En medio de la destrucción y los escombros, aún humeantes de un pavoroso incendio en una cuartería, emergió una pequeña, pero poderosa historia de esperanza: la protagonizó la niña Nahomy Laínez, de apenas 10 años.
El voraz siniestro, provocado supuestamente por un cortocircuito, se registró la madrugada de este jueves en el barrio La Isla de la ciudad de La Ceiba, Atlántida, norte de Honduras. El fuego arrasó con cinco apartamentos, dejando a varias familias sin hogar y en la desolación.
Mientras los vecinos y familiares removían los restos calcinados de lo que hasta hace unas horas era su vivienda, la pequeña Nahomy, entre las cenizas, buscaba lo que para ella era el objeto más preciado: su alcancía.
El milagro se hizo realidad
De repente, un grito de alegría rompió la relativa calma de la mañana. Entre un montón de madera quemada, y el menaje de la casa retorcido, la niña encontró su alcancía.
Con manos temblorosas y el corazón acelerado, la abrió. Para asombro de todos, el dinero en su interior estaba completamente intacto. Lo sacó y, sentada en una acera cercana, comenzó a contar los billetes que representaban sus ahorros, ayudada por sus vecinitas y hermanitos.
“Es mi alcancía la tenía desde hace tiempo, que bueno que no se quemó, estoy feliz, es el pisto que ahorro cuando le ayudo a mi mamá”, dijo la pequeña Nahomy, con una sonrisa que lograba borrar, por un instante, la nube de tristeza que cubría el vecindario por la tragedia.
Al final pudo contabilizar alrededor de mil lempiras. Su madre, Heydi Laínez, desde muy cerca le decía: “te ayudo a contar hija, son sus ahorros de todo el año. Aquí no quedó nada, todo quedó hecho carbón”.
Su pequeño tesoro se convirtió en un símbolo de resiliencia y en una luz de esperanza para las cinco familias damnificadas por el voraz incendio que consumió sus hogares.
Personal de la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco) llegó este día al sitio de la tragedia a evaluar los daños, con el fin de proporcionar ayuda humanitaria y asistir a las trece personas que lo perdieron todo.
La iglesia Católica también se presentó al lugar y compartió provisiones de alimentos con las familias damnificadas.
“Hemos abierto un centro de acopio en el parqueo de la parroquia para las personas que quieran ir a donar algo. Les hemos traído lo que hemos recogido esta mañana”, dijo el sacerdote René Flores, párroco de la parroquia San Isidro.