24/11/2025
10:23 PM

Yanomami, la tribu que captó la atención mundial

Una supuesta masacre de los indios sumergidos en la selva venezolana los puso en la palestra pública.

Recóndita, apacible y arropada por la inmensa selva amazónica del sur de Venezuela, la comunidad indígena yanomami Irotatheri recibió inesperadamente a un grupo de periodistas invitados por el Gobierno para demostrar que no hay pruebas de una presunta masacre denunciada a fines de agosto.

“Sienten miedo al pasar el helicóptero, todos huyen”, comenta Óscar Pérez, estudiante de Medicina que viajó en la aeronave con la comitiva y hace sus prácticas en comunidades cerca de Irotatheri, en el municipio Alto Ocamo, estado Amazonas, a solo 19 kilómetros de la frontera con Brasil.

Hace una semana, el Gobierno desplegó el operativo militar Centinela para investigar la supuesta masacre de unos 80 yanomami de Irotatheri a manos de mineros ilegales brasileños, denunció una organización aborigen y la ONG Survival International, que defiende los derechos de estas comunidades.

Tras una primera incursión, las autoridades aseguraron que no se encontraron “evidencias” de la presunta matanza y el Gobierno autorizó a un grupo de periodistas a visitar la zona a raíz de insistentes denuncias de Survival, con sede en Londres.

“No matanza, todo fino”, explica en español un yanomami de una comunidad vecina tras conversar con un hombre cazador, que viajó con la comitiva para ejercer de traductor.

Usualmente casi desnudos, en esta ocasión, los irotatheri reciben la visita ataviados con una tela roja: unos cubren sus genitales, otros se adornan la cabeza o las mujeres la usan para cargar a sus bebés. El “nuevo atuendo” es un regalo de Nicia Maldonado, ministra para los Pueblos Indígenas de Venezuela, que llegó días antes a la zona para investigar la denuncia.

Ni bien la comitiva sale del helicóptero, los indígenas, curiosos, les dan pequeñas palmadas de bienvenida en el pecho a sus visitantes.

En este aislado paraje no hay rastro aparente de violencia ni de muertes. En contraste, sus habitantes, que mantienen un bulto de tabaco en la boca casi sin masticar, preparan una danza de bienvenida mostrando sus lanzas y arcos y el rostro pintado con líneas negras.

Algunas mujeres cubren los ojos de sus hijos en brazos cuando son fotografiadas para “evitar que pierdan su espíritu”, explica el traductor.

Según Pérez, la comunidad padece habitualmente enfermedades como conjuntivitis e infecciones respiratorias, producto de la constante exposición al humo de sus fogatas, así como la nigua, un insecto que penetra bajo la piel, especialmente en los pies, causando úlceras graves y enfermedades cutáneas.

La expedición

Una primera patrulla, formada por 15 personas -entre ellos militares, un traductor y un baquiano yanomami-, “caminó siete días por la selva amazónica” para llegar hasta Irotatheri en “busca de pruebas” de la masacre, relata el teniente coronel Orlando Romero, que lideró la expedición.

Cuando llegamos “se asustaron”, dice Romero en el patio central de los siete shabonos (chozas) de la comunidad, con unos 50 habitantes. “Dar con una comunidad de estas es extremadamente difícil y peligroso”, añade, explicando que solo se puede llegar al lugar a pie o tras una hora de vuelo en helicóptero.

La etnolingüista Mari Claude Mattéi Muller, una mujer de origen argelino-francés experta en esta etnia, explica que Irotatheri es una de cientos de comunidades yanomami que habitan en un área fronteriza de 200 mil kilómetros cuadrados.

“Se calcula que en Venezuela existen unos 15 mil yanomami y otros 20 mil en el lado brasileño”, dice la experta.

Para la etnolingüista es difícil saber si realmente ocurrió la matanza, puesto que solo la cifra de 80 muertos le parece sospechosa. “Para los yanomami existen los números uno y dos, y todo lo superior lo llaman ‘muchos’”, sostiene, aunque señala que algunos de sus amigos en las comunidades le alertaron que “algo pasó”, sin atreverse a confirmar nada.