De encontrar tiburones en una laguna y viajar hasta en una lámina, Teofilo Trejo, hacía soltar en carcajadas a cualquiera al contarles sus perras.
Teofilito falleció anoche tras ser atropellado por una moto. Su recuerdo permanecerá en niños, jóvenes y adultos que aprendieron a hacer volar la imaginación con sus increíbles cuentos. Familiares y amigos le darán cristiana sepultura mañana domingo en Choloma, donde residía con sus hijos y nietos.
A continuación una de las perras más contadas y que cautivó a los hondureños:
Paseo en una lámina
Uno de mis suegros, papá de una de las tantas novias que yo tenía, pues he sido muy tunante, estaba construyendo una casa.
En eso pasé yo y me dijo: ¿usted está enamorado de mi cipota?
Sí, hombre, constesté yo.
Entonces, ayúdeme a trabajar, dijo él.
Yo no sabía nada de construcción, pero le dije que sí. El maestro de construcción, que era compradre mío, me dijo que me subiera al caballete. Yo miraba un poco jodido subirme hasta arriba, porque era bien alto, pero al fin me subí. Cuando andaba en las tijeras de la casa, me temblaban los pies, pero pensé: 'la novia me está viendo y ahore tengo que hacerle güevo '.
Empezamos a poner las primeras láminas. Unos muchachos que estaban abajo me lo pasaban; yo las agarraba y se las pasaba al maestro, que eral que las clavaba.
En una de tantas, mientras me pasaban una de las láminas, se vino un huracán. Un huracán que chiflaba, yo les aseguro que eso era perro. En ese momento me dieron una lámina; mi compadre la agarró de la otra punta y cuando logramos atravesarla, dice aquel ciclón para arriba.
El compadre soltó la lámina, pero yo no; yo estaba haciéndole güevo, pues me estaba viebndo la novia.
En esto, salí en aquella lámina por los aires, para no caerme me puse de panza en la lámina y me agarré de las orillas, mientras aquel huracán nos hacía un colocho.
Después de dar como cuatro vueltas por la aldea, montado en aquella lámina vieja, dije: 'aquí voy a tener que hacer algo yo, voy a tener que aprender a manejar esta papada. Y así como yo miro que manejan los aviones, así voy a manejar esta papada también'.
Me puse a ver cómo giraba esa cosa; agaché una esquina de la lámina sobre mí y miré que la lámina giraba.
'Hoy sí estoy bien', dije, 'hoy si estoy aprendiendo a manejar esta animala'.
De repente, miré que se iba saliendo de la aldea para otros rumbos, pero me devolvía quebrándole la otra orilla y así giramos para la derecha.
Aquella animala no caía, solo era vieltas. Le daba para la izquierda, le daba para la derecha y no caía.
A todo esto, se estaba haciendo tarde y todos los vecinos de la aldea andaban con hochones de luz, detrás de mí, para ver dónde caía muerto.
¡Hasta zumbaba! iba directo al mero campo de fútbol.
Yo miré que me iba a matar; cuando estaba a punto de estrellarme, la doblé para arriba, y la lámina parecía el satélite que tiraron los Estados Unidos y Rusia.
Hasta humo echaba de las botas de hule que yo andaba y que querían agarrar fuego.
Cuando la gente miró que yo ya maniobra la lámina, -yo ya me había ido para la derecha para la izquiera para abajo y solo aterrizar me hacía falta- , le dijeron a la señora mía:
Teofilito ya es aviador; ese muchacho va aterrizar en el patio de la casa, así es que vaya hágale café para cuando aterrice.
Como yo ya maneba bien aquella animala, empecé a equilibrarla para caer en el patio de la casa. Y yo que caigo, y la mujer que me sale con una taza de café calientito.