Pausado y sereno, José Isaías Álvarez analiza cada situación a lo largo de su carrera militar y familiar.
El jefe de las Fuerzas Armadas creció en un campo bananero cerca de Coyoles Central, en Olanchito, Yoro, y pese a que nunca imaginó convertirse en militar, asegura que fue la mejor decisión que tomó en su vida.
Es un hombre sencillo, amante de la lectura y temeroso de Dios.
¿Quién es José Isaías Álvarez?
Un hombre sencillo, temeroso de Dios que nació en un campo bananero de Naranjo A, cerca de Coyoles Central. Nací un 2 de septiembre de 1960 cuando alegré la vida de Rosendo de Jesús Álvarez y Francisca Urbina de Álvarez, mis padres, ambos fallecidos.
¿Qué cargos ha ocupado dentro de las Fuerzas Armadas?
Puedo decirle que todos los cargos, desde comandante de pelotón cuando egresé de la Academia en 1983, y mi primera asignación fue en el 12 Batallón de Santa Rosa de Copán. Pasé por varias compañías, de hecho fui comandante de compañías, comandante de batallón, de brigada, comandante del Ejército y ahora jefe del Estado Mayor Conjunto.
¿Se considera un hombre de carácter fuerte o débil?
Soy un hombre moderado, ni fuerte ni débil. Un soldado las 24 horas, los siete días de la semana, porque considero que quien no destina ese tiempo, su vida a la institución, no logra los propósitos que tiene para la misión militar. Nunca pienso que lo que hago es comprendido por los demás, solo sé que estoy en lo que me apasiona y es saber que debo cumplir la misión y debo cumplirla bien.
¿Cuál es la misión más difícil que le ha tocado enfrentar?
La misión más difícil ha sido la de entregar los cuerpos de los soldados muertos a sus familias. Yo no creo en misiones de miedo, de temor, de perder la vida, sean tan fuertes como la de entregar el cuerpo de un soldado a sus familias. La última vez que lo hice fue como comandante del Ejército, cuando entregué los cuerpos de varios soldados a las familias en la zona sur y fue duro. Los soldados son parte de la familia, llegar al seno de un hogar con un cuerpo de un soldado fallecido que se comprometió uno a formarlo y educarlo es algo durísimo. A veces es difícil decirle a una familia que le trae algo que le entregaron vivo; pero ese es el sacrificio de la misión. Muchos padres sí lo entienden, y eso es para mí lo más difícil que he vivido como misión.
¿Cómo es un fin de semana en su vida?
Un fin de semana es con mi familia. No salgo, yo paso de lunes a viernes sumergido en el trabajo y el fin de semana es el tiempo para ellos, es el tiempo para platicar, para hablar y ese tiempo lo disfruto.
¿Cuáles son sus pasatiempos favoritos?
El correr me apasiona, jugaba fútbol antes, pero ahora corro porque boto el estrés. Me gusta también la lectura, especialmente cristiana, lo hago antes de iniciar mis labores diarias, pero leo más cuando me acuesto. Al levantarme y llegar a mi oficina hago mis lecturas, hay bastante que leer, pero soy apasionado de las lecturas militares.
¿Si no fuera militar cuál hubiera sido la carrera que hubiera elegido?
Nunca me he visto fuera del uniforme. Si Dios me da la oportunidad de volver a nacer, volvería a ser militar. Yo entré a la institución por curiosidad, y fui viendo el servicio loable, la gente honorable y vi que aquí podía quedarme y estoy sirviendo a mi país. No me veo como doctor, ni ingeniero, ni nada, mi vocación es ser militar.
¿Usted es de los hombres que lloran?
Soy de los que lloran, una persona que no llora no es normal. Dios ha hecho al hombre con los sentimientos para que pueda llorar. El que se resiste a llorar se resiste a lo que Dios creó. Por naturaleza soy sentimental y somos más los hombres que de repente somos más sentimentales que las mujeres y somos más tocados con facilidad. La muerte de mi hermano es cuando más he llorado. Yo soy de las personas que tengo sentimientos profundos y me considero sensible.
¿Cómo se mira cuando se retire de las Fuerzas Armadas?
Me veo con mi familia, quiero recuperar el tiempo perdido, hay un sentimiento de priorizar la familia porque dediqué mi vida al Estado, al servicio de la sociedad en mis mejores años. Lo mejor de mi vida lo dediqué a los militares. Mi plan es dedicarme a estar tranquilo, a la lectura, a servir desde otras trincheras como voluntario, apoyando a otras instituciones.
¿Cuál es el mejor Ejército, el de hoy o el de hace 20 años?
Cada quien tiene su Ejército en su momento y cada quien tiene retos. La generación de hace 20 años tuvo sus propios retos, hoy son retos diferentes. Las amenazas han cambiado, lo que no vemos como amenaza hoy puede ser amenaza mañana. Hoy estamos con nuevas amenazas, el detalle es no ver hacia atrás, sino profesionalizarse y tener los instrumentos para combatir las amenazas.
¿Volvería al servicio militar obligatorio?
No, tenemos mejor experiencia con el servicio militar voluntario. Lo mejor que nos ha pasado es el servicio militar voluntario porque nos permite tener un soldado que quiere estar en la institución, no es un soldado que lo obligamos a estar. Hoy escogemos, no buscamos al ciudadano, ellos vienen, los concientizamos sobre qué es lo que espera la institución y qué les ofrecemos. Es mucho más provechoso para las Fuerzas Armadas que el servicio sea voluntario.
¿Por qué las Fuerzas Armadas tienen ahora menos escándalos que la Policía?
Hay muchos factores, pero creo que como la Policía está las 24 horas conviviendo con una sociedad, interrelacionándose, está más expuesta. Las Fuerzas Armadas es menos, hay menos tiempo de interactuar, nuestra estructura nos permite ejercer alguna influencia sobre nuestros soldados. La Policía da algunos pasos sobre su estructura organizativa que sin duda le van a permitir depurar y tener control de sus elementos porque hay gente buena en la institución.
¿Cómo visiona dejar las Fuerzas Armadas al final de su gestión?
Voy a dejar una institución fortalecida. Hay líneas estratégicas para fortalecer las Fuerzas Armadas, son varias líneas que definimos y que incluyen la moral y ética en los elementos. Estamos hablando de consolidar los principios y valores para fortalecer los sistemas que nos generen hombres honestos y confiables.