible: Más informalidad y la multiplicación de estafas como el reciente caso de Korium, aún sin resolver.
La frase “democratización de la economía” utilizada por Moncada en esa misma aparición pública, es tan vacía como las promesas de cualquier político en campaña. Anteriores y fallidos intentos de “democratizar la economía” resultaron en elefantes blancos como Banadesa y el Banco de los Trabajadores, por citar dos ejemplos históricos. Esa misma historia nos recuerda que miles recibieron créditos millonarios que nunca pagaron y luego se borró la deuda con un mágico y político borrador. Esa “economía democrática” solo benefició a unos pocos y dejó un lastre para todos hasta hoy.
Democratizar la economía debería significar algo distinto: ayudar a los hondureños a no endeudarse más allá de su capacidad real, exigir más responsabilidad a los bancos que saturan con productos financieros y, sobre todo, enseñar educación financiera desde la escuela. También implica dejar de hipotecar el futuro del país con préstamos internacionales que heredarán nuestros hijos y nietos.
La discusión sobre las centrales de riesgo nos revela algo más profundo: el verdadero riesgo no está en los registros crediticios, sino en votar por alguien que propone medidas que comprometen la estabilidad nacional. Porque, al final, mientras ella duerme tranquila, bien cenada y sin deudas, serán los ingenuos que crean en sus promesas quienes se acuesten con hambre, soñando que algún día alguien los librará de pagar lo que deben.
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