Más de 100 reclusos han sido asesinados en la penitenciaría de LA PRENSA visitó el penal. En un recorrido por los módulos adonde viven los reclusos, se constataron que las condiciones de hacinamiento y la precaria infraestructura siguen siendo las mismas que denunció este rotativo hace un año.
Durante el recorrido, los presos nos mostraron el interior de los módulos, adonde los camarotes tienen menos de medio metro de separación entre ellos y los colchones están podridos. Incluso, en algunos casos duermen sobre literas cubiertas solo con cartón.
En los techos hay enjambres de cables, lo que aumenta la posibilidad de que vuelva a ocurrir otro siniestro como el de mayo de 2004, cuando murieron 108 personas.
En un informe elaborado por Conaprev (Mecanismo Nacional de Prevención contra la Tortura y otros tratos Crueles, Inhumanos o Degradantes) hace tres meses, se señala que de las 23 recomendaciones que el subcomité de prevención contra la Tortura de las Naciones Unidas hicieron para superar la situación crítica en que se encuentra el penal, solo se han cumplido dos: garantizar el cumplimiento de las visitas familiares y de la hora diaria de ejercicios.
“Lamentablemente las indicaciones que se han hecho para mejorar la situación sobre el recinto han pasado desapercibidas por las autoridades. Hay un riesgo alto de que ocurra un incendio en el penal. Los módulos se han sobrecargado, y las conexiones electrodomésticas, no acordes a la capacidad eléctrica, son excesivas”, expresó Fernando Morazán, comisionado de esta entidad.
Otra de las conclusiones en el documento es la falta de un archivo, que lleve el inventario sobre los objetos y las armas que han sido decomisadas en los registros, que según las autoridades del penal, son tres veces por semana.
Además se cuestiona la inestabilidad en la dirección, donde en menos de seis meses hubo tres funcionarios diferentes a cargo.
La situación de los penales hondureños es crítica. Los fondos con los que cuentan no alcanzan ni siquiera el 5% del presupuesto general de seguridad.
“Lo poco que se destina para las cárceles se consume en pago de salarios y alimentación, impidiendo que se invierta en mejoras de la infraestructura y en programas de rehabilitación”.
Incluso los guardias, además de estar sobre cargados de trabajo, corren el riesgo de ser atacados.
“Yo duermo vestido, solo me quitó los zapatos, siempre tengo el arma bajo mi cama, por cualquier cosa que pueda pasar”, asegura uno de los celadores.
Apenas tienen dos camionetas, donadas por el Gobierno de Estados Unidos y los salarios son raquíticos.
Otro de los problemas graves tras los muros del penal es la falta de asistencia médica.
Los reclusos que están enfermos padecen todo tipo de necesidades.
Fulton Blein Galo Colson (57) está enfermo desde hace dos años y depende totalmente de la solidaridad de sus compañeros de módulo, quienes lo bañan, cambian y alimentan.
“Me han dicho que tengo retención de líquidos, ya no puedo ni caminar porque las piernas y los pies los tengo hinchados siempre”, dijo entre tartamudeos y quejidos.
Los reos del hogar 15, adonde está asignado Fulton, pidieron a las autoridades revisar su caso para que el pueda ser examinado en un centro hospitalario. Como esta, hay muchas historias de presos que tienen algún mal y no son atendidos adecuadamente.
Según Conaprev, han aumentado el número de casos de enfermedades infectocontagiosas en el recinto. Un grave ejemplo es que 100 reclusos tienen tuberculosis y otro número considerable ha presentado síntomas.
Por esto y muchas cosas más, los reclusos anhelan la construcción del nuevo centro penal. Sin embargo, advierten: “Si el nuevo penal está hecho con furgones, solo muertos nos sacarán de aquí. Si van a invertir en algo que lo hagan bien, somos seres humanos, no animales”, dijo el coordinador de los reos.
Romulo Emiliani, obispo auxiliar de la Diócesis de San Pedro Sula, explicó que es urgente el cambio de recinto, pues las condiciones en las que se encuentran los privados de libertad en este momento son inhumanas. “Queremos que ellos estén bien”.
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