A la hora de darle rienda suelta al placer, los sampedranos no entienden de recesión, desaceleración ni crisis.
Situados estratégicamente en distintos puntos de la capital industrial, hay unos 10 moteles. Son de muros largos y tienen dos portones, uno para entrada y otro para salida. Las tarifas se ajustan a los bolsillos de todo tipo de clientes.
Los moteles encierran historias de amor, deseo y conflicto. “Hay mucha infidelidad y la gente busca lugares apartados”, comenta Margarita García, asistente de contador del motel Tabú, antes Delta Inn.
En las instalaciones de este reconocido lugar, el largo pasillo enumerado de derecha a izquierda es la estación de cobro.
“Hay hombres que les vale, tienen la mujer adentro y le soban la mano a uno cuando se les va a cobrar”, expresa Gladys.
La mujer tiene nueve años laborando en este negocio, ubicado en la salida vieja a La Lima.
Cuando el timbre suena ha llegado la hora de pagar por las cuatro horas de permanencia en el lugar. En Tabú, la tarifa va de 350 a 450 lempiras.
La discreción es clave en estos sitios. Gladys mete sus manos por la pequeña caja. Les pasa toallas, papel y jabón. La mujer, al igual que todas las camareras que trabajan en los moteles de la ciudad, no ve las caras de los visitantes.
En un día de movimiento atienden a unos 70 clientes. Aunque es jueves y apenas son las 10.30 de la mañana ya hay ocupadas 12, de las 28 habitaciones.
A algunos no les bastan las cuatro horas y piden una de cortesía. Es el tiempo que tienen autorizado dar.
Los mejores días
Los moteles no cierran sus puertas los fines de semana. Las horas predilectas son de 11:30 am a 2:30 pm y de 4:00 pm a 8:00 pm. Los días de mayor movimiento son los viernes y sábados.
“Y qué decir de las fechas de pago y los feriados”, señala Margarita García.
En estos días, las aproximadamente 350 habitaciones de los moteles de la ciudad son insuficientes para atender la pasión de los sampedranos.
Es el mediodía y en El Sauce, ubicado en la salida vieja a La Lima, casi la mitad de las habitaciones están ocupadas. El movimiento de carros empieza y unos entran cuando los otros salen. Un vehículo de paila gris y otro café van de salida mientras que un taxista llega para recoger a sus clientes.
Aunque agosto y septiembre son meses de temporada baja, no se reportan pérdidas. “Es un fenómeno que ocurre después de los pagos del decimocuarto mes.
La gente se queda sin dinero porque cancela sus deudas y las matrículas de sus hijos”, afirmó Omar Antonio García, administrador del motel El Sauce.
Por la baja clientela de estos meses, muchos moteles ponen promociones. Sin embargo, no se sienten tan amenazados por la crisis económica como otros negocios de la ciudad.
“Tenemos relación con gerentes de venta de otras empresas que nos cuentan que hay días que solo van a tomar café porque no hay clientela”, expresó García.
Despedidas y robos
El Sauce tiene a disposición de sus clientes 62 habitaciones divididas. Las sencillas son las más baratas. Aire acondicionado, televisión, baño, una cama matrimonial y toallas. También hay ejecutivas, suites y presidenciales.
Las más lujosas tienen un costo de 600 lempiras. Se trata de las presidenciales que también son más amplias. Tienen jacuzzi, televisor pantalla plana, cama king size con respaldar de madera tallada, minibar y equipo de sonido.
Estas son las preferidas para los clientes que buscan celebrar despedida de soltero o soltera.
Estos lujos también son motivo de tentación. En varias ocasiones se han reportado robos.
Los mismos clientes han desmantelado las habitaciones, llevándose todo lo que les cabe en el carro. Hasta las sábanas y toallas que van marcadas con el nombre del motel.
“Eso no le importa a la gente. No se han llevado los colchones porque no les caben. Antes poníamos secadoras para pelo, pero todas se las robaron”, manifestó García.
La habitación del pánico
Román es el camarero de El Sauce. En sus 17 años laborando en este negocio ha sido testigo de las más insólitas historias. Muchas han ocurrido en la habitación 13. “Ahí han pasado varias cosas. Una vez vino un señor que consumió pastillas para la potencia y murió”.
Otras parecen sacadas de telenovela. Como aquella ocasión en que una mujer sorprendió a su esposo con una amante.
“Ella venía escondida en la parte trasera de la camioneta. Desde la oficina se montó y su esposo no se dio cuenta. Él pasó por otra mujer y se vino al motel. Cuando estaban en el garage salió la esposa y les armó un relajo”.
Este motel ha sido el escenario de muchos escándalos. Tanto hombres como mujeres han descubierto a sus parejas poniéndoles los cachos.
“Una vez vino una mujer tan enojada que estrelló su carro en el portón. Al otro lado estaba su esposo con la amante”.
Cuenta Román que el tipo terminó tan enojado que las golpeó a las dos y se fue. Ellas quedaron en la habitación como si se tratara de viejas amigas.
Llegan hombres con tanta lujuria que incomodan a las camareras. Mientras una de ellas cobraba el dinero de la habitación, el hombre abrió la puerta e intentó abusar de ella.
En medio de las historias de celos y traición de los moteles, también hay escenas cómicas.
De pronto, Román se ríe al recordar la imagen de un anciano saliendo con bastón de la habitación 2. Junto a él una joven de unos 30 años. “Tal vez solo las piernas no le funcionan”, pensó.